La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Medallas de oro de Asturias 2018 | Centros asturianos centenarios

"Somos una síntesis peculiar de Asturias"

Socios de los centros galardonados agradecen el premio a la constancia y se previenen contra años "difíciles" por el envejecimiento de la población expatriada: su proporción de mayores es incluso más alta que la de la región

"Somos una síntesis peculiar de Asturias" MARCOS LEÓN

Argentina, le dijo a Ismael Prieto una vecina de Cabranes, "debe de ser un país muy bueno o muy malo, porque los que se van no vuelven". En aquel momento, él se marchaba con la incertidumbre de todos los que, antes era cierto, en un alto porcentaje no regresaban. Pero Prieto ahora está en Gijón, y a su lado Onofre de Cos, "86 para 87, ciudadano de Cangas de Onís", recuerda que tiene contados los viajes de vuelta y que suman 37 en sus 69 años en Buenos Aires. El tiempo ha dulcificado la distancia como concepto, pero la persistencia del contacto, pese a todo, se percibe en estas voces de acentos revueltos que son de algún modo las de los más de 130.000 asturianos del extranjero en cuyo nombre recibirán la medalla de oro de Asturias los doce centros asturianos que ya han cumplido cien años, once americanos -siete de ellos argentinos- y el de Madrid.

Prieto Canellada, presidente de la Asociación de Empresarios Asturianos de Argentina, también presidió hasta 2001 el Centro Asturiano de Buenos Aires, que se fundó en 1913, que aún empuja con unos 4.000 socios y es una de las instituciones centenarias galardonadas además, por orden de aparición, de los de Madrid (1881), Tampa (1902), Rosario (1904), Santa Fe (1908), Uruguay (1910), Mendoza (1914), Mar del Plata (1914), las sociedades, clubes y uniones de La Habana (1877 y 1916), la Asociación Civil "Unión y Progreso" Social y Recreativa de Residentes de Degaña en Argentina (1916), Centro Juventud Asturiana de Siero y Noreña en Buenos Aires (1918) y México (1918).

Son, así lo dice el presidente del centro de Madrid, Valentín Andrés Álvarez, "una peculiar síntesis de nuestra querida tierrina". La medalla que recibirán en vísperas del próximo Día de Asturias es el premio a la resistencia de la lazada que no los separa de Asturias. O a la persistencia del vínculo mantenido por encima de las "muchas cosas que han pasado en cien años", sentencia Faustino García, quirosano con 57 años de vida en Buenos Aires. "Bien merecido lo tenemos", resumirá por todos Prieto. El autorretrato de la emigración como la síntesis, o como el "espejo" de Asturias, cobra sentido incluso cuando de la añoranza pasan los premiados a cierta lamentación por la constancia de que su población, como la de dentro, también envejece. El 27,5 por ciento de la colonia de asturianos en el extranjero tiene ya más de 65 años. Son casi tres de cada diez personas de un total que suma 131.757, tantos como el equivalente al tercer concejo de Asturias, y se ve que esa proporción es alta cuando se considera que hasta supera la que tiene el Principado, que con un 25,2 por ciento de mayores de 65 es la región más avejentada de España y una de las menos sostenibles de Europa.

La diáspora se hace mayor, y eso que la legislación ya permite desde 2007 adquirir la nacionalidad española a los hijos y a algunos nietos de emigrantes. Pero hasta ahora no ha bastado. José Antonio Miravalles, natural de Villaviciosa, habla con la experiencia de 41 años en Argentina. Campeón de bolos y expresidente del Centro Juventud Asturiana de Siero y Noreña en Buenos Aires, una pequeña colectividad de doscientos socios que celebra este año su primer centenario, asume que "cada vez hay menos socios asturianos", que "los próximos años van a ser difíciles", y que sí, que tienen hijos y nietos, pero que "por mucho que quieran, no lo sienten como yo", remata Faustino García. Aquí todavía nadie se quiere acordar ahora, de momento, del panteón del Centro Asturiano de Buenos Aires, de esos 1.400 nichos en los que los asturianos tienen cubierta también su "última casa".

La singularidad cubana

En Cuba, y ahora habla el presidente de la Federación de Asociaciones Asturianas en la isla, Longinos Valdés, el cementerio Colón de La Habana también conserva, como señal indeleble de presencia, 28 panteones con nombres de ayuntamientos asturianos. Su historia de resistencia es peculiar, como casi todo lo cubano. Su federación agrupa a 34 sociedades con nombres de concejos de la región y hasta 23 de ellas son centenarias, pero aquí más que en ninguna otra parte pueden contar lo que cuesta mantener el espíritu de la asturianía expatriada: desde la revolución castrista, hace más de sesenta años -"dos generaciones"- que no llegan emigrantes. Que no hay relevo.

"Cada vez hay menos sentido de pertenencia", constata Valdés, también desde que nos quitaron los votos de los ayuntamientos y aquí no vino más nunca ningún alcalde. Ni una carta, ni una felicitación de fin de año". Se refiere a la reforma de la ley electoral que impuso a los emigrantes el voto "rogado" y así, lamenta, "lo hicieron imposible".

Andrés Menéndez, de Cangas del Narcea y presidente adjunto del Centro Asturiano de Madrid, reclamaría también más ayuda, porque "no recibimos prácticamente ninguna" para la institución decana de todas las casas españolas repartidas por el mundo, o para los "más de 250 actos oficiales que organizamos cada año". El caso es que esta medalla a la resistencia estimula y, más que compensar, recompensa los años de nostalgia. "Quiere decir que estamos en el mundo, que nos toman en cuenta", agradece Manuel Arias, tevergano de Vigidel y presidente del Centro Asturiano de México, ese "mastodonte" de 33.000 socios y mil empleados que ejemplifica como ningún otro la potencia de la Asturias expatriada en sus metros y metros de terreno. Levantado todo, dice, casi a pulso. "Nunca hemos pedido un préstamo".

"No saben lo que tienen"

Es Manuel Arias quien resume con un "no saben lo que tienen" esta admiración que a este lado del charco sienten de nuevo ahora todos los que han vuelto a volver este verano a la región y ahora miran el mar a los pies del monumento a "La madre del emigrante", en el Rinconín de Gijón. "Llevamos nuestra Asturias en la mente y en el corazón", afirma Onofre de Cos, que viajó a Buenos Aires el 1 de agosto de 1949 y el 1 de diciembre ya era socio del Centro Asturiano. "Los de dentro no se dan cuenta", le acompaña José Manuel Cobián, de La Baraya, en Torazo (Cabranes), emigrante en Argentina, pero "tienen un paraíso de paz y tranquilidad impensable". Esa impresión ilustra la constancia de Andrés Menéndez de que "en Asturias no hace falta hacer asturianía; fuera de aquí sí". "El asturiano que vive en Asturias mira Asturias y no la ve", remata Ismael Prieto Canellada. Sigue habiendo "una postal en cada curva de la carretera".

Como punto de encuentro, los asturianos de los centros centenarios han escogido la compañía del monumento a "La madre del emigrante", la escultura de Ramón Muriedas que mira al mar desde el Rinconín, en Gijón, y rinde tributo a las abundantes despedidas de la Asturias expatriada. La deformación popular la ha rebautizado como "la lloca del Rinconín", pero Ismael Prieto Canellada, que ha vivido algunas veces esta escena, u otra similar, ha venido a pedir "más respeto hacia ella". En la imagen, bajo la escultura y de izquierda a derecha, Andrés Menéndez, José Antonio Miravalles, Onofre Luis de Cos, José Manuel Cobián, Faustino García e Ismael Prieto.

Compartir el artículo

stats