"Christian se compró un perro de raza rottweiler y decía que lo estaba entrenando para mordernos si no obedecíamos sus órdenes". Tres de las víctimas de los hermanos Christian Ali y Sebastian Sandulache relataron ayer las condiciones de vida, maltratos y palizas a los eran sometidas por los cabecillas de la red de trata de blancas que están siendo juzgados en la Audiencia Provincial de Oviedo. Una de ellas afirmó que a otra chica "la drogaron y violaron tanto que pensamos que estaba muerta".

"Tenía (Christian) dos katanas, un cuchillo grande y un palo de béisbol", añadió antes de asegurar que "siempre encontraban un motivo para darnos palizas". Otra, testigo protegido, explicó los motivos en primera persona. "Tengo mucho miedo estar sola en la calle y miedos que no me explico. Me amenazaban y me decían que me iban a matar y mandar en una maleta para casa".

El juicio contra los hermanos Sandulache es el de mayor trata de blancas que se haya celebrado en el Principado. En la sesión de ayer, tres víctimas de la red, todas ellas rumanas, relataron los horrores a los que se veían sometidas. Dos lo hicieron por videoconferencia y una de ellas, la que declaró en la Audiencia, no pudo contener las lágrimas al relatar su historia. Todas ellas, incluso las que declararon por videoconferencia, lo hicieron protegidas por un biombo para no ver ni ser vistas por los presuntos proxenetas.

Maltrato psicológico

La primera en declarar señaló que llegó a España en coche con los dos hermanos, y que sabía que venía a prostituirse, pero las condiciones no eran las pactadas en Rumanía. "No me maltrataron físicamente, pero sí psicológicamente. Y en mi presencia pegaban a las otras chicas". Y añadió que a dos de ellas, también acusadas, "eran a las que más pegaban". También señaló que "todo el dinero iba a sus bolsillos" y que la obligaron a abortar.

El segundo testimonio también fue por videoconferencia. La chica relató que llegó a España pensando que iba a trabajar cuidando a personas mayores y al día siguiente se encontró trabajando en un prostíbulo, sin documentación, ni dinero y con una deuda que nunca se acababa. "Me quería morir. Me obligaban a cumplir órdenes si quería seguir viva". "Las palizas y el maltrato psicológico eran diarios. Nos decían lo que teníamos que decir a la Policía si iban al club y que si contábamos algo iríamos detenidas porque eran amigos suyos".

El testimonio de la tercera víctima fue similar. "Me dieron palizas hasta que no podía respirar y me amenazaron con venderme a chulos de Italia para trabajar en la calle", contó llorando. "Ya mandaron a gente para amenazar; esto es un sinvivir".

La cuarta testigo respondió de manera reiterada que no recordaba nada, pero sí señaló que no se prostituyó obligada y que la trataban bien. Llegó un momento que la magistrada Covadonga Vázquez, presidenta de la Sección Segunda de la Audiencia Provincial de Oviedo y del tribunal, le recordó que estaba bajo juramento y obligada a decir la verdad.

La mujer de Christian Sandulache se negó a declarar, pero se dirigió a la sala profiriendo gritos de protesta que la presidenta del tribunal atajó de inmediato. Tras ella testificó A. A., que trasladaba a las chicas de los pisos a los clubes y de regreso a los pisos, y también que iba a buscarlas al aeropuerto de Barajas en compañía de uno de los acusados, M. A., del que todas las víctimas aseguraron que él no les pegaba ni maltrataba. Otros dos testigos, trabajadores de sendos locutorios, aseguraron que era imposible hacer transferencias de dinero de madrugada, y que no operaban por encargo de los Sandulache.