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Paritorios a medio gas no sólo en Asturias

La caída de la natalidad se convierte en un fenómeno planetario, por encima de continentes, de ciclos económicos y de credos religiosos

Padres en una consulta médica.

El ocho por ciento de los habitantes del planeta Tierra tiene más de 64 años; en Europa es el 18%, y en España se llega al 19%. El peso estadístico y porcentual de la Tercera Edad en nuestro país es sostenible, pero dejará de serlo de aquí a pocos años. En el horizonte de 2050 el porcentaje aumentará hasta los 36 puntos. El problema no es cumplir años, sino que nos quedamos sin recambio generacional.

El experto asturiano en demografía Alejandro Macarrón habla de "suicidio demográfico". Así titula su nuevo libro, presentado anteayer en Madrid por el expresidente madrileño Joaquín Leguina y el exministro Josep Piqué. La disyuntiva está clara: o aumentan nuestros índices de natalidad o nos vemos abocados a una sociedad avejentada al máximo.

En 1960 cada mujer tenía en España 2,70 hijos. Cincuenta años más tarde la tasa se quedó justo en la mitad. La natalidad nacional llegó a mínimos en 1998 y no se ha recuperado. La tasa del número de hijos por mujer arroja en la actualidad niveles muy parecidos en países como China, Japón o Alemania. De hecho, apunta Macarrón en su libro, "el Extremo Oriente bate récords de infecundidad".

Los análisis demográficos sirven para derribar tópicos. Uno de ellos es el que liga la baja tasa de natalidad con la crisis económica. España es un ejemplo muy significativo de que no es así. Seguimos con tasas muy parecidas desde hace tres décadas, al margen de los ciclos económicos.

En el mundo el llamado "baby-boom" comienza en Francia, en el Reino Unido o en Canadá en los años treinta. Las inglesas tienen hoy menos hijos que en plena II Guerra Mundial. El descenso de la natalidad fue acusado en los Estados Unidos en los inciertos años treinta, con tasas poco más o menos iguales que en los felices años veinte.

Los repuntes de natalidad en momentos dramáticos en la historia de los países lo explicaba anteayer en Madrid quien fuera ministro de Industria y de Asuntos Exteriores, Josep Piqué: "En un contexto de muerte, el ansia de vida es muy fuerte".

Pero el contexto actual, con todas sus incertidumbres, es infinitamente más favorable que los pasados. Las causas para explicar los paupérrimos niveles de natalidad hay que buscarlos en otro lado. En la escasa capacidad de conciliación de vida laboral y familiar. "Si la mujer debe elegir entre tener un hijo o un trabajo es que hay un problema", señala Josep Piqué.

Y es evidente que lo hay. La edad promedio de las españolas para tener su primer hijo supera los 31 años, seis más que en los años de la transición (tiempo de mayor incertidumbre).

España es, por otro lado, un país donde los incentivos a la maternidad no son especialmente llamativos. Se ha avanzado pero algunas de las referencias europeas de primer nivel, como Dinamarca, nos quedan aún muy por encima en materia de prestaciones sociales. Y sus tasas de natalidad no son significativamente mejores que las españolas. Los demógrafos restan trascendencia a las ayudas públicas a la natalidad, que no son decisivas. Algunas, como las de malogrado "cheque-bebé" que se quiso implantar en España son de una ingenuidad apabullante.

"Las políticas públicas son condiciones necesarias pero no suficientes", señala Macarrón. Influiría más el entorno social, la reducción de la precariedad en el empleo, las ayudas a alquileres, rebajas de las cotizaciones, la menor presión hipotecaria que hoy ahoga a muchas parejas... y si además de eso hay alguna ayuda directa, mejor que mejor.

España tiene dos personas ocupadas por cada perceptor de pensión de jubilación o viudedad. No somos ni mucho menos los peores del club europeo. Con menos colchón están Alemania, Suecia, Finlandia o Suiza, por poner cuatro ejemplos de una larga lista.

Las personas mayores molestan al parecer al que fue primer ministro de Japón, Taro Aso, ideólogo de aquella memorable frase que pedía a "sus" ancianos que se murieran pronto porque salían muy caros a las arcas del país. "Es una frase que no la pronunció ningún friki, sino todo un ministro", recordó Macarrón.

Japón tiene un grave problema con 7,8 nacimientos por cada mil habitantes. Asturias lo tiene mayor, con poco más de seis. La menor tasa de natal de España, la del Principado, arroja el dato preocupante de que ya estamos por debajo de un hijo por mujer.

¿Hay diferencias evidentes entre clases sociales o entre credos religiosos en las estadísticas de natalidad? La respuesta es negativa, hasta donde se sabe. "Se necesita una conciencia masiva del problema", afirma Macarrón.

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