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PEPA SANZ FUENTES | Paleógrafa y cronista de Avilés

"Sigo siendo de izquierdas y el día que no lo sea me da un pampurrio"

"Llegué a la cátedra de Oviedo como la andaluza invasora hasta que supieron que era de Avilés; fui 'más roja que la Pasionaria y de Fuerza Nueva, como mi jefe'"

Pepa Sanz, en Oviedo. MIKI LÓPEZ

Pepa Sanz (Avilés, 1947), catedrática de Paleografía de la Universidad de Oviedo, jubilada, es cronista oficial de Avilés, donde vivió 14 años. Pasó 20 años en Sevilla y a los 34 regresó a Asturias por una casa en Candás y, después, por la cátedra.

- Acabó la carrera y...

-Quería ser profesora de Medieval, pero la cátedra estaba vacía y Luis Núñez, el profesor de Paleografía, me ofreció trabajar con él un año en documentación medieval y presentarme al nuevo catedrático para que fuera con él.

- ¿En qué condiciones?

-Empecé con un contrato mínimo y di clases a alumnos de cuarto de especialidad de Historia Medieval Universal. Tardaba 6 horas en preparar una de clase que era un examen ante un tribunal diario formado por 25 alumnos dos años menores que yo. De ese grupo salió una catedrática de Historia Medieval de la Complutense, uno de Arqueología, dos de Geografía, el director del Archivo de Indias, el del Archivo Diocesano de Sevilla... Una experiencia fantástica. Cuando llegó el catedrático de Medieval preferí quedarme en Paleografía.

- Vida fuera de la Facultad.

-Fui de excursionear, pero no de paseo y café. A los 24 años organicé con una amiga los viernes de dolores, que eran de tomar una cervecita y lo que fuera. Se fue juntando gente y así hasta que empezaron a casarse.

- Usted no se casó.

-No. Los que me dieron, no los quise y los que quise, no me los dieron. Lo eché de menos por los hijos. Me gustan mucho los niños. A lo mejor hoy, con esto moderno, habría tenido uno sola, pero creo que no, porque me crié con una familia que tenía padre y madre. Tengo dos sobrinos y cinco ahijados.

- ¿Cómo eran sus contratos?

-Precarios, de ayudante, año por año y sin Seguridad Social. Eran precarios. En 1972, la adjunta fue al catedrático a decirle que tenía que echarme porque era roja e hija de rojos.

- ¿Lo era?

-Vaya si lo era. Entonces no tenía carné, pero mi jefe, Luis Núñez, era de Fuerza Nueva. Cuando empezó a contratar jóvenes nos dijo: "Cuando entren ustedes, con el abrigo cuelgan la ideología y cuando salgan, se la llevan con el abrigo". Había comunistas, socialistas...

- ¿El colgaba la ideología?

-Sí. Cuando la denuncia fui a don Luis y le dije que me iba, que no quería que él tuviera problemas por mi culpa. Me contestó: se va si quiere, tiene usted la palabra, pero ni se lo digo ni se lo pido ni se lo ordeno. Me quedé.

- ¿Es de izquierdas?

-Sí y el día que no lo sea me da un pampurrio. Soy militante, pero no soy de militancias. Vengo de la izquierda obrera cristiana.

- Leyó la tesis en 1976 y...

-En 1977 el catedrático me dijo que debía promocionar y en 1978 oposité en Madrid a adjuntías. Nos presentamos 16 para 6 plazas. La sacamos 4. Quedé en Sevilla y don Luis me dijo que siguiera promocionando. Le pedí que me dejara ir a alguna plaza que me dijera algo.

- ¿Cuál le dijo algo?

-La tercera, Córdoba. A los dos meses salió Oviedo y la firmé también. Se celebró primero Oviedo, firmamos 11, fuimos 5, yo la más joven, y la saqué.

- ¿Qué tal la recibieron?

-Como andaluza invasora hasta que se enteraron de que había nacido en Avilés. Unos decían que era más roja que la Pasionaria y otros suponían que era de Fuerza Nueva, como mi jefe. Como era creyente, me llamaban papista. Había un cura más rojo que yo.

