La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Me quedo en el pueblo Piloñeta

Brasileña de corazón astur

Keila Milánez es la propietaria de un negocio hostelero en el pueblo de Nava, en el que empezó como empleada hace dieciocho años

Keila Milánez, en el exterior de su establecimiento en Piloñeta (Nava). ANA PAZ PAREDES

"Yo vine de un país extranjero a Asturias para trabajar, para quedarme. Después de todos estos años, no hay duda alguna de que mi corazón es asturiano. Vivo aquí y me siento asturiana. En Brasil sólo queda mi madre y es mi único motivo para ir de nuevo allí. Pero me pregunto ¿el día que ella me falte a qué voy a ir a Brasil", dice una sonriente Keila Milánez tras la barra de su local de hostelería en el pueblo de Piloñeta, en Nava.

Trabajadora infatigable, persona positiva y muy querida por sus vecinos, esta mujer, madre de dos mujeres jóvenes y casada con Javier Valdés, asturiano de Cezosu, apenas a 500 metros de Piloñeta, llegó a trabajar a Asturias a través de una prima suya en el año 2.000. "Primero vine como interna a trabajar en casa de una señora, y cuando me quedé sin trabajo me surgió la oportunidad de empezar como camarera en este local. Después de una semana la dueña me dijo que me quedara y, bueno, aquí estoy ya desde hace dieciocho años", recuerda ella.

Hace tres años, la dueña del local en el que trabaja se jubiló y Keila Milánez se puso al frente del mismo y se convirtió en su propia jefa, de tal forma que el bar Peñamayor continúa siendo no sólo un lugar donde disfrutar de la gastronomía tradicional asturiana sino también, y como bien dicen en muchos pueblos, el centro social y lugar de encuentro de sus vecinos. Esta brasileña de corazón astur afirma que no le costó nada integrarse en el pueblo. "Tú tienes que empezar con mucho tacto y demostrar que has venido a trabajar porque, no todo el mundo, pero sí es verdad que hay alguna gente un poco reacia cuando se habla de extranjeros. Por mi parte, me sentí integrada y aceptada desde el primer momento. Jamás he tenido un problema con nadie. Vine a trabajar y lo he demostrado. He formado aquí un hogar junto a mi marido, mis hijas y mi familia política. Disfruto mucho viviendo aquí, y eso que el contraste, al llegar, fue muy grande, pues yo vivía en una ciudad de 400.000 habitantes. Aquí aprendí con los vecinos de todo: la siembra, la matanza, las tradiciones, a hacer chorizos; en fin, de todo. De mis vecinos en particular y de los asturianos en general sólo puedo decir que son gente encantadora", afirma sonriente.

Emprendedora rural y enamorada del lugar en el que vive, afirma que la mujer rural, hoy, está a años luz, como dice ella, "de la güelita Virginia, que llegó a los 96 años y cuidaba la casa, los hijos, el marido, la huerta, el ganado, todo. Nunca tuvo tiempo para ella. Hoy, sin embargo, la mujer rural ha cambiado. Siguen trabajando, pero son dueñas de sí mismas, ellas toman las decisiones. Yo aquí conozco a mujeres jóvenes emprendedoras y la mayoría del pueblo son independientes; tienen su coche, su vida personal y al tiempo son ganaderas, pero en el siglo que vivimos. Buscan tiempo para ellas. Hoy veo a la mujer rural muy segura de sí misma", afirma Keila Milánez mientras sonríe con la habitualidad que la caracteriza.

Compartir el artículo

stats