Tal día como hoy hace un año se desató el infierno en el Suroccidente asturiano. Fue el preludio del día que no amaneció en Asturias, una pesadilla de fuego que no se saldó con víctimas mortales de milagro y que puso en jaque a los servicios de emergencia, hasta el punto que fue necesaria la intervención de la Unidad Militar de Emergencias.

Un año después, nadie ha pagado por los ingentes destrozos causados por las llamas, ni se han hecho efectivas las ayudas para los damnificados. Entre ellos se encuentran dos de los tres vecinos de Cornollo, en Allande, Maria Olimpia Ibias, de 76 años, y su hijo José Manuel Pérez, que aún arrastra las secuelas de aquel pavoroso incendio que les hizo perder varias paneras y cobertizos y la mayor parte de la maquinaria. "Nadie vino a ayudarnos hasta las ocho de la mañana, tuvimos que apagar el fuego nosotros mismos con una manguera", aseguraba esta mañana José Manuel Pérez.

Maria Olimpia Ibias señala a dos peñas hacia el lado de Galicia. "Por allí apareció el fuego y en media hora estaba aquí, pasó por encima del embalse de Grandas", rememora. "La primera bola de fuego pasó por encima de nosotros y casi nos tira al suelo, aquello fue un terremoto", añade. "Se sentía estallar el monte", explica su hijo, que aquella madrugada se quemó las manos y los ojos. "Mañana tengo que ir a revisión, no acabo de ver bien, me molesta luz y tengo los ojos como si tuvieran arena", asegura.

Pérez calcula los daños sufridos en 120.000 euros. Le han dicho que le darán 30.000, "pero solo cerrar la finca de nuevo me va costar 60.000", dice. Tras el incendio tuvo que comprar comida para los animales, lo que perjudicó aún más su economía. Maria Olimpia se duele del mal estado de la capilla de San Bartolo, en la que ha aparecido una nueva sombra del santo, según cuenta. El 24 de agosto no pudo celebrarse allí la festividad. Y la reparación del pequeño templo se hace imposible por lo costosa que es.