El sacerdote lavianés José Manuel Álvarez Iglesias, a quien todos conocían con el apelativo de "Pepe el Comunista", falleció anoche en Oviedo a los 97 años de edad. Encarnó la definición precisa del cura obrero y fue el pilar de la pastoral social de la Iglesia asturiana. El funeral por su descanso se celebrará mañana jueves, a la una de la tarde, en la iglesia parroquial de Santa María de Pola de Laviana, localidad en la que será enterrado. Además, se celebrará el viernes, también a la una de la tarde, una misa por su alma en la iglesia de San Pablo de la Argañosa, en Oviedo. Con él se va un cura de carácter que supo conectar con la realidad social de su tiempo.

El sobrenombre se lo pusieron los militares del cuartel del Milán de Oviedo, que se referían así a él al verle siempre rodeado de trabajadores. Corrían entonces los años cuarenta del pasado siglo, y Pepe Iglesias recibió del entonces obispo Benjamín de Arriba y Castro la encomienda de ser consiliario del Apostolado Obrero.

Hijo de minero, nació el 15 de mayo de 1921 en Pola de Laviana. Fue testigo de cómo la localidad de las Cuencas celebró con voladores la llegada de la República. El estallido de la Guerra Civil le pilló fuera de Asturias, estudiando con los Salesianos, pero los efectos del conflicto bélico marcaron huella en él. "Al volver a Laviana me encontré con el hambre y el clima de la guerra", aseguró él mismo en sus memorias, publicadas por LA NUEVA ESPAÑA en diciembre de 2013. Se involucró en el movimiento de Acción Católica, de la que fue presidente en Laviana. Ya entonces su extraordinaria sensibilidad social le llevó a volcarse con los más necesitados: enfermos y jóvenes fueron el objetivo de la organización.

Con 18 años ingresó en el Seminario de Valdediós, aunque allí no terminó de encajar y temió perder su vocación, pero los dominicos le abrieron la vía para estudiar en la Universidad Pontificia de Salamanca, donde escuchó por primera vez hablar del marxismo.

Una vez ordenado sacerdote regresó a Asturias, donde, por sus orígenes en Acción Católica, asumió la pastoral obrera. Se formó al lado del sacerdote José Arenas, al que llamaban "el apóstol de los obreros", y en la parroquia de Olloniego. Vivió la gestación y nacimiento de los movimientos obreros cristianos, como la HOAC (Hermandad Obrera de Acción Católica) y la JOC (Juventud Obrera Católica). Tras una estancia de formación en Málaga impulsó la creación de la Escuela Social Sacerdotal de la Diócesis de Oviedo, que aprobó el obispo Benjamín de Arriba, pero que cerró su sucesor, Francisco Javier Lauzurica.

Su compromiso con la causa obrera le hizo pasar por situaciones delicadas. En plenos conflictos mineros de 1957 en el pozo María Luisa, fue interrogado por la Brigada Político-Social de la Policía por una publicación de análisis de la situación en el pozo. Fue condenado a arresto domiciliario. Ese punto de inflexión marcó las "arremetidas constantes por parte del Gobierno Civil", según él mismo relató en sus memorias. José Manuel Álvarez Iglesias se volcó en la JOC y en la HOAC en los tiempos del arzobispo Lauzurica, justo en la mitad del siglo XX. "Gracias a estos movimientos salió un clero totalmente distinto del anterior y del de ahora, un clero que antes del Vaticano II ya había abierto la capacidad de dialogo hasta límites extraordinarios", recordaba en sus memorias. En 1952 creó la Escuela Social en El Rancho, más allá de Ventanielles. Durante esa década se afanó en la defensa y dignificación de los obreros, no sólo en Oviedo sino también en Gijón (Fábrica de Moreda). Tanta actividad acabó incomodando y en 1960 "entre el obispo Lauzurica, el ministro Camilo Alonso Vega y el gobernador lograron que desapareciera de aquí con la maletina por los problemas políticos con la Policía", recordaba hace apenas cinco años. La excusa para alejarle a Madrid era que se recuperara de sus dolores de ciática. A los dos años de su destierro en la capital, le proponen ser consiliario nacional de Acción Social Patronal, donde trató con grandes empresarios y bancarios de aquel tiempo, entre ellos el barón de Grado: "Hicimos cursillos para que los empresarios también se empaparan de la doctrina nueva del Vaticano II", relataba "Pepe el Comunista".

De la mano de Gabino Díaz Merchán regresó a Asturias para ser vicario general a la Diócesis asturiana, "en la que había dos corrientes en el clero; un movimiento aperturista y 'progre' y otro conservador". "Al pobre don Gabino le acusaron de muchas cosas, y también de rojo", recordó. Con la herramienta que suponían la JOC y la HOAC, formadas en Asturias por 60 curas con "un estilo nuevo de presencia en el mundo", se fue transformando en Asturias la imagen del clero ante los obreros y laicos.

Tras un año como vicario general pidió permiso a Díaz Merchán para trabajar en una fábrica, por lo que se incorporó a una factoría en Lugones. Terminó por encargarse de la formación laboral lo que propició la anécdota de que llegase a impartir un cursillo al entonces líder del SOMA, José Ángel Fernández Villa.

Hombre poco amigo de las labores administrativas, terminó por pedir ser relevado como vicario general para pasar después a la delegación de Iglesia y Sociedad con Nicanor López Brugos. Corrían los años 80, en los que el paro castigaba duramente a Asturias. Promovió cooperativas de desempleados y tras jubilarse continuó al frente de la Acción Social Empresarial en Asturias.

En sus últimas manifestaciones, se mostraba esperanzado con los nuevos aires que se vislumbraban con la llegada del Papa Francisco. "Sus gestos tienen un valor bárbaro: presentar una Iglesia cercana y próxima, que acepta a los hombres en lo que son y a partir de eso los ayuda". Fue nombrado Prelado de Honor de Su Santidad, una distinción hoy ya desaparecida. Con él se va la memoria de una época en la que la Diócesis asturiana tuvo que adaptarse a la realidad social de una tierra de obreros y con fuerte anticlericalismo. Su ejemplo sigue vigente.