Ana Menéndez (La Oteda, Tineo, 1952) regenta el bar Casino de Cornellana desde 1980. Nació en un pequeño pueblo de Tineo, pero la temprana falta de su padre, quien falleció por un accidente de tráfico cuando ella tenía 2 años, obligó a la familia a trasladarse. Primero, el destino fue la capital del concejo tinetense y, más tarde, el municipio vecino de Salas, donde Ana Menéndez hizo su vida. Hostelera reconocida en el concejo y confitera de dulces típicos de la región (ella dice que tienen mucho carácter somedano porque de Somiedo era su madre), esta mujer de 66 años dice que "no puede ni debe" jubilarse. Tiene dos negocios en Cornellana y puntos de venta de sus exquisitos dulces en Oviedo. Casada y con tres hijas, tiene también siete nietos.

- ¿Por qué se dedicó a la hostelería?

-Porque era lo que sabía hacer. En casa siempre vi lo mismo. Aprendí de mi madre a despachar en el ultramarinos que tuvimos en La Oteda. Más tarde, regentamos dos bares en Tineo. Recuerdo que me ayudaba de una silla para poder llegar a la barra y tengo grabados aquellos momentos en los que los hombres echaban la partida de cartas por largas horas o cuando teníamos que servir el aceite y abrir aquella gran garrafa. Era otro mundo. Ahora todo es más práctico ¡y tenemos de todo!

- ¿Por qué la familia se decantó por Cornellana?

-Mi marido y mi hermano conocían este bar. Cuando iban de viaje a Oviedo siempre paraban aquí. Negociamos el traspaso y ya ve... nos fue bien. Seguimos aquí.

- ¿Se siente a gusto en Cornellana?

-Sí. Dicen que uno no es de donde nace, sino de donde pace. En Cornellana mi marido y yo fuimos y somos felices. Aquí nos conoce la gente, estamos tranquilos y yo puedo estar en el negocio, que es mi vida. Vivir aquí me permite además estar muy cerca de mis hijas, que residen en Oviedo. Tardamos sólo 20 minutos en llegar a la ciudad. Antes, el viaje era otra cosa. Ahora en los pueblos de la zona rural asturiana necesitamos otras cosas... Aún así, yo aquí, en Cornellana, soy feliz.

- Antes estaban más aislados.

-Sí. Las carreteras eran las que todos los asturianos de mi edad conocimos. Se tardaba mucho en llegar a los sitios. Afortunadamente todo ha cambiado y estamos cerca de todo, ¿no? También es cierto que con la llegada de la nuevas carreteras, por ejemplo, la de la costa, la vida nos cambió mucho. Para un bar tan ligado a la carretera, esto supuso un antes y un después.

- ¿Cómo sobrevivió?

-Porque diversificamos. Yo me di cuenta de lo que se venía encima y decidí apostar por el obrador, por los dulces que ahora vendemos aquí y en Oviedo.

- ¿Es sacrificada la hostelería?

-Debes dedicarle mucho tiempo. Yo en esta vida puedo decir que he trabajado mucho. En un bar de éxito, tienes que estar al frente por la mañana, por la tarde y por la noche. Nosotros tenemos empleados, pero siempre estamos cerca por si surgen contratiempos, por si surgen dudas... Hay que estar ahí. Yo tengo pena por no haber podido dedicar tiempo a otras cosas de mi vida, a mi familia, por ejemplo, pero no quedaba otra.

- ¿Tuvo una vida dura?

-Recuerdo que abrimos este bar cuando yo estaba embarazada de mi primera hija. Estaba de seis meses y tenía que trabajar en la barra. Tengo grabadas esas imágenes... me emociono todavía hoy.

- Tuvo dos hijas más.

-Sí. Decidimos tener familia numerosa. La familia lo es todo para mí. Recuerdo que pese al trabajo había algo sagrado: las vacaciones en familia, con las niñas.

- Siempre dice que su referente fue su madre.

