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La guía secreta de Asturias

Viaje sentimental por Ibias

Algunos pueblos como Omente tienen una arquitectura tradicional que enamora a quienes gustan de lugares con encanto y personalidad propia

Viaje sentimental por Ibias

Ibias es, sin duda, uno de esos concejos que dan la razón al lema "Asturias, paraíso natural", si bien es cierto que es injustamente menos conocido que otros, pero no por ello menos merecedor de ser disfrutado y compartido. El bosque que lo habita es un lujo para todos, no sólo para los amantes de la naturaleza, así como las rutas que recorren el paisaje y los numerosos pueblos en los que sus vecinos luchan contra la despoblación, aun a pesar de las dificultades que atraviesan, como sucede en tantos lugares del campo asturiano. Entre algunos de esos pueblos auténticos, con encanto, que sin duda seducen de inmediato tanto a los amantes de la fotografía como a los de la etnografía, están Villardecendias, Omente, Alguerdo y Bustelo, todos asomados a una pista que está asfaltada hasta llegar a Bustelo.

Los dos kilómetros que restan por asfaltar en dirección a Cecos y San Antolín desde este último parece ser que serán acondicionados en los próximos meses. Es una buena noticia, sobremanera para quienes viven en estas localidades, donde la pizarra, la madera, los emparrados, las vides y la piedra, además de algunos trobos y cortines aquí y allá, forman la historia viva de una gente orgullosa de sus raíces y de sus tradiciones. La pista asfaltada es estrecha, con mucha curva, y precisa paciencia y templanza a la hora de conducir, sobre todo en alguna que otra bajada impresionante. No es una pista para primerizos, vaya, pues en muchos tramos no pasan dos coches a un tiempo, y sí para gente acostumbrada a conducir por vías similares en zona de montaña. Otra cosa importante en estas fechas es que antes de iniciar el viaje es bueno consultar el estado en el que se encuentra la zona y el pronóstico del tiempo, sobre todo cuando se avanza ya la bajada de temperaturas los próximos días, así como también nieve a ciertas alturas.

Y es que Omente, el protagonista de este reportaje, está a unos 820 metros. Es un pueblo precioso, pintoresco, en el que los emparrados cubren las caleyas en cada barrio con uva tinta, ya recogida por algunos de sus vecinos para hacer el vino del año. Soleyero y auténtico, da gusto detener el paso en él y recorrerlo sin prisa, cámara en mano, y si se tiene la suerte de coincidir con alguno de sus vecinos habituales, ya muy pocos, merece la pena charlar con ellos sobre la historia de su pueblo, sus construcciones y sobre el bosque tremendo al que se asoma.

Es un pueblo que cuando el sol lo baña brilla como un faro, tanto por su pizarra como por sus emparrados, los mismos que dan sombra a quienes deciden perder sus pasos por él para encontrar, entre otras construcciones, la capilla dedicada a San Antonio, el viejo lavadero, hórreos y paneras singulares, así como casas cuya arquitectura representa bien la tierra de Ibias. Es un pueblo singular, que lucha por mantenerse vivo y en el que algunas casas rehabilitadas conviven con otras necesitadas de ello. Normal que el sol duerma allí, si las nubes le dejan, cada cierto tiempo.

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