La Audiencia Provincial de Oviedo ha condenado a un hombre a 15 años de cárcel por amenazar, vejar, agredir y violar a su mujer, especialmente a partir del momento en que ella se quedó embarazada, y a la que tendrá que indemnizar con 20.000 euros por las secuelas.

El hombre, D.M.S., al que también se le impone la prohibición de acercarse a la mujer a menos de 500 metros, ha sido condenado por delitos continuados de agresión sexual, con la agravante de parentesco, maltrato de género habitual, violencia de género y vejaciones injustas.

El fallo relata que D.M.S. mantenía una relación de pareja que, tras un primer periodo de normalidad, empezó a transformarse en episodios violentos debido a su carácter "agresivo, controlador y celoso" que empezó a agravarse cuando su esposa se quedó embarazada.

A partir de ese momento, el acusado estableció un clima de violencia en sus relaciones, insultándola o acusándola de no cuidar bien a sus hijos. De las agresiones verbales el acusado pasó a las físicas, cogiendo a su mujer por el cuello, los brazos, el pelo y arrastrándola por el suelo y con zarandeos.

El tribunal sostiene que el acusado ejercía un gran control sobre la esposa, a la que encerraba en casa junto a sus hijos y una sobrina, y a la que le quitaba el teléfono móvil.

Además, le acompañaba y recogía diariamente en su trabajo y le acusaba de mantener relaciones con otros hombres, fiscalizando incluso su aspecto físico, diciendo cómo tenía que llevar el pelo, cuál debía ser su forma de vestir y de arreglarse.

El acusado la obligaba además a mantener relaciones sexuales, casi diarias, y le ordenaba permanecer desnuda sobre la cama hasta que él le indicara que se vistiera. Cuando la mujer se quedó embarazada, el acusado siguió intentando "menoscabar su tranquilidad y sosiego" hasta el extremo de provocar un accidente de tráfico accionando el freno de mano, lo que provocó que el coche girase sobre sí mismo y golpeara contra el quitamiedos de la autovía por la que circulaban.

Una vez finalizada su relación, el hombre se marchó a vivir a Huelva, pero cuando regresaba para visitar a un hijo en común a su domicilio, en Gijón, seguía acosándola. La mujer acudió en septiembre de 2015 al servicio de Salud Mental del Hospital de Cabueñes, donde los especialistas apreciaron que sufría ánimo depresivo, pesadillas, insomnio y recuerdos intrusivos de escenas violentas, compatibles con un estrés postraumático.

Tras esta consulta fue derivada a psicoterapia grupal de violencia de género, donde permaneció hasta marzo de 2016, al presentar como secuelas victimización de violencia física, psicológica y sexual, compatibles con un trastorno de estrés postraumático.