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Neuropediatra del HUCA, nuevo presidente de la Sociedad Española de Neurología Pediátrica

Ignacio Málaga Diéguez: "El déficit de atención y los trastornos de tipo autista son los casos que más vemos"

"Los avances científicos han hecho imposible que un pediatra generalista pueda estar al día en todos los campos"

Ignacio Málaga Diéguez, ayer, en la zona de acceso al área de Pediatría del HUCA. IRMA COLLÍN

Ignacio Málaga Diéguez (Gijón, 1974) acaba de ser elegido presidente de la Sociedad Española de Neurología Pediátrica (SENEP). Doctor en Medicina por la Universidad de Oviedo y máster en Neurología Infantil por la Universidad de Barcelona, desde el año 2006 trabaja en la unidad de Neuropediatría del Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA). En el ámbito de la docencia, colabora de forma habitual con la Universidad de Oviedo y la Universidad CEU Cardenal Herrera.

- ¿Cómo ha recibido el nombramiento?

-Con mucha alegría. Es un honor inmenso, y también una gran responsabilidad, poder representar a mis colegas neuropediatras y a la neurología pediátrica española a nivel nacional y europeo.

- ¿Qué objetivos se propone como presidente de la SENEP?

-Es una sociedad científica cuyo principal objetivo será siempre conseguir la mejor atención para los niños con patología neurológica. Desde hace algunos años, tenemos bastante claro que, para conseguir este reto, es prioritario alcanzar el reconocimiento oficial de nuestra subespecialidad por parte del Ministerio de Sanidad. Las especialidades pediátricas están reconocidas en la mayoría de los países desarrollados, pero no en España. Éste reconocimiento sería en estos momentos nuestro objetivo secundario.

- ¿Cómo se forma un neuropediatra?

-Para ser miembro de nuestra sociedad es preciso tener la especialidad de pediatría o neurología, que significa cuatro años de formación vía MIR. Posteriormente, son precisos dos años más de formación en unidades acreditadas para la docencia en neuropediatría. En total, seis años en los que debemos adquirir conocimientos sobre aspectos específicos de la neuropediatría como patologías metabólicas, epilepsia, autismo, TDAH y trastornos del aprendizaje, trastornos de origen genético y un largo etcétera.

- ¿Qué ventajas acarrea el reconocimiento de la neuropediatría como subespecialidad?

-En las últimas décadas, los avances científicos en el ámbito de la pediatría han propiciado que la complejidad de las diversas patologías sea de tal envergadura que resulte imposible que un pediatra generalista pueda estar al día en todas las patologías, en todos los campos. Una subespecialidad reconocida oficialmente permitiría implantar un sistema formativo reglado y un ajuste realista de las plantillas de profesionales. Todo ello repercutiría muy positivamente en la calidad de la asistencia al paciente.

- ¿Son necesarios más especialistas en la sanidad pública asturiana?

-En mi opinión, sí, aunque entiendo que es complejo ajustar los recursos sanitarios a las demandas de las familias y de los profesionales.

- ¿Cuáles son las enfermedades que ven con más frecuencia?

-Los trastornos del espectro autista (TEA), el trastorno por déficit de atención con o sin hiperactividad (TDAH) y los trastornos del aprendizaje (dislexia, discalculia...) son las patologías más frecuentes en la consulta. Las cefaleas, la parálisis cerebral o la epilepsia ocupan también un lugar destacado. Finalmente, en los últimos años, cada vez tienen más presencia las enfermedades raras, que valoradas de una en una son muy poco frecuentes, pero como grupo tienen una prevalencia significativa.

- ¿Por qué aumentan los diagnósticos de algunas de estas enfermedades?

-El avance imparable de la ciencia y de la medicina está facilitándonos continuamente métodos diagnósticos cada vez más avanzados, lo que facilita alcanzar un diagnóstico. Sin duda alguna, en los últimos años, son los avances en genómica lo que más está contribuyendo a esta progresión. Por otra parte, en relación con algunas patologías, como el autismo, no conocemos exactamente por qué están aumentando tanto los diagnósticos.

- ¿Cómo han evolucionado los tratamientos?

-Los tratamientos no avanzan a la misma velocidad que métodos diagnósticos. Sin embargo, estamos ya viviendo las fases iniciales de terapias nuevas, como la terapia génica, que está llamada a revolucionar el manejo y la curación de muchas patologías que hoy se consideran intratables. Sin duda, avanzamos hacia una medicina personalizada.

- ¿En qué patologías se han registrado más avances?

-Se han producido grandes progresos en epilepsia, con nuevos fármacos más potentes y con menos efectos secundarios, y con nuevas técnicas quirúrgicas. Lo mismo sucede en algunas enfermedades neurodegenerativas. Tal vez el caso mas ilustrativo de los últimos años sea el desarrollo de nusinersen, una molécula que transforma una enfermedad mortal como era la atrofia muscular espinal tipo I, en una enfermedad crónica.

- ¿Existe un sobrediagnóstico de TDAH?

-Es una patología compleja que tiene riesgo de ser tanto infradiagnosticada como sobrediagnosticada. Es importante remarcar que los niños con TDAH, y con ellos sus familias, tienen una infancia difícil. Y, sobre todo, es una patología tratable.

- Estos trastornos generan una enorme angustia entre las familias. ¿Cómo pueden capearse estas situaciones?

-Desde la medicina, considero muy importante intentar diagnosticar, tratar y acompañar a los niños y a sus familias con la mayor eficiencia posible. A menudo, los padres tienen que ir a muchos médicos con sus hijos antes de obtener un diagnóstico certero. Igualmente, considero que, para las autoridades sanitarias y educativas, el apoyo a las familias y el intentar optimizar la situación del niño en el entorno escolar son igualmente importantes. En algunas patologías, el papel de las asociaciones de pacientes es clave.

- ¿Piensa usted que, de alguna forma, tendemos a convertir en enfermedad lo que siempre han sido consideradas simples limitaciones intelectuales o de relación?

-Banalizar los problemas no es bueno. Además, desde nuestra especialidad tenemos la opción de facilitar a esos niños, y a sus padres, el camino de la educación y las habilidades sociales. No curamos, pero facilitamos la vida, y las repercusiones positivas son grandes. Eso sí, hemos de saber distinguir lo que son trastornos graves y leves, y abordar cada uno según esos parámetros.

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