La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Las cenas tardías perjudican la salud

Un estudio vincula la hora de la ingesta de comida antes de acostarse con el riesgo de tener cáncer | Expertos asturianos insisten en la necesidad de seguir una dieta saludable

Un grupo de personas, cenando en un restaurante. IRMA COLLÍN

No sólo el tipo de dieta influye en el menor o mayor riesgo de desarrollar cáncer. También el horario de las comidas, y más concretamente el de la cena, aunque hasta el momento no se le había prestado atención. Así lo asegura un estudio epidemiológico del Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal), centro impulsado por la Fundación Bancaria la Caixa, que ha analizado la relación que existe entre los horarios de las comidas y del sueño con el riesgo de desarrollar un cáncer. Y los resultados arrojan que cenar a una hora temprana o dejar un intervalo de al menos dos horas desde la ingesta de comida y acostarse se asocia con un menor riesgo de padecer cánceres de mama o de próstata. Nutricionistas asturianos precisan, no obstante, que hay que tomar los resultados del estudio con prudencia, y que el tipo de alimentos que se ingieren tiene, en todo caso, una incidencia mayor en la posibilidad de desarrollar la enfermedad.

Para este estudio, que publica la revista "International Journal of Cancer", los investigadores evaluaron si los horarios de las comidas y de sueño podían estar relacionados con el riesgo de desarrollar cánceres de mama y de próstata, dos de los más comunes en el mundo y más relacionados con el trabajo nocturno y la alteración del denominado reloj biológico. Para ello, los investigadores tuvieron en cuenta los hábitos de vida de la persona y su cronotipo, es decir, el ritmo circadiano endógeno de cada individuo y que marca su preferencia por las actividades diurnas o nocturnas.

Según el estudio, cuyo autor principal es el epidemiólogo e investigador del ISGlobal Manolis Kogevinas, las personas que tienen por costumbre cenar antes de las nueve de la noche o esperan un margen de al menos dos horas antes de irse a dormir después de cenar tienen cerca de un 20% menos de riesgo de desarrollar cualquiera de estos dos cánceres que quienes cenan después de las diez o quienes se acuestan inmediatamente después de haber cenado.

"Es cierto que se está hablando mucho de la 'cronodieta'y del impacto de los horarios sobre el peso y la salud. La nutricionista Marta Garaulet desarrolló unos estudios que confirman que el retraso en la ingesta energética, una tendencia a cenar más tarde, eleva el riesgo de tener más peso corporal. Pero hasta ahora no había estudios que relacionasen el efecto de las horas de la ingesta con el desarrollo del cáncer", explica Ramón de Cangas, dietista nutricionista y doctor en Biología Molecular.

Para realizar el estudio, los investigadores evaluaron 621 casos de cáncer de próstata y 1.215 de cáncer de mama, así como a 872 hombres y a 1.321 mujeres incluidos en el grupo de control y seleccionados de forma aleatoria en centros de salud primaria de todo el país. El análisis se realizó a partir de entrevistas sobre los horarios de comidas, sueño y cronotipo, y un cuestionario acerca de sus hábitos dietéticos, tanto actuales como pasados, y el cumplimiento de las recomendaciones de prevención del cáncer de la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Los resultados mostraron que irse a dormir poco después de cenar perjudica la salud, mientras que lo contrario, irse a dormir al menos dos horas más tarde de haber cenado, es un factor protector. Asimismo, el estudio halló la mayor protección asociada al cronotipo de personas madrugadoras, en comparación con quienes les cuesta más levantarse y, sin embargo, se acuestan más tarde.

Los investigadores creen que detrás de está relación se encuentra que el horario de las ingestas influye en la capacidad de metabolizar los alimentos, una hipótesis respaldada por estudios en los que se ha visto que cuando se da una dieta hipercalórica a ratones durante la noche, como son animales nocturnos, los roedores se adaptan a ella y no se vuelven obesos. En cambio, cuando se les da de día, se desajusta su capacidad para metabolizar la comida y desarrollan obesidad. Algo que va en la línea de los estudios de Garaulet.

"Los horarios, los ciclos, son importantes para la alimentación en general. Cenar temprano es positivo, como también mantener hábitos de vida saludables. Dicho esto, hay que tener cierta prudencia con este estudio, porque es sólo el primero, no es una evidencia científica", sostiene la nutricionista Susana Sánchez.

"Realmente", añade Ramón de Cangas, "lo que más influye en el desarrollo del cáncer es el tipo de alimentos ingeridos. Hay evidencias muy fuertes, con muchos estudios detrás, que confirman que una dieta rica en alimentos de origen vegetal -verduras, hortalizas, frutas o frutos secos- se relaciona con una reducción general del riesgo de padecer cáncer".

Del mismo modo, continúa el nutricionista, hay que evitar ciertos alimentos para disminuir el riesgo de padecer la enfermedad: "Se debe minimizar, o al menos reducir, el consumo de carnes procesas y alimentos ultraprocesados, como la bollería". Susana Sánchez recuerda, sin ir más lejos, la advertencia de la OMS, de hace tres años, para evitar las carnes procesadas y tratadas por procesos como el ahumado.

Probablemente, concluyen los expertos, ambas circunstancias estén relacionadas: "Nos hemos alejado mucho del patrón de cenar temprano y de forma saludable. Y es posible que todo esté relacionado: si llegas tarde de trabajar no te vas a poner a preparar unas verduras, sino que es probable que acabes tirando de alimentos procesados, de pizza, hamburguesa, lasaña y cosas así. Porque la clave es ésa: qué tipo de alimentos estamos consumiendo", sentencia De Cangas.

Compartir el artículo

stats