- ¿Y sus padres?

-Mi madre reingresó en el magisterio en 1976. Dio clase tres cursos; uno en Sevilla y dos en Algaba. Estuvo feliz. Después de ella, la maestra de más edad era más joven que yo, pero se hizo con los compañeros y los chiquillos. Un alumno le vio pinta de abuela y le preguntó "¿señorita, qué edad tiene?". Ella le contestó "eso es lo único que no se pregunta a una señorita". Mi padre se jubiló y ella no quiso seguir.

- Desde 1968 veraneaban en Candás.

-En un piso alquilado. Viendo la jubilación de mis padres planteé comprar un piso allí y usar el de mis padres en Sevilla. En 1982, saqué la oposición, vinieron y no marcharon. Candás fue la casa familiar.

- ¿Vivió con ellos?

-Los cinco últimos años de vida de mi madre tuvo problemas de espalda y no podía levantarse sola. Le ponías el corsé ortopédico, decía "aquí está la muñeca andadora" y hacía todo, pero temía que mi padre enfermara de noche y ella no se pudiera levantar. Fui con ellos.

- ¿Cómo se arregló?

-Con la ayuda de dos mujeres y el apoyo de Miguel Calleja y de mi llorado Juan Fernández Tresguerres en el departamento. Estaba en la junta de gobierno con Juan Vázquez, le ofrecí dejarlo y me dijo que quedara y que hiciera lo que pudiera.

- ¿Cómo fueron esos años?

-Es triste ver cómo aminoran. Mi padre, siempre preocupado, parecía el enfermo permanente, pero ella tenía genio para todo el mundo. Pero ella tuvo un problema cardiaco, murió y no la pude llorar porque me quedaba él, que se dejó morir porque no la tenía a ella. Del 13 de octubre de 2005 al 24 de abril de 2006 quedé sin padres.

- ¿Y pudo llorar a los dos?

-Tardé, pero sí. Van conmigo a todas partes.

- ¿Cómo entró en el Camino de Santiago?

-En el año santo de 1954 vi salir a un grupo de chavales con el coadjutor y sus mochilas. Me enteré de que iban a Santiago y pensé que quería hacerlo de mayor. Años después, en Córdoba, inicié una biblioteca sobre el tema. Ya en Oviedo me telefoneó Elías Valiña, cura de Cebreiro e inventor de la flecha amarilla que marca el camino, que sabía de mi interés. Luego coincidí en intereses con Nacho Ruiz de la Peña y con un grupín de la parroquia de San Lázaro que quería reconocer y hacer el camino desde Oviedo.

- Largo camino.

-Con más etapas. Junté lo que me gusta andar por caleyes y saltar regatos con lo que me gusta la documentación. Hicimos el camino con niños de las Ursulinas, en dos cursos, un fin de semana cada mes. En 1992 nos presentamos en el Principado.

- ¿Con éxito?

-En Turismo nos dijeron que si hacíamos albergues hostelería nos metía en la cárcel. La directora de Cultura, Carmen Calderón, nos recibió, le enseñamos el plano que teníamos hecho y, tiempo después, nos contó lo que le hubiera costado a la Consejería hacerlo. De ahí todo fue adelante. El Camino es mi descanso: lo haré mientras me ayuden las fuerzas y aguanten las bisagras.

- Sólo vivió 14 años en Avilés, de la que es cronista.

-Soy muy avilesina. La gente lo dice. Veníamos en verano. Empecé a trabajar sobre Avilés, con el Camino y con los fueros y la colección diplomática. Me presentaron a cronista y me eligieron por unanimidad.

- ¿Qué tal siente que le ha tratado la vida hasta ahora?

-Bien. Si hubiera sido fácil no sería lo feliz que soy. No me di cuenta de lo que quería a Avilés y a Asturias hasta que tuve que marchar. No sería ciudadana del mundo sin aquel cambio duro y sin mi profesión. Cuando vuelvo a Andalucía me sigo encontrando en casa con mis amigos y mi Betis. Mi vida fue muy normal. Tuve padres hasta los 58 años y supe convivir con mi hermana y mis sobrinos Pablo y Santi en la lejanía.

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