La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Letizia empieza hoy a ser madre de Reina

La periodista ovetense que se casó con Felipe VI, que ha protegido siempre a sus hijas de la atención mediática, acompaña a su primogénita en sus primeros pasos hacia el reinado

Una imagen familiar de la Reina Letizia con sus dos hijas, Leonor y Sofía. EFE

No sabían que sus destinos se unirían algún día. Aquella jornada histórica del 1 de noviembre de 1977 ante la Santina de Covadonga, el futuro Rey Felipe daba un paso decisivo para acercarse al trono de España. Era sólo un niño a punto de cumplir 9 años. A pocos kilómetros, una niña ovetense vivía su infancia sin imaginar que algún día ella misma entraría en la historia de su país al lado de quien, entonces, era alguien inalcanzable. Nada menos que un príncipe, pero de los de verdad. Letizia Ortiz, que había nacido un 15 de septiembre de 1972, tampoco podía sospechar, por poderosas que fueran sus fantasías, que décadas después la primogénita de sus hijas, Leonor, seguiría las huellas de su padre para iniciar el viaje hacia un destino real. Cuando Letizia y Leonor se crucen las miradas en un momento tan importante, con los majestuosos paisajes asturianos como escenario insuperable, seguramente una corriente de íntima complicidad las unirá aún más de lo que ya están: la Reina, extremadamente prudente a la hora de exponer a sus hijas a la atención mediática, sentirá probablemente esa agridulce sensación que se apodera de muchos padres cuando son testigos de momentos clave en los que se empieza a fraguar una madurez incipiente. La Reina verá cómo su primogénita, al igual que ocurrió cuando recibió de manos de su padre el emblemático Toisón de Oro, comienza a dejar atrás la infancia para adentrarse en una nueva etapa vital que la obligará a afrontar retos y circunstancias que otras niñas de su edad -incluida su hermana Sofía- no conocerán nunca. Un preámbulo para el otro gran momento que se espera con expectación e impaciencia: la presencia de la Princesa de Asturias en la ceremonia de entrega de los premios que llevan su nombre en el teatro Campoamor de Oviedo, la ciudad que vio nacer a su madre.

Ocurrió un día de frío y nubes. Letizia Ortiz Rocasolano Álvarez del Valle Rodríguez Velasco llegó a este mundo con ganas de fiesta: San Mateo estaba en su apogeo. Era viernes, la cartelera de cine estrenaba la morbosa "Morbo", del ovetense Gonzalo Suárez con el mierense Víctor Manuel y la que sería su inseparable Ana Belén. La hemeroteca recuerda que se sometía a consejo de guerra al poeta José Ángel Valente, Israel ultimaba detalles para invadir el Líbano, Mariano Haro regresaba de Múnich con medalla, la ópera ovetense celebraba sus bodas de plata con "La figlia del Regimiento", el Real Oviedo viajaba a Barcelona y el Sporting luchaba contra el Español. TVE estaba "Embrujada", sonaba "La casa del reloj" y en el Filarmónica actuaba Emilio Gutiérrez Caba.

Letizia fue inscrita en el Registro Civil el día 19. Su padre se las vio y se las deseó para proteger la "Z" que años después se convertiría en una muletilla al presentarse: "Hola, soy Letizia, con Z". Quedó claro. Sus hermanas Erika y Thelma también podían presumir de nombres atípicos para la época. Su padre, Jesús Ortiz, nacido en Ribadesella, fue fundador y exdirector de Antena 3 Radio en el Principado. Su madre, Paloma, era una enfermera madrileña de ideas reivindicativas que nunca la abandonaron. Vivían en un octavo piso en la calle General Elorza y sus vecinos la recuerdan como un torbellino rubio que no se estaba quieta. Mientras sus padres cenaban con matrimonios amigos, Letizia montaba grandes saraos con las hijas de los invitados por los pasillos.

En 1980, la futura Reina entró en el colegio público de la Gesta para estudiar EGB. La estudiante Ortiz tuvo el expediente académico 3.467. Y una nota sobresaliente. En las aulas de la Gesta no pasó inadvertida. Una niña inquieta y sonriente de ojos grandes ojos en estado de permanente alerta: quería enterarse de todo. Y expresarlo bien con las palabras justas y necesarias: muchos antes de ser una eficaz presentadora de televisión, Letizia Ortiz destacaba sin problemas en Lengua y Ciencias Sociales. De enorme curiosidad y muy expresiva, la dominaban las ganas de comunicar: su primer trabajo fue en séptimo de EGB como guionista de "El columpio", un programa de radio infantil. Toda una señal del destino. Por la tarde, la perfeccionista Letizia iba a Radio Oviedo, emisora en la que trabajaban su adorada abuela Menchu Álvarez del Valle ante los micrófonos y su padre en el área técnica. Allí merendaba y hacía sus deberes con la música de fondo de las retransmisiones en directo y las máquinas de escribir ametrallando el aire. Periodismo en estado puro. Ella misma lo contó: "Vivía rodeada de periódicos y recuerdo a mi padre, de madrugada, dirigiéndose al Naranco porque había una avería en el equipo emisor de radio".

