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FRANCISCO BALLESTEROS VILLAR | Abogado, profesor de Derecho Constitucional

"Abandoné la política cuando llegaron los partidos, no podría pertenecer a ninguno"

"Torcuato Fernández-Miranda me pidió un borrador de Constitución que no se parece ni en una coma a la actual; yo proponía un Senado corporativo"

Francisco Ballesteros. LUISMA MURIAS

Francisco Ballesteros Villar recuerda una llamada de Torcuato Fernández-Miranda, el arquitecto de la Transición, con un encargo muy especial. "Torcuato había escogido a seis profesores universitarios, entre ellos yo, para que cada uno redactase un borrador para una futura Constitución española. Lo redacté y se lo hice llegar".

- ¿Se parece a la que en 1978 fue aprobada?

-Ni en una coma. En mi estudio la estructura territorial del Estado se basaba en las administraciones locales y en las regiones. No se trabajaba el concepto de autonomía, que desde un punto de vista etimológico es algo que va incluso más allá de la soberanía. En aquel borrador proponía un Senado en el que estuvieran presentes todas las instituciones que componen el cuerpo económico y social de España. Una Cámara corporativa que equilibrara el poder de los partidos políticos en el Congreso.

Cargo efímero. Francisco Ballesteros aterriza en el Movimiento a través del SEU. La suya en Asturias era "una vida a uña de caballo", compaginando la docencia universitaria, las responsabilidades como concejal, el despacho? "No falté ni un solo día a clase". Aquello fue una escuela y le dio callo suficiente como para que Adolfo Suárez, en la cúspide de aquella estructura de un régimen franquista que se había quedado sin Franco, le escogiera como gobernador civil de Segovia.

Llegó al despacho de gobernación en 1976 y lo dejó en 1977. "Decidí retirarme de la política porque la política me defraudó. Acepté unas responsabilidades en unos momentos históricos para España, pero cuando llegan los partidos políticos entendí que aquello no era lo mío. No quiero formar parte de ningún partido, nunca lo hice porque no estoy dispuesto a aceptar una disciplina que me obligue a aceptar cosas con las que puedo no estar de acuerdo".

La pregunta ¿qué hacemos? ya se la había hecho mucha gente y mucho antes de la muerte del general. "Cada generación debe tener claro qué clase de país quiere, y tiene que hacer todo lo posible por conseguirlo. Y la mía lo tenía. La clave fue la aceptación general de unas reglas de juego que Torcuato Fernández-Miranda se había encargado de perfilar. De la ley a la ley, que es mucho más que una frase. La Transición española se estudia en las facultades de Derecho de todo el mundo, porque no hay un caso igual en la historia contemporánea. Torcuato sufrió presiones de todos, pero yo le escuché esta frase: 'En el momento en que nosotros incumplamos la ley estaremos justificando que otros hagan lo mismo'. Fernández-Miranda encontró apoyo interno en aquellas generaciones del Frente de Juventudes, convencidas de la necesidad de un cambio pacífico. Y en el exterior, la colaboración de Carrillo y Tarradellas, dos personajes que resultaron claves".

Volver a empezar. Tras abandonar la política, Ballesteros regresa a Asturias. Algo parecido a un recomenzar... "Reabro el despacho de abogado y vuelvo a la Universidad tras un concurso de selección que resultó polémico. Nos presentamos dos candidatos. Mi competidor no era doctor y no tenía experiencia docente universitaria, pero cuál no sería mi sorpresa cuando desde el departamento le eligen a él. Presento un recurso al rector, que entonces era López Arranz, que dicta una resolución que levantó ampollas. Y me da la razón".

Sospecha Francisco Ballesteros que su destino a Relaciones Laborales, en el campus del Cristo, tuvo algo de "vendetta", pero eso ahora entra en el terreno de la anécdota. "Lo cierto es que me hicieron un gran favor porque me convertí en una especie de cabeza de ratón. Era un cómodo y magnífico destino, y además en un ambiente de trabajo extraordinario. Tiempo más tarde, el Consejo General de Graduados Sociales me entregó la Medalla de Plata, así que quizá no lo hice demasiado mal. Ni siquiera sé quién me sustituyó, tengo por costumbre que cuando dejo una cosa, la dejo de verdad. Cierro página".

En la cima del Urriellu. La vorágine profesional y política lo alejó de la montaña, una de sus pasiones. "Cuando retorné definitivamente a Oviedo, los hermanos Mario y Guillermo Hevia me animaron a acompañarles a una excursión con el grupo Vetusta. Me encantó el ambiente, me hice socio y ahí sigo". La afición montañera, casi una obsesión, motivó, entre otras cosas, la publicación de nueve libros. Uno de ellos, "Las historias del Naranjo de Bulnes", se ha convertido en un clásico que no pierde presencia en las estanterías de las librerías.

"Conozco los Pirineos y llegué hasta los Alpes, pero los Picos de Europa son la representación por antonomasia del montañismo, un lugar asombroso habitado y explotado por el ser humano desde hace miles de años, desde el Neolítico".

Lo dice quien subió seis veces al Picu Urriellu. Es difícil -quizá imposible- encontrar a alguien que sepa más de ese icono en piedra que nos identifica. Los libros sobre montaña "son el resultado de mucho archivo, de mucho patear caminos ancestrales y, sobre todo, de muchas preguntas a los pastores, que son gente maravillosa cuando logras ganar su confianza".

Francisco Ballesteros es socio de mérito de la Sociedad Peñalara, de Madrid, "que, hay que reconocer, fue la que descubrió el Urriellu fuera de Asturias. Sigo saliendo a la montaña, pero con limitaciones. El otro día subí a Bulnes, y muy bien, pero voy camino de los 79 años y no me hago cinco montañas en un día".

Universo familiar perfecto. "Trabajo en mi despacho, a diario y mucho. Últimamente presentando reclamaciones contra las cláusulas suelo de los bancos y los intereses de las tarjetas de crédito. Y no me puedo quejar del éxito. Tengo en mi despacho a mi hijo José Antonio, que me superó de largo y que es una autoridad en materia de Derecho de Consumo".

Tiene otra afición, la música, que concretó con una larga pertenencia a la Capilla Polifónica "Ciudad de Oviedo". Tiene cinco años de violín: "Mis hijos, cuando yo cogía el instrumento diabólico para ensayar, salían pitando cada uno a sus habitaciones. Hace muchos años que no toco".

Cinco hijos, José Antonio, María Victoria, Francisco, Ramón y Gema. Y ocho nietos: Antón, Raúl, Marta, Miguel, Francisco, Esteban, Teresa y Estrella. "Con Tere (Garrido) llevo 56 años de casado, y estamos como viviendo un segundo noviazgo. Mi universo familiar es perfecto".

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