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La princesa se siente "bien" en Asturias

Tímida y contenida, Leonor atendió con una sonrisa de oreja a oreja, y bajo la atenta mirada de la reina, los requerimientos de los ciudadanos detrás de las vallas

El Rey y Leonor miran con interés una cámara en el Museo y, a la derecha, posan con los niños de la Escolanía. LUISMA MURIAS

"Alteza, ¿qué tal por Asturias". Y Leonor sonrió: "Bien".

Un "bien" expresado con cierta timidez y contención; con algo de duda, sabedora de que quizás no debería haber salido nada de su boca. Pero enmarcado en una amplia, cautivadora y angelical sonrisa.

La Princesa de Asturias, Leonor de Borbón, visitó ayer por primera vez de forma oficial la tierra que da nombre a su título e inevitablemente fue el centro de todas las miradas en Covadonga, donde le esperaban las máximas autoridades de la política y de la Iglesia asturianas -a las que saludó correctísima y educadamente-, mientras le aguardaban en la calle cientos de ciudadanos ansiosos por observarla, escrutarla y arrancarle un saludo, un apretón de manos o una fotografía.

No les defraudó. Ni ella ni su hermana Sofía, más suelta y relajada, y también un pelín más alta, pese a tener casi dos años menos. Ambas cumplieron con el guión esperado: acercarse a la gente, saludar y atender con una sonrisa de oreja a oreja lo que les decían. Su madre, la Reina Letizia, se encargó de controlar cada paso, cada gesto de las niñas, a las que cogió de la mano, arropó con sus brazos y daba explicaciones si la situación lo requería.

El "bien" por Asturias que soltó Leonor fue, quizás, un fallo en el guión establecido, pero que hizo ganar enteros a una Familia Real que poco más de una hora antes -ya pasado el mediodía, con algo de retraso-, al llegar a Covadonga, había recibido silbidos al optar por recorrer en coche los escasos metros que separan la Santa Cueva de la Basílica. Cayó su popularidad en picado en cuestión de segundos por un mal gesto que no se entendió detrás de las vallas, donde muchos aguardaban desde antes de las nueve de la mañana para verles.

Pero si rápido fue el resbalón de los Borbones nada más pisar Covadonga, mucho más lo fue la forma en la que volvieron a meterse a la gente en el bolsillo cuando se decidieron, después de la misa, a saludar a los concentrados en la explanada.

De las niñas se dijo de todo y bueno: muy ricas, educadas, guapísimas. Del Rey, guapo y atento, aunque alguno quiso ver "cierta distancia" hasta ahora inexistente en su saludo producto, quizás, de sus cuatro intensos años de reinado. Y de Letizia: "Gana en las distancias cortas, sorprende de repente su atención, y es también la más nerviosa". Ayer, esto último, por partida doble: ejercía de reina en su tierra, y de madre sufridora -fue imposible ocultarlo- por ver a sus pequeñas ante los focos.

Con todo, ellas fueron mucho más relajadas que sus padres, quienes se repartieron la tarea de guiarlas: Felipe VI llevó de la mano a la heredera y Letizia, a Sofía; la primera, de azul claro a conjunto con la corbata del Rey, un color en lo que se vio un guiño a la bandera asturiana.

Casi ningún plano de la familia durante la misa salió en las pantallas, se quejó la gente, ansiosa de ver a la heredera de la Corona, que atrajo a Covadonga no sólo a asturianos, sino a habitantes del resto de España. Ella se sintió "bien" en Asturias y con eso todos se quedaron contentos.

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