Terminó la EGB y Letizia se fue al Instituto Alfonso II, donde sólo la vieron un año. No se dejaba intimidar y se mostraba como una pequeña adulta. Hablaba por los codos, participaba sin titubeos en las clases y sentía devoción por las palabras, ya sea para escribirlas en la revista del colegio o para pronunciarlas en funciones teatrales de Navidad. Amaba disfrazarse y bailar. Con 6 años, Letizia se puso a las órdenes de Marisa Fanjul, a cuyo estudio en el número 17 de la calle Melquíades Álvarez iba varios días a la semana con sus hermanas y su madre, Paloma.

Cuando ella terminaba de bailar, esperaba a las demás haciendo los deberes o devorando bocadillos de Nocilla. Pedía que le detallaran sus errores para corregirlos, como haría lustros después como periodista. Podía haber sido una buena bailarina. Su profesora así lo pensaba: una persona con clase y dulzura.

Erika con "K" estudió Bellas Artes y Thelma con "H" eligió Ciencias Económicas. Eran hermanas y buenas amigas. En 1987 la familia se fue a Madrid por el traslado laboral del padre. Letizia tenía 15 años. Allí vivían sus abuelos maternos, Francisco Rocasolano -de taxista- y Enriqueta Rodríguez. Se instalaron en la urbanización Montesport, en un chalé adosado de dos plantas con una parcela de 500 metros. Nostalgia de Asturias: Jesús Ortiz preparaba en Reyes una fabada, el mejor regalo para una familia que acudía casi cada verano a Ribadesella en La Arquera, un caserón del siglo XVIII, donde los esperaban con los brazos abiertos sus abuelos. "Yo me meto en el agua, aunque me duelan las orejas, porque a veces duelen. Pero lo echo mucho de menos, porque está el paisaje, el ambiente, el aire que respiras, tomar unas parrochas con un culín de sidra, y ese cielo gris, plomizo, que me encanta y que prefiero al velazqueño Madrid, que a veces me impone", contaría Letizia, quien siguió sus estudios en el Instituto Ramiro de Maeztu, donde conoció a un profesor de aire bohemio y apasionado de la literatura, Alonso Guerrero, su futuro primer marido.

Se matriculó en la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense, donde nació una imagen de estudiante con avidez de lecturas. Letizia Ortiz fue una alumna de buena nota que matizaba poco a poco su vocación: quería ser reportera. Aunque no rechazaba acudir a fiestas o salir de copas por las noches, sus gustos iban más por el café tranquilo con compañeros y amigos. Y siempre con su baile de manos para acompañar sus palabras. A la hora de elegir un medio donde realizar las prácticas estivales, Letizia Ortiz lo tuvo claro: LA NUEVA ESPAÑA, el periódico de su tierra. El 3 de julio de 1992, con un poco de retraso respecto a sus compañeros, la estudiante pisó fuerte en una redacción que no tardó en fijarse en ella. Impetuosa, tozuda y sin reparos en adornar su vocabulario con alguna palabrota bien administrada, Letizia recalcó a diestra y siniestra su "Z" y pronto mostró deseos por aprender pronto y mucho.

Después llegarían más prácticas en otros medios y, finalmente, el paso a la televisión. Primero se curtió en el Canal 24 Horas, luego en "Informe semanal". Pronto se convirtió en una de las presentadoras más respetadas y conocidas. Corría el mes de octubre de 2002 cuando Manuel Rubio, director adjunto de "Informe semanal", invitó a la periodista a acompañarle a una cena en casa de Pedro Erquicia, un ático de la calle de Alcalá, porque su esposa no podía asistir. Erquicia había conocido al Príncipe Felipe gracias a una amiga en común, la fallecida Pilar Miró. Aquella fría noche de octubre de 2002, Felipe de Borbón acudió a la cita sin sospechar que se produciría un encuentro decisivo en su vida. Hacía nueve meses que el Príncipe había anunciado la ruptura de relaciones con Eva Sannum. Letizia se había divorciado de Guerrero en 1999. Dos solteros que se gustaron al primer cruce de miradas. No lo sabían entonces, pero muchos años antes, ambos estaban en Asturias un histórico 1 de noviembre de 1977. Él estaba en Covadonga. Ella, en Oviedo. El destino había decidido unirlos.

Compartir el artículo

stats