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RAFAEL DEL NARANCO | Periodista asturiano, publica el libro "Vereda Chacaíto"

"Aprendí hace años un don prodigioso: es más hermoso dar que recibir"

"Venezuela, más que doler, me sangra; nunca pensé que tendría que abandonar el país que considero el centro de mi nacencia como persona"

Rafael del Naranco.

El periodista asturiano Rafael del Naranco abre en "Vereda Chacaíto" una ventana de miradas al mundo y sus innumerables senderos desde el balcón que tenía en su casa en una vereda de la localidad de Chacaíto, en Caracas. Su amada Caracas. Del Naranco (Gijón, 1943) fundó en Venezuela la revista "Élite" y el vespertino "El Mundo". Colaborador de LA NUEVA ESPAÑA, ha publicado libros como "Cartas a Patricia", "Historia de Kuwait" y "El triángulo de la corrupción".

- ¿A dónde nos lleva "Vereda Chacaíto"?

-Esa senda es una calle totalmente abandonada durante los 35 años que he vivido en Caracas. Un lugar céntrico de la ciudad, pero como si no lo fuera. Ni mis artículos diarios la han podido salvar. Ahí escribí cientos de cuartillas que se iban publicando en los diarios y revistas del grupo Cadena Capriles, aún estando yo fuera del país. La vereda fue un espacio de mi existencia. Allí nació la trilogía "Cartas a Patricia", "Camino de hojas" y el resto de mis libros.

- Usa una libreta Moleskine como Hemingway, Picasso y Chatwin. ¿Se aprecian huellas de ellos en su propia letra?

-La Moleskine es una libreta cómoda, fácil de llevar. Es muy manejable y se convierte inmediatamente en un apoyo indispensable. Poseo varias de ellas rellenas de notas. Y aún hoy, cuando deseo recordar algo lejano acudo a sus páginas agradecidas.

- ¿Qué se va a encontrar el lector que entre en su libro?

-Un pequeño poso en las dobleces del recuerdo, simplemente unas líneas sencilla, unas cuartillas sueltas matizadas de términos, sucesos cotidianos envueltos en un poco de ternura para ayudar a que no sean olvidados los pequeños detalles que, unidos, forman la vida diaria de cada ser humano. La vereda es uno mismo transitando en ella cada mañana o a la caída de la tarde.

- ¿Los recuerdos siempre conducen a la nostalgia?

-Lo digo en la contraportada ese pequeño texto cuando afirmo que en esas páginas, que se pueden leer sin orden, la luminiscencia de nuestra existencia se convierte en alboradas, destellos, analogías que, todo unido, forman la añoranza que tanto ayuda a sentirnos bien con nosotros mismos.

- ¿Escribir es una forma de combatir las tinieblas?

-Hablando de mí, la escritura lo es todo. Recuerdo que debía tener 4 ó 5 años, vivíamos en una casucha de cuatro tablas en la calle Eulalia Álvarez del Llano del Medio en Gijón. Mi madre leía un periódico, unas páginas que me parecían negras. Bien recuerdo que le pregunté qué era ese papel extraño. Su respuesta fue directa: "Ya lo sabrás cuando seas mayor". Y bien que lo supe. Comencé a colaborar con 14 años en "La Voz de Asturias" sin apenas saber escribir. Paredes, el redactor jefe, me corregía unas líneas que hacia de hockey sobre patines con el equipo La Cibeles. Desde ese tiempo no dejé ni un solo día de trabajar en una redacción. Haberlo conseguido es un milagro laico incompresible.

- ¿Las pequeñas cosas sin importancia son al final las que más importan?

-Sin duda alguna. Las llamamos chicas cosas, pero ellas, siendo insignificantes, guardan las valías que nos harán resaltar las cualidades humanas. Aprendí hace años un don prodigioso: es que es más hermoso dar que recibir.

- ¿Cuál es su Ítaca particular?

-Poder llegar a la isla y que leer y escribir sea el verdadero laurel que ofrezcan sus costas

- ¿Viajando se pierde o se encuentra?

-Siempre se hallan experiencias imperecederas. Lo mejor del viaje es el regreso. Recordar los lugares visitados y las almas que se han ido conociendo.

- ¿Cuesta mucho aprender a vivir de nuevo?

-Con los años sobre las sienes recordemos una elegía: "Mucho nos queda que hacer hoy, debemos cubrir el alma de añoranzas y aprender a vivir de nuevo". Y eso intentamos hacer, apoyarnos en el pasado que nos sostiene.

- ¿Le duele Venezuela?

-Más que doler, me sangra. Nunca pensé que tendría que abandonar el país que considero el centro de mi nacencia como persona.

- El paisaje de la mujer, ¿qué le sugiere?

-Dulzura, beldad, ternura sin fin. Añadiendo soporte, sosiego y calma.

- ¿Le asustan los nuevos dioses?

-Sigo vinculado a los dioses griegos. A Zeus. Al Olimpo. Espero que sigan dominando hasta el final de los siglos sobre la tecnología deshumanizada.

- ¿Las arrugas del alma son signo de sabiduría?

-Esas cicatrices son generosas conmigo. Estoy agradecido de ellas. Me ha dado muchísimo más de lo que nunca esperé.

- ¿De qué ha llenado sus alforjas?

-Mis alforjas poseen lo que necesito que no es mucho. Solamente me falta ver a Venezuela libre.

- La belleza siempre subsiste en el recuerdo. ¿Hay que brindar por ello?

-Permanentemente. Soy por naturaleza un admirador de la hermosura. Ella es la gran copa que colma el deleite de la vida.

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