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Belmonte de Pría: Un asesinato que conmociona a la región

La ferocidad de un crimen de pueblo

El homicidio de Javier Ardines, con su paralelismo con el caso de Fago, hace pensar en un contexto de rencillas enquistadas

Familiares y vecinos junto al coche de la funeraria. EMILIO G. CEA

El homicidio del concejal de IU Javier Ardines tiene el aroma de un crimen de pueblo, aparentemente movido por rencillas enquistadas, incluso odios viejos, una componente pasional que explica alguno de los detalles del crimen. Al edil lo mataron a golpes, un método que implica el deseo de proyectar la máxima violencia, causar el máximo daño, aunque no necesariamente asegurar la muerte de una persona.

Por otro lado, hay algo evidente, y es el paralelismo con el crimen de Fago, cometido hace once años. Como en este pueblo aragonés, el homicida u homicidas plantaron un obstáculo en el camino del concejal, con el fin de hacerle salir del vehículo y así poder atacarle en el momento en que era más vulnerable. Este fue el modus operandi utilizado por Santiago Mainar para matar al alcalde de Fago, Miguel Grima, su oponente político, aunque el crimen tuviese poco que ver con la política y más con un enfrentamiento personal que se salió de toda proporción merced a la personalidad paranoica del asesino, luego condenado a 21 años de cárcel.

Está por ver si ese paralelismo responde simplemente a una necesidad logística del asesino u asesinos o si con ello se pretendía lanzar un mensaje o incluso un señuelo a los investigadores.

Si Ardines recibió amenazas previas, éstas no trascendieron a su ámbito familiar y político. Pero algún tipo de mensaje previo debió de llegarle al concejal por parte de quien luego le esperaría en la mañana del jueves para atacarle de forma tan violenta.

Sabemos que el resultado de la acometida fue letal, pero desconocemos si ese era el resultado que pretendían el atacante o atacantes, si su idea era matarle o darle solo una paliza.

Ardines presentaba al menos tres golpes, que no parecen suficientes como para asegurar la muerte de una persona. De hecho, las lesiones eran tales que se llegó a pensar que había fallecido al golpearse contra el suelo, tras sufrir un desvanecimiento.

Quienes conocían a Javier Ardines, un hombre alto y recio, en buena forma, y además con un carácter fuerte, están convencidos de que tuvieron que ser varios los autores, puesto que una sola persona, salvo que fuese de gran fortaleza, o movida por una rabia profunda, no habría logrado acabar con él.

Y está la cuestión de las fuertes voces que escuchó un vecino a primera hora de la mañana, cuando se supone que se produjo el crimen. Podrían tratarse de los gritos del propio Ardines, tratando de hacer entrar en razón a la persona o personas que le atacaban. Lo que parece evidente es que Ardines vendió cara su vida y pudo incluso llegar a forcejear con el homicida u homicidas, que pueden mostrar signos visibles del enfrentamiento.

Entorno cercano

La Policía Judicial de la Guardia Civil ha comenzado por interrogar a sus familiares y tratar de reconstruir las últimas 24 horas de existencia del concejal. Luego a los vecinos del pueblo, especialmente al vecino que escuchó los gritos y que un par de horas después encontró el cadáver. También al joven que faenaba con él.

Los investigadores se centran en su entorno de relación más cercano, toda vez que cabe descartar que fuese atacado por un desconocido, y una vez desechado el móvil del robo. La investigación avanzará en círculos concéntricos, analizando los diferentes ámbitos de relación del asesinado, comenzando por el laboral.

Ardines formaba parte de un Gobierno que había vuelto del revés Llanes, acabando con algunas situaciones de facto, e incluso poniendo en peligro algunos puestos y negocios, lo que bien podría haberle ganado fuertes enemistades. La cuestión es saber si esos enfrentamientos habían llegado a ser tan graves como para que alguien buscase deliberadamente causarle un grave daño, o incluso matarlo. Es una de las cuestiones que están teniendo en cuenta los investigadores.

Se mantiene un hermetismo absoluto sobre los avances de una investigación que debería dar sus frutos en poco tiempo, si no se quiere correr el riesgo de perder pruebas esenciales para el esclarecimiento del crimen. El Juzgado ha decretado el secreto del sumario para evitar cualquier entorpecimiento.

Hace ocho años, Asturias se vio golpeado por los crímenes de Alexis Feliz, el joven que mató en Cangas de Onís a Francisco Javier Viego Cuadriello y al taxista de Arriondas Guillermo Amieva. La prueba que llevó hasta el asesino fue un simple escupitajo, encontrado junto al coche del taxista. Quizá una prueba así termine aclarando el crimen del concejal.

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