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ANTONIO MARÍA ROUCO VARELA | Cardenal, arzobispo emérito de Madrid

"Sin Covadonga, el Camino de Santiago no habría nacido"

"En un mundo que se globaliza, perder factores de unidad sociales, culturales y políticos es ir contra la Historia, y contra quien la dirige"

Antonio Rouco, a la derecha, con el arzobispo de Oviedo, Jesús Sanz, ayer, en La Granda. RICARDO SOLÍS

Antonio María Rouco Varela (Villalba, Lugo, 1936) es catedrático de Derecho Canónico, fue arzobispo de Madrid entre 1994 y 2014 y presidió la Conferencia Episcopal Española durante cuatro mandatos. Ayer intervino en el curso de La Granda "Covadonga. Verdad, belleza y bondad de trece siglos (718-2018)" con la conferencia titulada "Un Papa en Covadonga: San Juan Pablo II, el Auseva y Europa". En su disertación, el cardenal Rouco efectuó un análisis de la presencia de Karol Wojtyla en Asturias en el año 1989, una visita que siguió a la que el Pontífice polaco realizó a Santiago de Compostela, donde por entonces Rouco era arzobispo.

- ¿Por qué vino Juan Pablo II a Asturias?

-Esa decisión tuvo mucho que ver con el hecho de que en la primera visita de Juan Pablo II a España, en 1982, don Gabino Díaz Merchán, que era presidente de la Conferencia Episcopal, fue muy generoso y renunció a que Asturias fuese uno de los lugares de paso. En consecuencia, esa visita era casi de justicia.

- ¿Qué lectura hace usted hoy de aquel episodio?

-Quiero poner de relieve la estrechísima relación que hay entre Covadonga y Santiago de Compostela. Es una relación intensísima, no sólo en el terreno de lo fáctico, de lo histórico, sino también de su proyección hacia Europa. Sin Covadonga, el Camino de Santiago no habría nacido. Probablemente ni se habría tomado conciencia de la tumba del Apóstol en las tierras de Compostela. Y la proyección tan renovada y actualizada de Santiago hacia Europa no habría tenido lugar. El año de la visita, 1989, tuvo un enorme significado para Europa y para la Iglesia.

- Fue el año de la caída del Muro de Berlín...

-Los discursos del Papa dejaron un mensaje general, social, cultural, religioso, para la Europa de hoy, y luego un mensaje para la Iglesia. No han perdido ni un ápice de fuerza e intensidad. Sus contenidos siguen pesando en la realización de la unidad europea y en el acierto pastoral con el que la Iglesia debe asumir lo que san Juan Pablo II llamó nueva evangelización, siguiendo muy de cerca a quien pronto va a ser santo, Pablo VI.

- ¿Y qué significado le ve hoy a Covadonga?

-Es importante enlazar Covadonga y Santiago muy a fondo en la conciencia histórica, social, cultural y de la fe. Es una fórmula de apertura de la Iglesia a la herencia cristiana y a la herencia apostólica que no debe perderse, si es que la Iglesia quiere cumplir su misión con autenticidad y con fruto. Sin el sustrato religioso, hoy no podríamos hablar de Europa como una realidad política y cultural más o menos unida. En el actual contexto de un mundo que se globaliza, perder factores de unidad sociales, culturales y políticos es ir contra la Historia, y contra quien la dirige, Nuestro Señor, más allá de que los hombres se crean los amos de la misma.

- ¿Cómo ha visto las recientes palabras del Papa Francisco en Irlanda sobre los abusos sexuales cometidos por sacerdotes?

-A todos los papas les toca a veces llevar la cruz, y al Papa Francisco también. Esperemos que reciba consuelo y apoyo. Sobre el caso de Irlanda ya había hablado Benedicto XVI.

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