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ÉRIC SADIN | El filósofo francés cuestiona la expansión del liberalismo digital

"La sociedad está cada vez más desinformada"

"Silicon Valley reduce al hombre a un blanco mercantil"

Éric Sadin. STEPHAN LARROQUE

En un mundo dominado por la hipereficacia de la inteligencia artificial que resuelve muchos de nuestros problemas pero que nos conduce al tenebroso túnel de perder la maravillosa capacidad de pensar por nuestra cuenta y de tomar decisiones por nosotros mismos, voces como la del filósofo francés Éric Sadin alertan de las dañinas consecuencias que acarreará el discurso de las grandes compañías tecnológicas con su arrogante propósito de querer perfeccionar la obra de Dios. Todo está conectado con todo para que no pensemos, denuncia Sadin en su ensayo "La siliconización del mundo" (Caja Negra), donde propone volver al humanismo y recomienda a los medios de comunicación no pasar acríticamente por el aro de la transformación digital.

-¿Corre de verdad el riesgo de desaparecer el ser humano que conocemos desde la Ilustración?

-Desde luego, cada vez decidimos menos por nosotros mismos al delegar precisamente nuestras decisiones en la inteligencia artificial. No buscamos nuestra verdad y nos entregamos a sistemas que nos dictan la suya. Nuestra facultad de juicio se está desplomando a favor de esa tecnología que nos guía. La Ilustración estaba fundada en nuestra autonomía para pronunciarnos libremente de forma consciente y con responsabilidad.

-¿Ataca entonces frontalmente la inteligencia artificial a nuestro libre albedrío?

-Exacto, porque la hipereficacia de la inteligencia artificial toma las decisiones por nosotros y responde básicamente a unos objetivos de intereses privados camuflados en mecanismos muy coercitivos. Han aparecido aplicaciones que atienden a nuestras necesidades y nos sugieren productos con la única voluntad de mercantilizar todas las esferas de nuestras vidas.

-¿Qué perdemos al delegar nuestras decisiones en la tecnología?

-La inteligencia artificial es cada vez más sofisticada al acumular datos a una escala gigantesca para decirnos qué decisión debemos tomar. Lo que perdemos es la maravillosa capacidad que tienen todos los seres humanos de tomar decisiones, de tener dudas, de cometer errores y de correr riesgos para sumirnos en un modelo utilitarista que nos venden como infalible. Eso supone erradicar la experimentación, la duda, la sorpresa o lo imprevisible.

-¿Qué significa eso de que nos estamos siliconizando?

-La siliconización es ese modelo económico y técnico basado en la recolecta de datos que nos lleva hacia la mecanización integral de la vida. Reduce al hombre a un blanco mercantil enviándole recomendaciones y notificaciones.

-Entonces la supuesta amenaza del tecnoliberalismo de Silicon Valley es algo muy grave, según apunta usted.

-Todo está conectado de una forma cada vez más fina para evitar que nosotros pensemos. La vida se mercantiliza y aunque la sociedad piense que dispone cada día de más información, cada vez está más desinformada porque las recomendaciones que nos hacen se asientan en datos que hemos dado sobre nuestras preferencias y nos ciegan ante otras posibilidades. Es un ordenamiento de la sociedad de forma algorítmica que acaba con el humanismo y cercena el juicio propio personal.

-¿Es lo que se fragua en la Costa Oeste norteamericana, la meca tecnológica de nuestro mundo?

-Lo que ocurre ahí es la celebración de la tecnología exponencial que nos conduce a un ideal de civilización muy definido: el de una humanidad aumentada. Esos gurús de la tecnología nos dicen que han venido a resolver milagrosamente todos nuestros problemas.

-O sea, que las grandes tecnológicas (Amazon, Apple, Facebook, Google...) vienen a completar la inacabada obra de Dios...

-Absolutamente, porque Dios nos ha hecho imperfectos. Ellos nos ofrecen hasta la inmortalidad y no nos damos cuenta de que su propuesta técnico-económica propugna un esquema social de carácter universal que organiza la vida personal y profesional del mundo que se llama civilizado.

-Pero, ¿qué tiene de malo la asistencia algorítmica si nos ayuda a resolver nuestros problemas?

-Es cierto que nos ayuda a resolver muchos problemas, pero siempre en función de sus criterios, que son mercantilistas y nos anula la capacidad de conquistar nuestro comportamiento. Hemos pasado del liberalismo al tecnoliberalismo que no acepta que ningún rincón de la existencia humana se escape de su control. Las grandes tecnológicas se van a cargar hasta a los políticos con el apoyo inconsciente de esos mismos políticos.

-¿Qué le dice a usted el bitcoin?

-Bitcoin y blokchain. Es el estadio último de la mercantilización integral de la vida. Nos venden que se acabaron los intermediarios en las transacciones mercantiles a escala mundial, pero a lo que conduce es al ultraliberalismo reapropiado por cada individuo. Es también la confirmación, 30 años más tarde, de la fórmula de Margaret Thatcher de que la sociedad ya no existe y sólo quedan individuos que hacen transacciones.

-Mark Zuckerberg, Elon Musk, Bill Gates? ¿Qué le inspiran estos personajes?

-Todos encarnan el poder económico del momento y el poder de los discursos. Bill Gates es el filántropo americano, Musk es la voluntad del poder máximo, el hecho de que no haya límites hoy en día. Zuckerberg es el exponente del utilitarismo y racionalismo americanos que avanzan paso a paso. Son visionarios.

-¿Por qué dieron marcha atrás con las gafas de Google?

-Básicamente lo que falló fue el diseño, demasiado futurista, pero se las arreglaron para imponer el acompañamiento algorítmico con otros soportes más "light" que marcan nuestro comportamiento. Tendríamos que ser más conscientes del control y dominio que ejerce el tecnoliberalismo sobre nuestras vidas.

-¿Qué deben hacer los medios de comunicación para recuperar su papel de informar y orientar a los ciudadanos con trabajos objetivos y opiniones plurales?

-Olvidarse de que todo tiene que pasar por el aro de la transformación digital. Hay que pararse y pensar, analizar con visión crítica lo que llega a las redacciones que dan cabida a discursos luminosos de aquellos que nos venden que nos van a salvar cuando lo que hacen es implantar la versión más extrema del positivismo: un antihumanismo radical que aniquila las divergencias de los seres humanos, su pluralidad y su existencia en conflicto.

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