Rafael Sánchez Saus (Albacete, 1956) es catedrático de Historia Medieval de la Universidad de Cádiz. Ha sido rector de la Universidad San Pablo-CEU, de Madrid. Ayer pronunció en el Real Sitio, como clausura del curso de La Granda sobre Covadonga, la conferencia titulada "Sentido, providencia y formación de la conciencia histórica: la batalla de Covadonga". Previamente, concedió a este periódico una entrevista en la que analiza la relevancia del enfrentamiento entre cristianos y musulmanes, datada por algunos en el año 718, y de la que se celebra el decimotercer centenario.

- Historia y providencia divina. ¿Cómo se articulan?

-Desde el punto de vista cristiano, la Historia no es un azar, sino que tiene un sentido; y su desarrollo tiene como fin último la realización del reino de Dios en la Tierra.

- ¿Cómo se aplica este principio general a la batalla de Covadonga?

-Uno puede inventarse lo que quiera sobre el sentido de la Historia. Pero lo que tenemos aquí es que lo que algunos creen en el siglo IX, que es la reconquista y la restauración de una España cristiana, se realiza en el transcurso de los siglos posteriores. Aquellos señores, que podía parecer que estaban locos, resulta que tenían razón. Si se hubiese quedado en nada, el significado de Covadonga sería una nota a pie de página en la historia de la época. La clave es que aquel sentido que algunos le dan a la batalla casi desde el principio se cumple posteriormente. Sin ese sentido cristiano de la Historia, no se puede entender por qué a Covadonga se la da la significación que se le da.

- En la mentalidad actual no encaja mucho una concepción de esta naturaleza...

-Esta perspectiva es muy difícil de comprender en un mundo en el que dominan el relativismo extremo y la idea de que no sólo carece de sentido la Historia, sino el devenir humano. Eso explica la resistencia actual de muchos historiadores y del ambiente cultural para aceptar un hecho como el de Covadonga y su interpretación tradicional.

- ¿En qué momento histórico se empieza a tomar conciencia de que lo sucedido en Covadonga es un hecho relevante, el final de un proceso y el inicio de otro?

-Prácticamente desde el primer momento. Sabemos que ya en el siglo VIII los cristianos que se refugian en estas tierras huyendo del poder musulmán le dan a ese fenómeno una interpretación sobrenatural, como una expresión de la fuerza de Dios, de la potencia de Dios, y al mismo tiempo se consideran muy herederos de la situación previa a la invasión musulmana, del Reino visigodo de Toledo.

- ¿Ya puede hablarse entonces de una conciencia del concepto España?

-No tanto, eso sería mucho decir. Lo que sí hay es una conciencia de continuidad con las realidades previas, aunque limitada. Pero no porque haya una reflexión histórico-filosófica sobre eso, sino que se expresa según los medios de la época: las instituciones, la forma en que se organiza la monarquía asturiana desde que tenemos noticia, en que se intenta recoger y casi copiar lo más fielmente posible lo que se considera el esplendor de la monarquía visigoda del reino de Toledo... Se expresa en lo religioso, en el arte, en la continuidad cultural, en la onomástica, los nombres que se emplean... No cabe duda de que estamos ante factores muy importantes.

- ¿Cuándo comienza a surgir una idea más elaborada de vincular lo sucedido en Covadonga y la monarquía asturiana con intento claro de restauración de España?

-Quizá hay que esperar a otro momento un poco más adelante: cuando se produce la primera oportunidad real de recuperar el reino visigodo de Toledo bajo una nueva forma y de eliminar el poder musulmán en España.

- ¿Qué momento es ése?

-La segunda mitad del siglo IX, años 860-870, hasta el acceso de Abderramán III al trono de Córdoba, con un esplendor del califato que hace que estos proyectos tengan que aplazarse. Pero hay un momento, que coincide con el reinado de Alfonso III el Magno, en Oviedo, en el que da la impresión de que pueden realizarse las profecías que circulaban en relación con la caída del poder musulmán en España y la recuperación del territorio. Hay una guerra civil tremenda en Al Ándalus, antesala de los Taifas, y una serie de victorias cristianas y un asentamiento del reino de Asturias más allá de la cordillera, hasta la ribera del Duero... En ese momento adquiere pleno sentido el hecho de Covadonga.

- ¿Tiene algún fundamento buscar en Covadonga la legitimidad de la monarquía española?

-Evidentemente, así es como se ha experimentado a lo largo de los siglos. No es una cuestión actual ni del siglo XIX. En la historiografía de los momentos de máximo esplendor de la monarquía hispana, por ejemplo de los siglos XVI y XVII, es una cuestión que tienen clarísima. En un momento fundamental, como el reinado de los Reyes Católicos, hay muestras clarísimas de búsqueda y aceptación de ese precedente no sólo en la historiografía de origen castellano, sino también en la de Cataluña y de otras partes de España. Y, desde luego, a lo largo de toda la Edad Media, siempre se le concede un valor especial a Pelayo y a Covadonga. Incluso se intenta copiar el modelo: por ejemplo, en Aragón se construye San Juan de la Peña para los orígenes de su propia monarquía.

- ¿El simbolismo de la batalla de Covadonga es independiente de la envergadura real del hecho de armas?

-No sabemos ni sabremos qué pasó allí exactamente. Las fuentes de la época son oscurísimas. Pero eso es aplicable a prácticamente todos los hechos de armas de esa etapa: número de combatientes, modo en que se desarrolló la batalla... De los siglos VI, VII o VIII hay poquísimas fuentes. Hoy se da mucha importancia a ciertos detalles, sobre todo a los cuantitativos. Pero estamos en otro mundo. Lo que tiene importancia en el caso de Covadonga es la interpretación que se hizo desde muy pronto. Para la gente de aquella época era mucho más importante la interpretación simbólica a la luz de un sentido de la Historia, que saber exactamente lo que pasó. Y así ha funcionado el conocimiento en el mundo, no sólo en Europa, hasta el siglo XVIII. Lo que no podemos es pedir a gente de los siglos VIII, IX o X que den satisfacción a los requerimientos intelectuales de hombres del XX o el XXI.

- ¿Qué hechos pueden considerarse irrefutables?

-Que sucedió algo está fuera de duda. Y que fue impactante para la gente de la época que vivía aquí, también. Si eso no hubiese tenido después trayectoria ni trascendencia, y el reino de Asturias se hubiera arruinado y hubiese caído, no habría tenido la importancia que después le hemos dado. Lo importante, insisto, es que el sentido que se da a esa batalla termina realizándose.

- ¿Qué concluye usted de todo esto?

-Que con Covadonga estamos hablando de una joya desde el punto de vista ideológico-político. Porque, además, está vinculado con el intento, desde los primerísimos tiempos, de vincular eso con el reino visigodo de Toledo. Y eso nos lleva al siglo VI, al III Concilio de Toledo y a la monarquía visigoda católica a partir de Recaredo. Hablamos de 1.500 años. No hay ninguna monarquía en el mundo que pueda reclamar eso, salvo la japonesa. Pero como en España somos así, pues en vez de darle a esto la importancia que tiene, incluso como mito fundador, lo que hacemos es negarlo, porque no queremos aceptar la originalidad y la potencia de nuestra propia Historia.

- ¿Muy original y potente la Historia de España?

-España es una de las cuatro o cinco grandísimas naciones forjadoras de la Humanidad. Eso no lo duda nadie.