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Emilio León acaricia el "botón nuclear"

Un sector de Podemos ve en la dimisión de su exportavoz una advertencia para condicionar su vuelta a las primarias a hacerlo rodeado de sus afines

Daniel Ripa y Emilio León, en la Junta. IRMA COLLÍN

Un paso atrás para tomar impulso. O un apartarse un poco buscando mejores posiciones para la ofensiva. Un marcharse sin irse del todo para presionar con el amago de la salida y volver más fuerte, o con más gente de la suya. A medida que se acerca la fase decisiva de la elección del cartel autonómico, en algún sector del polvorín en que se ha convertido Podemos Asturias se instala una versión parecida a ésta sobre el panorama posterior a la dimisión de Emilio León como portavoz en la Junta. Con la perspectiva del paso de las semanas y las primarias a la vuelta de la esquina, renunciar al cargo sin entregar el acta de diputado, como él hizo hace apenas un mes, sería un aviso con destinatario claro hacia el interior de un partido que enfila la carrera hacia las primarias del otoño con cierta conciencia de que va a necesitar todos los recursos a su alcance para repetir en 2019 los más de 100.000 votos que hicieron irrumpir a Podemos como tercera fuerza política en 2015.

Desde el anuncio de la dimisión, el pasado 24 de julio, León ha podido volver a comprobar el ascendiente que ha adquirido en la organización, o su percepción de que en amplios sectores del partido se ha estabilizado la convicción de que su cara en el cartel electoral sería la mejor garantía de éxito. Utilizando ese poder, el mensaje de la dimisión sería una suerte de advertencia hacia el secretario general, Daniel Ripa, con el que, según algunas fuentes, el exportavoz habría discrepado por el diseño de su lista para las primarias.

Visto así, el asunto sería más o menos el amago de repliegue del ciclista que se pone a rueda para esprintar con más fuerza, el órdago de quien advierte al secretario general de que ni puede competir con él ni tiene una carta mejor, y lo sabe. De hecho, el propio Ripa se apresuró a proclamar que como candidato nadie habría mejor que León. Y el caso es que él puede volver, sí, pero el mensaje oculto dice que si vuelve, vuelve con sus condiciones y en una candidatura en la que esté bien pertrechado de afines. Se trataría de hacer entender que él y Ripa se siguen necesitando mutuamente, o que quedarse solo equivale para el secretario general a arriesgarse a un desgaste que sumar al derivado de la previsión de una eventual erosión electoral en 2019 y al que pueda generar la ruptura interna que se ha desatado dentro del grupo parlamentario desde las cruentas primarias por el liderazgo en el partido, celebradas en diciembre.

Según esa interpretación, que ofrecen algunas fuentes desde dentro del partido, se trataría de enseñar que tiene al alcance de su mano el "botón nuclear" que dejaría solo y tal vez más débil al secretario general si no acepta sus condiciones. Por eso habría dejado la portavocía sin abandonar el escaño. De ahí el irse un poco sin marcharse del todo, anunciando la huida el mismo día que se iba de vacaciones, sin asistir a la reunión del grupo en la que se comunicaba su salida y dejando tras de sí, sin más detalles, la simple, ambigua y socorrida fórmula de los "motivos personales". Y luego el silencio.

Quienes sostienen esta versión recuerdan también que León ya quiso organizar su propio equipo de trabajo al margen del consejo ciudadano autonómico, donde Ripa ejerce su control. El caso es que Podemos se enfrenta a la previa de sus primeras primarias desde que está en las instituciones con esa amenaza de desgaste que supondría la pérdida del candidato, con unas perspectivas electorales que tendrían que mejorar mucho para ser excepcionales y con una herida abierta en el grupo parlamentario.

Porque la división en la Junta entre los ganadores y los perdedores de las primarias de diciembre no ha dado señales de cambio desde que la dimisión de Emilio León dejó la portavocía en manos de Enrique López, uno de sus reconocidos apoyos dentro del grupo. Es verdad que en medio ha estado el verano, y este agosto inhábil a efectos parlamentarios, pero el relevo no ha restañado los desencuentros que incluso llevaron a la retirada de la palabra entre vecinos de escaño y que hunden sus raíces en las desavenencias entre las candidaturas a la secretaría general. El proceso partió el grupo de nueve diputados en un seis contra tres, enemistando a los ganadores, los afines a Ripa -que llevaba tras de sí a León y a otros cuatro parlamentarios-, con los seguidores de la alternativa que lideraba Héctor Piernavieja, y que convenció a las otras dos diputadas, Rosa Espiño y Lucía Montejo.

Esa división germina como otra amenaza latente. En el río revuelto, ya Piernavieja abrió el juego proclamando, en plena tormenta posterior a la dimisión de León, que prefería a una mujer en el cartel electoral. Algunas miradas enfocaron a la diputada Sofía Castañón. Ella se desmarcó con la consabida puesta al servicio de la dirección y de la militancia.

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