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NERY GONZÁLEZ VALLINA | Exdecana del Ilustre Colegio de Procuradores de Gijón

"No tuve empleados y nunca quise a nadie, preferí ser sola y tener menos trabajo"

"Me gusta tanto Gijón, con todos los problemas que pueda tener, como otras ciudades, que para nada quiero vivir en otro sitio, vivo aquí encantada de la vida"

Nery González Vallina, en su domicilio, sostiene el diploma de su cruz de San Raimundo de Peñafort. MARCOS LEÓN

La entreguina Nery González Vallina ejerció de procuradora de los tribunales durante 34 años, diez de ellos fue la decana del Ilustre Colegio de Procuradores de Gijón, donde vive retirada. Antes, durante doce años, trabajó en la sanidad pública: los dos primeros en el ambulatorio Puerta de la Villa y los otros diez de auxiliar de enfermería en lo que hoy es el Hospital Universitario de Cabueñes. Viuda y sin hijos desde que tenía 28 años, vive frente al parque de Isabel la Católica y "no quiero vivir en ningún otro sitio, en Gijón estoy encantada de la vida". En diciembre de 2013, el Gobierno de España le concedió la Cruz Distinguida de Primera Clase de la Orden de San Raimundo de Peñafort por los servicios prestados al mundo del Derecho y por su etapa como vocal en el Consejo General de los Procuradores de los Tribunales de España.

"A un abogado es muy difícil que le concedan la cruz de San Raimundo de Peñafort, tiene que ser una lumbrera que haya escrito libros o artículos, pero en mi caso lo que valoraron fue el cargo que tuve en el Consejo de los Procuradores y no haber tenido ni una sola mancha en la profesión y lo que haya podido aportar. Me la pidió la actual decana del Colegio de Procuradores de Gijón, Ana Belderrain, que es una persona de mucha valía y que también la tiene. Tardaron bastante en llamarme. Un día el juez Donapetry me dijo: '¿Qué pasa con esa medalla?' y, la verdad, yo ya no le daba importancia, pero cuando me llamó el presidente del Consejo de los Procuradores para decirme que saldría en el BOE, bueno, sí que cuenta muchísimo, me dieron una alegría tremenda".

Desde la oficina de Correos de la avenida de Castilla, a pocos metros de su domicilio en la avenida de Torcuato Fernández-Miranda y Hevia, le enviaron la notificación para que recogiese un sobre oficial. "Era un día de invierno, ventoso, así que salí de casa con una parka. Llegué con los pelos todos revueltos y había muchísima gente, así que cogí el número y me marché a dar un paseo. Cuando volví le entregué el número al paisano del mostrador y fue a buscar el sobre, que ponía excelentísima señora antes de mi nombre. Y el paisano miraba el sobre, me miraba a mí, volvía a mirar el sobre y seguro que pensaba que yo no era una excelentísima señora con esos pelos. Me estuvo mirando un rato hasta que me preguntó si la del nombre del sobre era yo. Le enseñé el carné de identidad y, entonces, me dijo: 'Señora, que tenga usted un año buenísimo'".

Desde 2014, Nery González Vallina está "plenamente jubilosa", aunque "echo de menos viajar. Cuando fui decana y entré en el Consejo de los Procuradores viajaba mucho a congresos y reuniones europeas. Me compensaba el trabajo que dejaba en el despacho, no tuve empleados y nunca quise a nadie, preferí ser yo sola y tener menos trabajo".

Durante sus años de vocal en el Consejo General de los Procuradores de los Tribunales de España reconoce que "me enseñaron a moverme por el mundo, a darme cuenta de que no son más unos que otros, a saber valorar a la gente por lo buenos, amables e inteligentes que son, no por lo que tienen. Eso lo encontré entre los grandes magistrados del Tribunal Supremo y del Constitucional con los que nos reuníamos. Era gente sencillísima que contaba chistes y se lo pasaba en grande. Y después, en muchísimos sitios de España tenía un amigo, era muy agradable. Llevé la profesión bastante bien, me gustaba y tuve suerte y apoyos que me fueron abriendo camino".

Jubilación. Pero llegó un día de 2012 en que dijo basta (hasta 2014 estuvo en activo para terminar los pleitos que tenía entre manos). "Hay que ser comedido en todo. Iba a seguir acudiendo a los tribunales apoyada en una muleta y con el maletín en la otra mano, pues no. Hay que dejar un tiempo para el ocio y disfrutar de la vida. Llegó un momento en el que dije que ya había trabajado bastante. Ya había cumplido setenta años y dije que hasta aquí, ya no trabajo más. Ahora me dicen 'Nery, que bien hiciste al jubilarte en el momento oportuno'. También fue una época en la que empezaban muchos cambios y cuando los hace la administración de Justicia casi nunca son para mejor. Entonces decidí que era el momento. Luego rematé con la medalla y quedé encantada de la vida".

Vive en Gijón desde hace varias décadas, una ciudad en la que se siente muy feliz, especialmente por el lugar en el que vive, frente al parque de Isabel la Católica, entre el barrio de La Arena y El Bibio. "Siempre dije que si me obligaban a vivir por alguna cosa a Madrid me dejaba morir por inanición. Me gusta tanto Gijón, con todos los problemas que pueda tener, como otras ciudades, que para nada quiero vivir en otro sitio, vivo aquí encantada de la vida. Aquí tienes de todo. Volví a las clases de Inglés y a la música. Había hecho algo de solfeo y me metí en un coro, el Coro Femenino de Gijón, un coro de voces blancas. Somos todas bastante mayores, pero tenemos una profesora que es catedrática de Canto y te enseña todo lo que sabe. Tenemos un disco grabado".

Afirma que en su vida "jubilosa" no le alcanza el tiempo para hacer todo lo que quiere. "No tengo tiempo ni para visitar a los amigos. Mi hermana vive en Oviedo y siempre me pregunta 'pero, bueno, ¿cuándo vienes?'. Estuve de secretaria en la Federación Coral Asturiana (Fecora). Al principio por dos años, pero el presidente, Santi (Marcelino Martínez González), me pidió que siguiera otros dos. Los dos primeros años nos dio mucho trabajo. Trajimos la sede para Gijón desde Oviedo. ¿Por qué tiene que estar todo centralizado en Oviedo si el mayor número de coros federados están en Gijón? Pero nos costó. Después relajé un poco y este año, en las últimas elecciones para la junta directiva, me despedí. Pero Santi es una máquina trabajando. Vale un montón".

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