"Imaginemos un poblado en esta colina; con toda su ladera fortificada y un espacio habitable minúsculo en lo alto. Este lugar jugaría un papel crucial en la organización política y económica del territorio. Además, a su alrededor tenían una serie de praderas donde podían desarrollar su actividad ganadera y agrícola". En la mente del arqueólogo y catedrático de Prehistoria de la Universidad de Oviedo Miguel Ángel de Blas, uno de los directores científicos de la excavación del castro de Alava, en Salas, todo encaja.

Las conclusiones del primer trabajo de campo realizado en esta colina, ubicada en la zona de la cuenca media del río Narcea y del río Pigüeña, hablan de un asentamiento de los años 800 o 700 antes de Cristo. Las tres catas realizadas desde el pasado día 6 indican que en la colina hay un castro donde se asentaron las primeras aldeas estables y fortificadas de Asturias. O lo que es lo mismo: es un asentamiento anterior a los romanos que marca el momento en el que las comunidades dejaron de ser nómadas para vivir en núcleos fijos. Quienes habitaron el castro de Alava no lo eligieron al azar. Tiene una posición estratégica al estar en una zona elevada y en la ribera de dos ríos.

Esta excavación, enmarcada en el proyecto "Beriso" de la Fundación Valdés-Salas, confirma que el asentamiento pertenece a la Edad del Hierro, pero no se puede asegurar, al menos por el momento, que sus habitantes se dedicasen a la minería de oro que se desplegó en su entorno, sobre todo durante el Imperio romano.

En el castro de Alava, a siete metros bajo tierra, "hay restos de cobre que tienen que ser analizados para saber si hubo actividad metalúrgica", dice Rubén Sánchez, director de campo del yacimiento. Sin embargo, la cantidad de restos de cerámica localizados en la excavación confirman que en el castro vivió gente, aunque para saber a qué se dedicaban habrá que esperar.

"Se han extraído semillas, pólenes y otros sedimentos que, tras la prueba del carbono 14, nos darán una fecha exacta del asentamiento, pero también datos de cómo era el paisaje y de qué vivían sus pobladores", explica, palo en mano, Ángel Villa, el otro director científico de la excavación.

El lunes toca echar tierra sobre los agujeros por los que los arqueólogos han logrado ver las primeras páginas de la historia de este poblado de hace más de 2.500 años. Es sólo el inicio. Continuará.