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CARMEN FERNÁNDEZ OCHOA | Arqueóloga, catedrática emérita de la Universidad Autónoma de Madrid | Memorias y 2

"El proyecto del Museo Arqueológico supuso rematar mi carrera en Asturias"

"Tini Areces se comprometió a fondo con la arqueología asturiana, al menos con mi parcela; yo le ponía condiciones, pero siempre me respetó"

Carmen Fernández Ochoa, en Gijón. MARCOS LEÓN

Carmen Fernández Ochoa (Navia, 1948), catedrática emérita de Arqueología de la Universidad Autónoma de Madrid, es un referente en las investigaciones sobre la presencia romana en la Península Ibérica. En esta segunda y última entrega de sus memorias habla de sus experiencias en la universidad, de las resistencias que tuvo que vencer por sus hallazgos y relata su participación en el proyecto del Museo Arqueológico de Asturias, que supuso para ella la culminación de sus grandes excavaciones en la región.

Resistencia. "Cuando hablamos de los romanos en Asturias hay ciertas resistencias ideológicas, y casi diría que afectivas, de decir: 'Esta gente vino aquí a descubrir lo que no existió jamás'. En esos casos, aguantas el tipo y dices: 'Igual que hay gente que estudia lo de antes, yo estudio Roma'. Hay que pensar que no tenemos documentada resistencia a Roma, que llegaba a un sitio y decía 'este territorio es mío y a ver cómo lo reparto'. No niego la dureza de la conquista y de la primera exploración, lo que niego es esa idea de que Asturias siempre tiene que ser rebelde contra algo. Si no hay datos, no los hay, y nosotros no encontramos los castros destruidos por los romanos. Ojalá, porque podría explicar etapas y procesos de la historia, pero no los hemos encontrado. Y me gustaría encontrar celtas vivos, que no los hay. En nuestros castros no encontramos elementos que nos hablen de una etnia. Tenemos unos estímulos en nuestra zona y tenemos que ver si vienen del centro nuclear celta o de una expansión. Pero, en definitiva, Sánchez-Albornoz lo vio claro, hay que estudiar la etapa romana para ver el origen de la monarquía asturiana. Hay que excavar, y cuanto más se excave, más se verá".

Ciudad Real. "Cuando llegué a la Universidad, un compañero de Ciudad Real me dijo: 'una maestra que es amiga de mi hermana está todo el día recogiendo moneda romana'. La diputación provincial de Ciudad Real nos dio 200.000 pesetas y nos fuimos para allá. Llevamos ya 38 años trabajando allí, es un 'oppidum' (un enclave en un lugar elevado) oretano y romano, que se llama Sisapo. Era la capital minera de la región centro occidental de Sierra Morena. Tiempo después, comenzamos a excavar en Carranque, en Toledo. La Diputación necesitaba una revisión de la zona y nos llamaron a los dos catedráticos que había en la Autónoma en ese momento, que éramos Manuel Bendala y yo, que fui quien me hice cargo de la excavación. Son dos proyectos con los que he seguido en estos años, y ahora también he hecho algo sobre Madrid. Yo, donde hay romanos, voy".

Flavionavia. "¡Ya me gustaría encontrar Flavionavia! Yo creo que estaba en Santianes de Pravia, porque si el rey Silo se va a establecer allí es porque tiene unas posiciones que te mueres de buenas, igual que Pelayo en Cangas o Alfonso II en Oviedo. Nuestros reyes son los grandes señores, la herencia de Roma: los grandes latifundistas, los grandes 'domini' que gobiernan territorios. Acaban convirtiéndose en una monarquía, pero los orígenes son siempre los mismos: o tienes riqueza o no eres rey".

Discípulos. "De la vida universitaria guardo muy buenos recuerdos. Quizá los mejores se refieran a lo que he disfrutado dando clases. Después diría que he tenido algunos compañeros estupendos, porque además caí en una universidad muy abierta mentalmente: la Autónoma era bastante simbólica de una forma de hacer universidad. He tenido mucha libertad para trabajar, para investigar. He tenido mucha ayuda por parte de la institución y de sus administrativos. Pero lo que más me ha llenado han sido los discípulos, esa gente que se te acerca para trabajar contigo. Gente a la que le gustaron tus clases y quisieron hacer una tesina o una tesis contigo, que se fiaron de ti, que te hicieron un poquito de caso. Creo que eso, el ser maestra en el sentido profundo del término, más guía que nada, ha sido lo más importante. En mi despedida, proyectaba imágenes de todos ellos. Además, me siento muy considerada por ellos".

Política. "De la Universidad, lo que nunca me interesó es la política universitaria. Lo mío es la investigación y la docencia. Me propusieron una vez ser decana, y dije que ni hablar. Nunca me ha gustado estar con responsabilidades de ese tipo, y no sé si sería buena o mala política. Nunca me ha llamado, porque me parecía que quitaba mucho tiempo a lo que yo consideraba lo fundamental, que era estudiar y trabajar. Sí he sido miembro de organismos como la Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y Acreditación (ANECA) o de determinados proyectos, porque entiendo que forman parte del aprendizaje. Pero eso lo dejé cuando me llamaron para montar el Museo Arqueológico de Asturias, en Oviedo".

Areces. "Hacerme cargo del Arqueológico fue una oportunidad que me dio Tini Areces. Creo que, llegado ese momento, él sabía que yo iba a decirle que sí, aunque le iba a poner condiciones. Eso también lo sabía, pero hay que decir que siempre me respetó. Creo que se comprometió a fondo con la arqueología asturiana, al menos con la parcela que yo trabajo. Y yo disfruto haciéndolo, primero por trabajar en mi tierra y luego porque es mi tema. Soy una privilegiada: en la vida universitaria tienes un sueldo, vives de él, haces lo que te gusta, analizándolo todo? He tenido suerte, pero la suerte también se busca. Te dan una oportunidad y la puedes aprovechar o no, pero yo lo disfruté. Me siento afortunada, y muy agradecida".

Museo. "Ese proyecto, el del Museo Arqueológico de Asturias, fue uno de los puntos más importantes de nuestra labor, aunque nuestro nombre no figura en ningún sitio. A mí me lo encargó la Consejería de Cultura, porque no acababa de salir adelante. Fue un trabajo muy interesante. Se convocó a todos los profesores que trabajaban en Asturias, se formó un grupo de doce personas y hubo un buen trabajo en equipo, aunque entre algunos había sus más y sus menos, sus filias y sus fobias. Los del arte paleolítico, por ejemplo, pensaban cada uno una cosa, y me tocaba coordinarlos. Tenía que hacer mucha mediación, pero yo trabajé realmente bien con todos. Recuerdo que me ayudó muchísimo Juan Fernández-Tresguerres, que era fantástico. De lo mejor que ha pasado por aquí. Iba por allí todas las tardes a ayudar, siempre estuvo muy cerca de mí. Finalmente, con todas las dificultades que tuvimos, logramos sacar adelante el proyecto, para el que había cinco millones que, si no lo sacábamos, nos los quitaban. Me gustó mucho el resultado, y consideré que hacer el museo de Oviedo era rematar mi carrera allí".

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