Ante La Santina, doña Leonor recibió el bautismo como Princesa de Asturias en ejercicio. No podía ser en otro lugar. Allí , a los pies del rocoso monte Auseva comenzó hace 13 siglos un reino y allí se inició ayer la primera visita oficial de las hijas de los Reyes de España. "Es precioso ser testigos del encuentro en la Santa Cueva entre la Virgen de Covadonga coronada y la jovencísima Princesa de Asturias", señaló con emoción el arzobispo de Oviedo, Jesús Sanz Montes.

Cinco minutos después de que las campanas de la basílica de Covadonga anunciaran el mediodía, la Familia Real llegó a la puerta de la Santa Cueva de Covadonga. Lo hizo en dos coches. En uno el Rey Felipe y la Reina Letizia, y en el otro las sonrientes Princesa Leonor e Infanta Sofía, que tras poner pie en tierra, entre el griterío, por un instante dudó hacia donde dirigir sus pasos. Luego no se separó de su madre en todo el recorrido. Leonor, junto a su padre.

El presidente del Principado, Javier Fernández; la delegada del Gobierno en Asturias, Delia Losa; el presidente de la Junta, Pedro San jurjo, y el alcalde de Cangas de Onís, José Manuel González, le dieron la bienvenida a los miembros de la Familia Real junto a los representantes de la Iglesia: el arzobispo de Oviedo Jesús Sanz, el vicario general Jorge Juan Fernández Sangrador y el abad de Covadonga, Adolfo Mariño.

Ya dentro de la Santa Cueva, el Rey, que la visitaba por quinta vez (1977, 1980, 2001 y 2004), hizo de guía para la Princesa Leonor. A la altura de las tres cruces de piedra que quedan del antiguo Vía Crucis le indicó que mirara para ver, encuadrada por la roca, la basílica de Covadonga, una postal que que está en la retina de la mayoría de los asturianos.

Sin detenerse, y seguidos por un puñado de autoridades, llegaron a los pies de "La Santina" en el día en e l que se celebra el centenario de su coronación canónica por el Papa Benedicto XV. Bajo su manto rojo, los reyes y sus hijas oraron y el arzobispo les dirigió unas palabras que comenzaron con trazo paisajista y fueron cargándose de peso histórico y religioso. "Conmueve el silencio de este rincón, que interrumpe sólo el murmullo de la cascada ,cuyas estrofas resuenan en el valle como dulce melodía (...). Hace ahora mil trescientos años un puñado de hombres junto a Pelayo buscaban en estas montañas el refugio y el amparo en la batalla que daban a quienes hostilmente les acorralaban. La pericia de su estrategia militar, la complicidad de este enclave y la invocación a la Madre de Dios, fue para ellos una providencial ayuda. Trece siglos de historia cristiana reconquistada tuvo aquí su comienzo con la invocación a la Virgen de Covadonga, nuestra Santina" , señaló el arzobispo, que más tarde dirigió sus palabras a la Princesa de Asturias, protagonista d ela jornada, para destacar que su primer acto institucional fuera de Palacio se produjera allí en Covadonga, "donde la realeza española tiene su cuna en su secular historia".

"Ante la Virgen de Covadonga ponemos vuestro importante destino, Alteza ,como en su día se puso el de vuestro padre hoy felizmente reinante. Que la Santina guíe vuestros pasos y que vuestra Alteza crezca sana, sabia, santa y guapa como aquí llamamos a las cosas y personas hermosas", deseó el arzobispo de Oviedo, que obsequió a los Reyes con la medalla conmemorativa del centenario de la coronación de La Satina (que está numerada y a ellos se les entregó la primera de la serie) y a la Princesa y a la Infanta les entregó dos pequeñas joyas: una medalla de la Virgen de Covadonga en oro dorado y oro blanco, que en su corona lleva unas piedras preciosas, y en el reverso la Cruz de la Victoria.