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Somiedo soñado | 8

Pasado orgulloso, futuro esperanzador

Rosalía Garrido, presidenta de la Asociación de Hostelería y Servicios Turísticos somedana, es optimista y desgrana ideas para encarar los próximos años: desde crear una fundación sociocultural hasta fomentar la industria cárnica y el turismo científico

Interior de un antiguo molino. VÍCTOR M. VÁZQUEZ

Una mañana soleada, sorprendente para este verano que nos empapa, visito a Rosalía Garrido Álvarez, en su residencia sita en El Coto de Buenamadre; allí, mientras disfruto de su hospitalaria acogida degustando un aromático café casi al pie de la espadaña de la iglesia local -vecina más que inmediata del jardín de su negocio turístico-, iniciamos una conversación amena en la que la actual presidenta de la Asociación de Hostelería y Servicios Turísticos de Somiedo, la primera que se constituyó, va desgranándome sus vivencias y reflexiones sobre el lugar en el que vive y al que cada día valora más, que nos es otro que nuestro primer Parque Natural.

Orgullosa de su pasado vaqueiro, como testimonia su primer apellido venido de la zona de Tuña en Tineo, y aunque nacida en la Pola somedana por circunstancias laborales de la familia, siempre se ha considerado natural de El Coto, donde estaba la casa de sus abuelos en la que pasó gran parte de su infancia. A los siete años la vida la lleva al vecino Belmonte, donde estudia y posteriormente ayuda a sus padres en el negocio hostelero familiar. Más tarde se traslada a otra Pola, a la de Allande, donde funda su propia familia y donde nacen sus dos tesoros particulares, sus hijas, a las que confiesa que adora, como también, y tal como comenté, adora a Somiedo, su otro tesoro, aunque no sean cuestiones directamente comparables.

Rosalía no vivió la declaración del Parque Natural; aquel año trabajaba en Belmonte con sus padres, pero sí recuerda el flujo, que poco a poco se iba incrementando, de turistas que preguntaban por los lagos y otros destinos somedanos. Sin embargo, hasta 2004 no regresa a su tierra natal para dedicarse a su negocio turístico que no es otro que el de la explotación de un conjunto de apartamentos, en los que ya se han alojado ciudadanos de varias nacionalidades, algunos de los cuales regresan todos los años, atraídos, con seguridad, por la amabilidad de mi anfitriona, el buen gusto en la decoración y su hermoso jardín en el que no faltan tejos, un olivo, fresnos y un gran cerezo al que acuden año a año los osos a comer la fruta, dados sus límites con los bosques que rodean a La Llera, que es el pequeño barrio que flanquea la iglesia de El Coto. Además, por todas partes flores, hortensias y lavandas por ejemplo, y frutos del bosque, fresas, arándanos, frambuesas, ciruelas y grosellas, con los que confecciona las mermeladas caseras que ofrece a sus huéspedes.

El reencuentro con las raíces

"Mi sueño es Somiedo y cada día me encuentro más a gusto aquí", me comenta Rosalía, mientras poco a poco va desgranándome cuestiones históricas de su pueblo, entremezcladas con los recuerdos de una infancia feliz en la que todas las laderas que observamos bajo el pueblo vecino, Urria, eran campos de cultivo de cereal, trigo principalmente, que se procesaba en uno de los siete molinos del fondo del valle, en uno de ellos había un "pisón" para la escanda. Me apena que se muera el mundo rural, me dice, y que no sepamos buscar soluciones colectivas para frenar este declive imparable.

Antes eran autosuficientes y había que explotar la tierra, ahora el paisaje cambia, no se necesita, es más fácil comprar, hay más dinero. Antes se compraba algo de aceite, sal, azúcar y poco más; también tabaco para los hombres si podían, yo recuerdo cuando fumaban las hojas secas de la belladona, que aquí le llamaban tabaco de monte. Mi sorpresa es mayúscula y se la desvelo, "supongo que andarían todos un tanto colocados, pues estamos ante una planta más que venenosa y a dosis bajas seguramente alucinógena que, además, en toda Asturias, solo se conoce precisamente aquí, en los alrededores de El Coto".

