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Vacas en la nieve

La ganadera Lucía Velasco, premiada por el Ministerio, realizó ayer la trashumancia desde Perlunes (Somiedo)

Una de las vacas de Lucía Velasco mira con curiosidad hacia el lugar donde oye la voz de su dueña, que la llama por su nombre.

La nieve caída desde la madrugada sobre el pueblo de Perlunes, a 1.100 metros, en el concejo de Somiedo, como en tantos lugares del Principado, adelantó el regreso a los pastos del valle del ganado de la reguerana Lucía Velasco Rodríguez, quien ayer, y apenas amanecido el día, subía apurada junto a sus familiares hacia la braña de Cerreo, completamente tomada por la nieve, para sacar de allí las vacas y terneras que se vieron sorprendidas por una nevada que ni los propios del lugar habían imaginado tan intensa, cuando aún faltan cuatro días para finalizar octubre.

Desde hace años efectúa la trashumancia tal como vivió en su casa. Sus raíces vaqueiras están en Bustillán (Tineo), donde nació, y las comparte con la misma pasión por la ganadería que su marido, Jorge Álvarez, cuyos bisabuelos, abuelos y padres, vaqueiros como él, también fueron trashumantes. La casa familiar está en Perlunes, donde pasan buena parte del verano tras subir de nuevo, llegado mayo, con el ganado desde Las Regueras, donde viven.

La mañana de ayer no fue fácil para Lucía y sus familiares por culpa de una nieve que caía incesante en la braña de Cerreo, a unos 1.300 metros, y que pronto cubrió el paisaje de un blanco casi inmaculado. Pero nada hay imposible para esta ganadera que, hace apenas unos días, recibió en Madrid, de manos del ministro de Agricultura, el premio de Excelencia a la Innovación para Mujeres Rurales. De inmediato, se escuchó su voz gritando a los animales constantemente, jaleándolos para reunirlos y lograr, finalmente, que la siguieran en medio de un aire tomado por los copos de nieve y por una niebla que se hacía más densa por momentos.

Sorprende la fuerza de esta mujer que fue madre por segunda vez hace apenas un mes y que muestra una energía desbordante y una fortaleza física admirable. "Es que esto hay que vivirlo, quererlo, nacer en ello. Yo siento pasión por mis animales, me preocupo por ellos", señalaba Lucía, a quien seguían sus vacas y terneros con una asombrosa docilidad y cercanía.

Desde la braña de Cerreo hasta llegar a Pola de Somiedo, donde los animales se cargaron en dos camiones para su traslado a Las Regueras, después de haber sido guiados por la ganadera caminando unos ocho kilómetros a paso apresurado, pues las vacas bajaron este año, a decir de su propietaria, más rápido que nunca. "Ya saben que van a mejor sitio, que van a estar más calentinas abajo y con buen pasto, están acostumbradas porque hacemos con ellas la trashumancia todos los años", dice esta reguerana que, sin duda y con la misma ilusión y cariño por sus animales, regresará junto a ellos, camino del puerto, la próxima primavera.

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