Javier Fernández levantó un murmullo de aprobación cuando utilizó a Humphrey Bogart para aconsejar a la concurrencia, como el actor recomendaba no confiar en los hombres que no beben, que "no se fíen de los políticos que niegan leer los periódicos". El presidente del Principado se confesó lector constante de papel y pantalla antes de celebrar en el cuadragésimo aniversario de Prensa Ibérica, grupo editor de LA NUEVA ESPAÑA, el periodismo "acogedor con la pluralidad" que se practica en las cabeceras del conglomerado que preside Javier Moll de Miguel. Como desde su origen, en 1978, Prensa Ibérica está atada "a la Constitución, y por ende, a la democracia y a la diversidad", prima en su fórmula periodística "la vinculación territorial sobre el sello político" y "los rotativos del grupo son más permeables a la discrepancia".

Para su intervención de cierre de la ceremonia, Fernández preparó una muy particular defensa de la vitalidad de periodismo frente a la amenaza de la falsedad que multiplican las redes, esa "fronda inevitable" que él confesó no frecuentar "por razones meramente biológicas". Dijo que para orientarse en esa espesura de noticias falsas la brújula es la "veracidad" y proclamó que han de ser ella y "el prestigio de la cabecera el zaguán que nos adentra en una casa de hechos ciertos y opiniones libres".

El Presidente agradeció que "el grupo haya seguido una actitud entre poco y nada claudicante" ante la transformación acelerada de la digitalización y definió esta pericia como la capacidad de encontrar la veracidad y el buen periodismo como justo punto medio "entre la resistencia y la rendición", entre "la red con sus hervideros de noticias falsas" y "la formación (e información) de la opinión pública necesaria para una democracia de calidad". Dejó al pasar su convicción, también, de que a su juicio tiene sentido "que si Prensa Ibérica quiere asegurar la calidad de su información, de su análisis y de su opinión no sea completamente gratuita en la red".

Recorrió el acto la feliz coincidencia del arranque del grupo con el de la Constitución y la democracia y Javier Fernández descolgó de esa sincronía histórica una interpretación novedosa. Prensa Íbérica zarpó cuando también lo hacía el estado autonómico y es como consecuencia "un producto genuinamente periférico, no centralista, tal y como el Estado actual. De ahí quizá su capacidad para aprehender la realidad, al no encorsetarla con una horma única y capitalina". Contrapuso así al éxito de este modelo el fracaso "de muchos de los intentos de los grandes diarios del centro de expandirse a cuenta de replicar el modelo en cada terminal, sin comprender que es la pluralidad y no la uniformidad lo que conjunta el mosaico".