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Los Tesoros Forestales De Asturias | Hayedos Entre Bueida Y Trobaniellu (Quirós)

A los pies de Ubiña

La pista que sale de Ricabo y alcanza el puerto Ventana, en Teverga, pasa por una de las grandes manchas de - haya del núcleo de la montaña central asturiana

A los pies de Ubiña

El macizo de Ubiña y sus estribaciones concentran amplias extensiones de bosque, principalmente de hayedo. Una de esas manchas se extiende entre la aldea quirosana de Bueida y la ermita de Nuestra Señora de Trobaniellu, en el alto que da paso al concejo de Terverga; una pista la recorre (y continúa hasta el puerto Ventana), trazando una ruta de singular belleza, que da servicio a los ganaderos locales y sobre la cual planea hace tiempo la amenaza de un proyecto del Ayuntamiento de Quirós para asfaltarla.

La parte baja de la ruta da paso, por un desvío, a Los Garrafes: un río temporal que surge, torrencialmente, en primavera, en mitad del hayedo, sin fecha ni lugar fijo y que tan solo dura unos días.

Tiempo de familias

A estas alturas del verano, el hayedo empieza a mudar su semblante. La estación favorable dura poco y pasa rápido, aunque la evolución hacia el bosque encendido de finales del otoño es pausada y envuelve todo un proceso de maduración del ecosistema (simbolizada en los frutos de árboles y arbustos), antes de agotarse y dejarse vencer por las inclemencias invernales. Todavía hay mucha actividad en el bosque, pese al calor, que la sombrilla de hojas atenúa. Es tiempo de familias, especialmente entre las aves; la mayoría de las especies ya ha criado a sus pollos, y padres e hijos se mueven juntos, por unos días, unas semanas o unos meses, según los períodos de emancipación de cada una. Los reclamos de contacto entre los miembros de las familias generan un bullicio característico de la estación. También es tiempo de adiestramiento y de aprendizaje, en las artes del vuelo, de la búsqueda de comida, de la detección y elusión de los depredadores... de la vida.

A vista de águila

Sobre la bóveda forestal vuelan en estas cimeras quirosanas grandes rapaces como el águila real, el alimoche común, el buitre leonado... también en familia. Y, con frecuencia, milanos reales y cigüeñas blancas, procedentes de la vertiente meridional de la cordillera, y buitres negros inmaduros: nómadas en dispersión desde las colonias del centro peninsular. Todos ellos buscan comida, aunque no en el bosque, todo lo más en algún claro amplio, a donde gustan de salir a pastar los corzos en las horas más frescas del día.

A medida que la pista se va encaramando hasta los 1.500 metros de Trobaniellu, en ascenso constante, va ganando pendiente, con rampas marcadas tanto al paso por las superficies de matorral que reemplazan al bosque al pie de la peña -el hábitat de la curruca rabilarga y del escribano montesino- como en la parte superior del bosque, donde las hayas se achaparran y se visten de líquenes, y dan paso a los abedulares que culminan la corona forestal.

Más arriba sigue el hayedo (toda la zona es un bosque continuo, en realidad, que se prolonga también hacia Teverga, donde conecta con Monte Grande), pero también se abren paso los matorrales, donde mora la perdiz pardilla, y caza y anida el aguilucho pálido, y los pastos. "En lo alto de las Revueltas se ve la gran cañada y montes que describen el concejo de Teverga. Ermita de Nuestra Señora de Trobaniello. El puerto alto, de excelente suelo, y donde se pudiera hacer un buen camino veraniego", anotó Jovellanos en sus Diarios el 5 de julio de 1972.

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