La fundación del pueblo por quien fuera abadesa del monasterio de monjas Bernardas de Gúa, doña Inés de Miranda, de donde procede este curioso topónimo de la Buenamadre; el traslado de la iglesia de San Miguel a este lugar, en el siglo XVII, las ruinas de una primitiva fundación monacal en el fondo del valle, los antiguos caminos vaqueiros y un sinfín de curiosidades van siendo entrelazadas por mi anfitriona, mientras el sol de este somero verano nos alumbra. A la vez me habla del trabajo altruista de los que estudian Somiedo; espeleólogos, biólogos, micólogos y muchos más, producen ciencia, conocimientos, una información impagable para el concejo.

Ahora estamos intentando recuperar la Carta Europea del Turismo Sostenible (CETS), que hemos perdido por los impagos de la administración, pero ni en esto estamos unidos, ocho establecimientos queremos acogernos aunque nos cueste dinero, es una gran promoción, tenemos también el apoyo de Turespaña, cuyo director está también muy interesado.

Pero nos falta unidad, tenemos dos asociaciones de hostelería, la que yo presido, que fue la primera, con 16 socios y Somiedo Rural con 12. Pues ahora debemos crear otra, -los ocho interesados-, para acogernos a la Carta Europea, añade.

Unas ideas más que novedosas

Rosalía Garrido no es precisamente una mujer pesimista, sino todo lo contrario, y así se confiesa mientras me relata un conjunto de inquietudes y de ideas de futuro para poder seguir tirando del carro somedano. En el concejo hay 21 restaurantes y 10.000 vacas, parece mentira que no tengamos una industria transformadora como hay en otros muchos lugares, alguno ahí mismo, pasando estas montañas; se refiere al norte de León. Parece mentira que tengamos que vender embutidos y carne traída de fuera, comenta.

La población anciana debería cuidarse más. Para apoyar esta propuesta, que mi anfitriona subraya con determinación, me pone el ejemplo de Villar de Vildas, en donde hay 23 casas abiertas, ocho de ellas con jubilados, y de las 15 restantes solo tres tienen un niño y en otra vive una pareja joven. Cerca de 80 personas, comenta, reciben la ayuda domiciliaria que presta el Ayuntamiento, lo cual es muy loable, pero no parece la solución, estas personas necesitan compañía más continua, hablar con otras, pasear, tomar un vino o un café, que les controlen la dieta y un sinfín de servicios que podría prestar una residencia de ancianos, que debería ubicarse preferentemente en La Pola, que funcionase como residencia de día o en régimen de internado. Además, seguramente, personas de otros lugares querrían residir aquí. Ello redundaría en la creación de empleo, algo tan indiscutiblemente necesario en este concejo.

Yo creo, me dice, que sería más que necesario crear una Fundación Sociocultural que, al margen de cuestiones políticas y turísticas, promoviera todas estas cuestiones que planteo. Fíjate, me dice, naturaleza, paisaje, etnografía, cultura en sí, todo ello en conjunto debería impulsarse intentando lograr de la Unesco la declaración del Parque como Patrimonio de la Humanidad, pues este territorio se merece un empujón definitivo.

Cuando le pregunto por el turismo científico, para que me hable de la Sociedad Micológica de Somiedo, me contesta tranquilamente que está muy desaprovechado; esta sociedad, fundada por cuatro estudiosos españoles, dos franceses y ella misma, fue ideada precisamente por los dos investigadores franceses que todos los años acuden a su casa una temporada para investigar, al ver la diversidad de especies que encontraban. Cada dos años se celebra un encuentro mundial de científicos de la especialidad y cada cuatro la sede es precisamente Somiedo. Empezamos en 2013, el año pasado tuvimos más de 100 investigadores, venidos de los cuatro puntos cardinales, vino hasta una chica tailandesa; en 2021 nos toca otra vez la organización. Ya han catalogado más de 2.300 especies fúngicas y calculan que solo son el 15% de las que hay. Hay una gran posibilidad de organizar otras muchas reuniones sobre otros temas naturales de distintas especialidades.

Cuando me despido de Rosalía le comento que hemos de seguir hablando de esa posible Fundación que me ha comentado, ella sonríe. Más tarde me llega un mensaje al móvil que me hace sonreír a mí, "olvidamos temas como la trashumancia, el urogallo, etc. Nada me gustaría más que ver una pita de monte volando con hasta 16 polluelos, como las veía mi madre". Sin duda estamos ante una mujer emprendedora y con muchas inquietudes sociales y culturales.

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