-Sí. De ella lo aprendí todo. Fue una gran luchadora. Hay que ponerse en su lugar y circunstancia. Se quedó viuda pronto con dos hijos. Pese a esa pérdida, siguió trabajando en su negocio y después supo ver el momento para trasladarse con su familia a la capital de Tineo primero y a Cornellana después. Sin duda, me quedo con su lucha. Creo que he heredado de ella la constancia, la perseverancia, el saber estar ahí cuando más se necesita,... todo eso que hace una persona fuerte y consecuente. Mi madre supo venir a un concejo que no era el de nacimiento y adaptarse. Siempre estuvo ahí para la familia y para el trabajo y el negocio. Murió en 2002 y tengo una pena enorme. Era un ejemplo. Tenía voluntad de superación y espíritu de sacrificio.

- ¿Y su marido?

-Siempre estuvo a mi lado, apoyándome. Es verdad que a algunos hombres les cuesta reconocer el mérito a las mujeres. Yo no me puedo quejar. Mire, a mí me encanta uno de mis yernos, el marido de mi hija mayor. Siempre se alegra de los progresos profesionales de ella, más incluso que la interesada (risas). Yo, por ser mujer, no lo he tenido fácil para progresar. Ser mujer en el mundo de la confitería en los años ochenta era difícil. Los hombres no estaban acostumbrados a que mandaran las mujeres. Yo eso siempre lo noté. Ahora es otra cosa o, al menos, eso me parece a mí. Yo sé que soy una persona con un carácter fuerte, tal vez demasiado.

- Su hermano fue otra pieza clave en su vida.

-Siempre estuvo con nosotros. Tengo una pena enorme por su reciente muerte. Estuvo conmigo hasta que abrimos una sala de bailes en Ujo. Allí conoció a su mujer, de Mieres, y en Mieres abrieron un bar.

- Si echa la vista atrás, ¿qué ve?

-Mucha lucha. Yo estoy satisfecha con lo que he logrado a nivel profesional. No me puedo quejar.

- Ha sido una mujer muy emprendedora.

-Sí. Imagino que he sabido ver las oportunidades, he sabido trabajar y nunca me he dejado vencer.

- ¿Alguna vez pensó en dejar la hostelería?

-Nunca. La hostelería me lo ha dado casi todo. Sí, sé que es sacrificado, que se necesitan muchas horas, que en este bar hubo días de abrir a las seis de la mañana y cerrar a las cinco de la madrugada..., pero, fíjese, sigo aquí, no sé hacer otra cosa que estar en el bar. No me quiero jubilar y no estoy pensando en ese día..., de hecho no sé si llegará. Yo tengo que estar haciendo cosas, con la gente, con los clientes... Además los bares son como universidades de la vida. Se aprende muchísimo de la gente y de todo lo que pasa en el pueblo.

- ¿Cómo se trabajaba en la época dorada del río Narcea y la pesca de salmones?

-Cornellana era un hervidero de gente. Yo recuerdo que este bar ya estaba lleno a las seis de la mañana. Todo estaba de bote en bote: los bares, los hostales, los comercios... La pesca y los pescadores dieron mucho a Cornellana. Yo recuerdo cuando se organizaban las subastas del campanu en los bares y cuando el río daba salmones y salmones. Las pujas, por cierto, las organizaban los pescadores y no había disputas; era algo 'muy suyo'. Es este bar, sobre estas mismas mesas, pude ver muchos campanos.

- Guardará anécdotas...

-Muchas, pero no sé si debo contarlas...

- Alguna divertida...

-No sé si debo.

- ¿Qué pide ahora a la vida?

-Estar tranquila. En estos momentos también ayudo a mis hijas, a mi familia. La última ha sido recientemente madre de mellizas y a veces voy a su casa. Duermo allí para que ella descanse. Me gusta mucho cuidar de los nietos y estar cerca de ellos siempre que puedo. Con el mayor, que está en Finlandia estudiando, me comunico vía wasap. El móvil es maravilloso para estas cosas. En definitiva, creo que hay que cuidar mucho a la familia. Por eso pido que la gente sea responsable y consecuente cuando hay niños. Será más fácil vivir y les haremos más felices.