La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Padre de la química supramolecular y premio Nobel en 1987

Jean-Marie Lehn: "No necesito a Dios, pero es muy incómodo"

"Todo lo que hacemos comienza con un reconocimiento molecular"

Jean-Marie Lehn. F. RAMÓN ARECES

A sus 78 años, el jubilado Jean-Marie Lehn mantiene inalterable el exigente ritmo de trabajo que le llevó en 1987 a conseguir el premio Nobel de Química tras crear un nuevo campo científico conocido como química supramolecular, surgido al descubrir el protagonismo de los iones de sodio y potasio en la transmisión de las órdenes que el cerebro envía al cuerpo para que sean ejecutadas. "No somos más que química", proclama, como ya hiciera el Nobel español Severo Ochoa, este incansable investigador de la Universidad de Estrasburgo que iba para filósofo pero optó por la ciencia, sediento de comprobar la validez de las respuestas a las grandes preguntas que se plantea. Dios no entra en sus ecuaciones, revela en la Fundación Ramón Areces este empedernido melómano que no duda en tomarse un somnífero si tiene que viajar en avión por la noche. Al fin y al cabo somos química. Si volviera a nacer su pasión sería conocer el funcionamiento del cerebro, la fuente de nuestro raciocinio que nos diferencia de los animales y las plantas. Epipress habla de estas cosas con el Nobel.

-¿Por qué le ha dado usted tantas vueltas a nuestra condición de seres pensantes?

-Eso es lo único que somos. Si no pensamos podemos ser un gato o un perro. La capacidad de pensar es lo que nos caracteriza.

-¿Carecen entonces los animales de pensamiento?

-No digo que los animales no puedan pensar, pero carecen de raciocinio, que es lo que nos permite hacernos preguntas. Nuestro cerebro es más grande, tiene muchas más neuronas y poseemos unas funciones intelectuales mucho más complejas que las de los animales. ¡Claro que los animales tienen algún mecanismo de pensamiento, pero no han descubierto como Einstein la teoría de la relatividad!

-¿Qué tiene el cerebro que le hace pensar por sí mismo?

-No lo sabemos. Pero sí sabemos lo que ocurre en el cerebro y que el proceso del pensamiento existe. La neurociencia está tratando de entender cómo funciona este proceso y creo que aún llevará un tiempo desvelar este enigma. Estas preguntas ya se las habían hecho los filósofos griegos.

-¿Por eso quería usted ser filósofo cuando era adolescente?

-Sí. Porque ellos se hacen las grandes preguntas, pero luego opté por ser científico, porque con la filosofía no se pueden comprobar teorías.

-¿Tienen cerebro las plantas?

-No. Tienen un sistema de transmisión de información, pero que nada tiene que ver con lo que conocemos como cerebro. Hay quien piensa que las plantas tienen cerebro, pero hay que tomarse las cosas más en serio.

-Volviendo a la filosofía. ¿Qué filósofo le ha ayudado a comprender mejor en qué consiste el milagro de pensar?

-No hay ningún milagro. Es una propiedad de la materia. He leído a Freud y, aunque no creo que el psicoanálisis sea una ciencia, es algo, una teoría, que te obliga a pensar. Leí 'Introducción al psicoanálisis' con 16 años. También he leído a Nietzsche y a Kant.

-O sea, que le impresionó Freud aunque el psicoanálisis no sea científico.

-Una vez que lees a Freud ves que ocurren muchas cosas en el cerebro de las que no te habías dado cuenta. Estudié un año de filosofía clásica en el instituto y después quise ir a la Universidad para hacerme filósofo, pero también tenía que estudiar ciencia según el programa académico. No tenía muy claro lo que quería ser. Comprendí entonces que la filosofía está muy bien, pero que no comprueba esas grandes preguntas que se hace y decidí ser científico.

-¿Han sido el azar y la necesidad los que nos han dado un cerebro tan complejo?

