"¡Levántate, amada mía, hermosa mía, ven a mí...".

Un pasaje del libro más maravillosamente sensual de toda la Biblia, "El cantar de los cantares", resonó ayer como primera lectura de la misa celebrada en la basílica para conmemorar los centenarios de Covadonga y, de modo singular, la presencia de la Familia Real, con la jovencísima Leonor, Princesa de Asturias, desplegando un protagonismo desconocido hasta la fecha.

Sólo los invitados al festejo pudieron acceder al templo. Los ciudadanos de a pie, los incondicionales de Covadonga, tuvieron que conformarse con las pantallas del exterior. En el oficio religioso, el arzobispo de Oviedo, Jesús Sanz Montes, puso el calor con una homilía de esplendidez literaria -llegarán prelados mucho más planos-, cargada de contenido religioso e histórico, y susceptible de una lectura socio-política que vino a suplir el silencio del Rey en toda la visita.

Baste un botón de muestra de la homilía del Arzobispo: "En Covadonga nace un pueblo con clara denominación de origen, celoso de su forma de ver las cosas, y que no se amilana cuando hay que reconquistar con nobleza lo que se invade hurtándonos nuestro terruño patrio, lo que se nos usurpa empobreciéndonos, lo que se nos diluye imponiéndonos creencias tan intrusas e ideologías tan ajenas que terminan vaciándonos de lo que somos".

Al igual que hiciera un siglo atrás el ministro de Fomento, el catalán y catalanista Francesc Cambó, Sanz Montes propuso lo que a su juicio debe centrar una "nueva reconquista". Su mensaje no debió de dejar indiferente al ministro de Agricultura, Luis Planas, ayer en tareas de ministro de jornada. Sanz dijo: "Hoy la reconquista pasa por otras lizas, y son otros los retos que nos desafían. Son también diferentes los turbantes de hoy ante las cosas que nos turban preocupantemente cuando la vida en todas sus fases, la familia y su tutela, la educación intervenida o la libertad cercenada, se malvenden en una almoneda trucada y abaratada".

Si el calor lo puso Sanz Montes, arropado por un amplio elenco de concelebrantes -entre ellos una decena de arzobispos y obispos-, el frío -digamos, tibieza- corrió a cargo de la Familia Real, que se había subido en coches para recorrer las decenas de metros entre la Cueva y la basílica, evitando así cualquier exceso de contacto con el pueblo; y que a la hora de la comunión optó en pleno por la abstención, encauzando a la Princesa niña por la vía de la neutralidad, incluso en el santuario mariano en el que la monarquía española busca raíces y legitimidad.

Calor, tibieza... y dulzura. La voz aterciopelada, armoniosa, arrulladora de una monja de hábito color café con leche envolvió no sólo a quienes seguían la misa desde dentro, sino también a los de fuera. La madre Cruz de Santa María leyó el fascinante pasaje del Apocalipsis que habla de "una gran señal en el cielo: una mujer vestida del sol, con la luna debajo de sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas". La monja de la dulce voz es la superiora del convento de las Hijas de Santa María del Corazón de Jesús, comunidad que dirige la casa de ejercicios de Covadonga.

La misa había comenzado con media hora de retraso sobre lo previsto. Hace un siglo, Alfonso XIII asistió a un oficio largo, con Te Deum incluido. En la agenda de ayer, la ceremonia estaba encajada en 50 minutos. Finalmente, duró una hora. La retransmisión televisiva eludió planos de la Familia Real, seguramente con el fin de limitar la exposición de la Princesa de Asturias. Pero este juego de corsés no impidió el brillo de la Escolanía de Covadonga. El grupo de niños cantores, con 36 voces de edades comprendidas entre 8 y 20 años, con Fernando Álvarez al órgano, interpretó un Gloria en castellano de José Jordán y un Agnus Dei de Karl Jenkins, entre otras piezas.

La ceremonia concluyó con el himno de la Santina, de Sagastizábal, que como es bien sabido califica a Covadonga como "cuna de España". Esta expresión, señaló el arzobispo de Oviedo en su homilía, "no es un requiebro patriotero, sino la afirmación noble que nace de un sentimiento de pertenencia, que nos permite no sólo nacer, sino también crecer y madurar hasta alcanzar nuestro destino en paz y convivencia.

Ayer, en Covadonga "nació" a la vida pública una Princesa de Asturias: Leonor, que en mes y pico cumplirá trece años. Una adolescente que se encontró con la Santina ante los ojos de sus fans asturianos. "Mucho nos ha prestado haber contemplado el primer encuentro entre una Virgen Reina coronada y una jovencísima Princesa", proclamó el arzobispo de Oviedo.