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DAVID BARREIRO | Escritor gijonés

"El metrotrén define una época en la que todo parecía posible, pero no era así"

"Escribir es una pasión irrefrenable y, como todas las pasiones, es hermosa, absorbente, frustrante y agotadora"

David Barreiro. OLAYA PAZOS

David Barreiro (Gijón, 1977) utiliza como punto de partida de su excelente novela negra “Días perdidos” un episodio que se hizo viral en 2014: la irrupción en escenarios gijoneses de un acongojante y escurridizo payaso.

-¿Por qué dan miedo los payasos?

-Porque es su función, su misión en la vida: atemorizar a los niños. Siempre les tuve pánico. Y siempre se lo tendré. Sus zapatos, su ropa, su maquillaje, sus gestos, su voz. Todo en ellos me parece terrorífico.

-¿Las redes sociales son una fuente inagotable de pesadillas que contar?

-Las redes sociales no tienen nada que ver con la vida, pero son lo más importante de la vida de muchas personas. Eso para un escritor es impagable.

-¿Cómo es el Gijón de su novela?

-Es una ciudad sumida en un largo invierno, real y metafórico. Una ciudad que ha vivido mejores días y que trata de hacer frente a la recesión económica, al envejecimiento de la población y a un Sporting en horas bajas. Pero también es una ciudad que, ante una situación extrema -la aparición del payaso y los cadáveres en sus calles- se sobrepone permaneciendo unida, con tesón y, también, con humor.

-¿El inspector Castro se llevaría bien con Philip Marlowe?

-Castro se lleva bien con todo el mundo. Es, en esencia, un buen hombre. No tiene el ingenio de Marlowe, ni la sagacidad de Holmes, ni la melancolía de Wallander. Es un tipo corriente, como cualquiera de nosotros.

-¿De qué color es su novela?

-El gris recorre la novela. El verde se apunta al final. Pero en las librerías estará colocada en la sección de novela negra.

-Vaya final más negro para el Sporting este año, ¿no?

-El equipo llegó fundido al final de la temporada y se enfrentó a otro que llegaba bien táctica y físicamente. Seguro que reflexionan sobre esto para el próximo año y volvemos a estar en la pelea. Tenemos fe (aunque no juguemos a nada).

-El policía lleva cuarenta años casado. Va a ser abuelo. Vamos, que no es un perdedor ni un amargado como tantos otros sabuesos...

-No, era algo que tenía claro. Quería que Castro no arrastrara un pasado atormentado como otros detectives de la literatura o el cine que conocemos, sino que fuera alguien “asquerosamente” normal. Es inspector de Policía, pero bien podría ser zapatero o contable. Un tipo ordinario que ha de enfrentarse a un acontecimiento extraordinario sin más armas que las que podemos tener cualquiera de nosotros.

-¿La referencia a “La dama del lago” revela algo?

-Quería hacer un homenaje a Chandler y siempre me ha gustado esta novela, considerada menor en su trayectoria.

-¿Cuándo se le encendió la bombilla de la historia?

-Quería escribir sobre Gijón, sobre Asturias. Sobre cómo la veo desde la distancia. Contar la vida cotidiana en mi tierra, con personajes que cualquier lector pudiera reconocer. Mientras le daba vueltas, aparecieron esas fotografías del Gijón Clown y me planteé qué habría pasado si, en lugar de una broma, hubiera pasado algo siniestro de verdad. Fusioné las dos ideas y aquí estamos.

-¿Por qué se hizo escritor?

-Es una vocación incontenible que no tiene explicación. Me hice escritor porque no quise hacerme ninguna otra cosa. Es una vocación que, además, crece con el paso de los años: cada vez escribo más, cada vez necesito contar más historias, es una tela de araña de la que no sales, eres todo el día y a todas horas escritor, nunca acabas de salir de tus novelas, tus guiones o tus obras de teatro. Es una pasión irrefrenable y, como todas las pasiones, es hermosa, absorbente, frustrante y agotadora.

-¿Tenía algún modelo literario en mente? ¿Chandler, Goodis, Thompson…? ¿Montalbán quizá?

-Ninguno en particular. Quería que la novela tuviera estructura de thriller o novela negra, pero que fuera otra cosa diferente, que tocara el costumbrismo y el realismo, que no se quedara en una novela pura de género noir.

-¿Qué diría Castro de la playa de San Lorenzo oliendo a heces?

-Éramos pocos y parió la abuela.

-¿Castro es por Quini?

-Es un homenaje a Quini, claro. Me gustaba eso que él transmitía: considerarse una persona normal siendo un tipo extraordinario.

-¿A qué huele su novela?

-A humedad.

-“Oviedo y Gijón, dos pueblos grandes plagados de jubiletas”. ¿Lo comparte?

-Es una sensación que tengo cuando vuelvo a Asturias: el envejecimiento de la población en los últimos años. Muchos jóvenes se van fuera porque quieren o porque no tienen alternativa.

-¿La obra grandona del metrotrén nos define? Le salió un capítulo muy cabreado...

-Creo que define una época, no sólo en Asturias, sino en todo el país. Una época en la que todo parecía posible, pero no era así. Y, lo peor de todo, ni siquiera era necesario.

-¿Un aficionado del Sporting no se rinde jamás?

-Un aficionado del Sporting está rendido y cabreado toda la semana hasta cinco minutos antes del partido, que empieza a pensar que, si tienen un buen día, los guajes podrían ganar a la Holanda del 74.

-¿De qué material está hecho el humor de “Días per­didos”?

-Creo que del desencantado, también en ocasiones del absurdo, y espero que nunca del cinismo, algo que detesto.

-¿La actualidad política daría para un “caso Cachopo” a lo grande?

-Lo veo más como una serie de televisión. Una sucesión de capítulos interminables en los que cuando piensas que has llegado al límite de la sorpresa te atrapan con un cliffhanger final que te lleva a un nuevo episodio aún más increíble que el anterior.

-Ante la avalancha de novela negra, dé una razón para quedarnos con la suya.

-Sale Peppa Pig.

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