"¿Tú crees que estos pueden hacer algo malo? Son un cacho de pan", dice emocionado Guillermo Muñiz mientras acaricia con cariño a "Luci", una de sus perras mestizas de apenas cuatro años. Muñiz es el propietario de "Rona", "Luci", "Terry", "Toby" y "Lisper", cinco de los seis canes (del sexto no recuerda el nombre) que el pasado 10 de julio mataron a dentelladas al octogenario Evangelista Canto en la localidad sierense de Arniella. En cuarentena hasta ayer, hoy termina el plazo para conocer el destino de los animales, en manos de los veterinarios de la Consejería de Desarrollo Rural y Recursos Naturales. Sólo cabe sacrificarlos o regularizarlos: ese es el dilema del propietario.

Muñiz abrió ayer las puertas de su fatídica finca a LA NUEVA ESPAÑA para, asegura, "demostrar lo mansos y tranquilos que son los perrinos". Tras superar el portón de entrada, eso sí, siempre acompañados de su dueño, los canes se alborotan, comienzan a ladrar y se acercan a olfatear y lamer a los desconocidos, pero nada hace sospechar que uno se encuentre frente a los animales que hace apenas días se han cobrado una vida humana. El propietario habla incluso de cómo "el día que hicieron los expedientes, los guardias civiles y los técnicos estuvieron ahí sentados (señala a una mesa a las puertas de su casa), con los animales alrededor sin problema".

Por eso Muñiz debe elegir entre sacrificar a cada uno de los perros que acabaron con la vida de su vecino o regularizar la situación de unos canes que han demostrado su potencial violencia, pero a los que guarda especial afecto. El sierense relata que cuando atendió al anciano, Evangelista Canto aún estaba consciente y tirado en el suelo entre un charco de sangre: "Hablé con él y le pregunté qué perros habían sido, y él me dijo, 'todos'". De ponerles la inyección letal, no cabrían distinciones.

"Me da mucha pena, sobre todo por 'Luci', que me quiere una barbaridad, pero no puedo tener esa carga de conciencia, ¿y si vuelve a pasar algo? Me metería en un lío", se lamenta Muñiz. Por eso prefiere que los sacrifiquen, y ya piensa en volver a comprar "dos perrucos pequeños". Aunque asegura que si desde la Consejería le ofrecen otra opción, como una perrera, "la aceptaría encantado". Eso sí, asegurarlos, ponerles microchip -sólo uno de los animales lo tiene- y darlos de alta en el registro, que es lo que le proponen los veterinarios para mantenerlos con vida, no está entre sus planes: "Con una pensión de 650 euros no tengo medios para eso", afirma.

Sobre el desgraciado suceso, Muñiz lo achaca a un cúmulo de fatalidades. "Jamás pensé que ocurriría, sé lo que tengo aquí. Por mucho que te rompas la cabeza, es el destino", sostiene. El dueño estima en poco más de un cuarto de hora el tiempo que pudo transcurrir desde que se metió en su domicilio y el momento en que volvió a salir y encontró a Evangelista Canto agonizante, alertado por los ladridos de sus canes. "Cuando yo vi al paisanín, ya no había ningún perro con él. Todavía lo tengo metido en la cabeza, ver por la ventana un bulto ahí tirado. No atiné ni a coger el teléfono, bajé corriendo en calzoncillos a la carretera a parar una ambulancia", relata el sierense.

Muñiz reconstruye el incidente sobre el terreno, mientras señala los restos del charco de sangre aún presentes en el suelo. "Dio la casualidad de que la puerta estaba estropeada, creo que él (Evangelista) quitó el alambre que yo había puesto, entró y cerró la puerta, debió de ser que cayó y lo atacaron, porque se movía muy mal", cuenta apenado Muñiz. Este año era la primera vez que Evangelista se acercaba a casa de su vecino, situada tras una pequeña cuesta al otro lado de la carretera. "No tenía miedo a los perros aunque siempre entraba conmigo", dice el dueño de los canes. El sierense finaliza pidiendo comprensión: "No me veo con fuerzas, llevo años mal del corazón y esto me dio muchos dolores de cabeza". Hoy, los veterinarios darán un veredicto. Si no tienen rabia canina (en apariencia no presentan los síntomas), el destino final de "Rona", "Luci", "Terry", "Toby" y "Lisper" estará en manos de Muñiz.

  • ¿Es necesario sacrificar a los perros que mataron a dentelladas a un vecino de Arniella (Siero)?