-Tener un cerebro complejo es una ventaja en el proceso de la evolución y por eso lo desarrollamos. No creo que el cerebro haya sido creado por un ser superior y tampoco me parece que el azar haya sido decisivo, aunque la evolución es intentar probar muchas cosas y puede que haya tenido que ver en esas mutaciones que te dan ventajas.

-Cuando doy una orden a mi pie, ¿qué ocurre en mi cuerpo para que esa orden sea ejecutada?

-Muchísimas cosas. Ahí entra en juego el funcionamiento del sistema nervioso y la propagación del potencial de acción. Le doy la orden a mi dedo y esa orden viaja por moléculas de sodio y potasio hasta llegar a él.

-¿Cómo influyen en ese proceso de órdenes y ejecuciones las moléculas de sodio y potasio?

-Simplemente propagan esa señal que parte del cerebro y luego ocurren muchas cosas a la vez. En la acción de dar la orden influyen también la conciencia y otros elementos.

-¿Cómo se le encendió a usted la bombilla que le dio el premio Nobel?

-Nunca piensas en ganar el premio Nobel. Siempre me interesó el estudio de los nervios y de la transmisión de la señal nerviosa. Esa señal es transportada por iones de sodio y potasio que traspasan y se intercambian a través de las membranas en las que hay unas proteínas que diferencian el sodio y el potasio. Eso dio lugar a la idea del reconocimiento molecular, que es la base de la vida. Todo lo que hacemos empieza por un reconocimiento molecular. A partir de ahí surge la química supramolecular.

-El premio Nobel español Severo Ochoa decía que sólo somos química. ¿Está usted de acuerdo?

-Estoy de acuerdo con él. Hay otro premio Nobel que dijo que la vida es un problema químico. Estamos formados por átomos que crean moléculas y, luego, entidades muy complejas.

-¿En qué consiste el proceso químico del amor?

-Es algo muy complejo porque aquí entran en juego las hormonas que nos convierten en hombres y mujeres. Una vez más el cerebro ha podido sublimar algunos de esos impulsos orgánicos que también tienen los animales. Gracias a nuestro cerebro somos capaces de trascender. Cuando una mujer da a luz tiene elevados niveles de oxitocina porque sin ella no querría tanto a su bebé.

-¿Cómo se diferencia del mecanismo que nos produce odio?

-A lo mejor es fruto de la competencia. Aparece el odio para fomentar la lucha entre rivales en una pugna que vuelve a ser de supervivencia en el proceso evolutivo.

-¿Se puede corregir u orientar entonces nuestro comportamiento mediante fármacos químicos?

-Desde luego que sí. El etanol es una molécula pequeñísima, pero tiene un efecto enorme que el organismo degrada para hacerlo digerible. Si uno toma demasiado alcohol, que es una droga, modifica su comportamiento y puede aparecer la agresividad, y si lo toma con moderación también se modifica, pero en otro sentido, porque la gente se suele relajar. Paracelso dijo que nada es tóxico, todo depende de la dosis.

-¿Cómo nos castiga el tabaco?

-Es otra droga y en ésta no existe un proceso biológico que metabolice la nicotina y sobre todo el alquitrán de los cigarrillos.

-¿Qué papel juega Dios en lo que somos y en cómo somos?

-Dios no entra en mis ecuaciones. Entiendo que es muy difícil vivir con interrogantes y que la humanidad se haya inventado una respuesta universal que llama Dios. Yo no necesito a Dios, pero es muy incómodo porque si crees en algo hallas esas respuestas, mientras que yo sigo enfrascado en las moléculas.

-Señor Lehn, ¿recurre usted a la química para vivir mejor?

-Si la necesito, sí. ¿Por qué no? Cada vez que hago un viaje transoceánico por la noche me tomo un somnífero. Si la ciencia te da el remedio para solucionar un problema, debes utilizarlo. La vida es un proceso que se basa en la química.

Compartir el artículo

stats