El punto de fusión del oro se produce a partir de los 1.061 grados centígrados. Es la temperatura que debe conseguir el joyero Carlos Álvarez de Benito para que ese oro de las montañas de Asturias se convierta en líquido. Trabaja con muy pequeñas cantidades, en horno de orfebre y con ayuda de un soplete especial. El líquido pasará a un recipiente hermético donde será moldeado, ya a temperaturas más frías. De ahí saldrán las cruces de oro que la Fundación Valdés Salas le ha encargado, con el patrocinio de LA NUEVA ESPAÑA. Pero, en realidad, hay mucho trabajo anterior y queda aún mucho trabajo por hacer.

Carlos Álvarez de Benito (Oviedo, 1945) es hijo del joyero Pedro Álvarez, una institución en el Oviedo del pasado siglo. A Carlos le tocó la inmensa responsabilidad de restaurar las joyas de la Cámara Santa tras el expolio sufrido en 1977. Fue el trabajo de su vida, siempre dedicada al mundo del oro y la plata, entre otros metales preciosos.

LA NUEVA ESPAÑA siguió en su taller de la calle de Cimadevilla una jornada de trabajo en la preparación de esas cruces de oro (dos tamaños) y de plata que reproducen con exactitud la cruz latina que preside el testamento del rey Alfonso II en el siglo IX. Lo hace, en el caso de las cruces de oro que se distribuirán bajo encargo, a partir del diseño del artista plástico José Manuel Legazpi (Bres, Taramundi, 1943).

El vicepresidente de la Fundación Valdés Salas, Joaquín Lorences, valora la dificultad técnica del proyecto. "Legazpi se encontró con un dibujo y había que darle forma, lograr las tres dimensiones". La cruz original, dibujada en el documento en el que Alfonso II, un rey para la historia de Europa, cede propiedades a la Iglesia asturiana, tiene un color verdoso y de sus brazos cuelgan las letras alfa y omega. El verde original se reproducirá en el taller de joyería a base de esmaltes.

Al gemólogo Carlos Álvarez de Benito le tocó convertir el diseño de Legazpi en joyas. "Y ahí no queda otro remedio que trabajar muchas horas y con ayuda de lupas para dar forma a la cruz" a partir de un material dúctil y crear un prototipo. Se trabaja al milímetro, limando las más mínimas imperfecciones. De esa labor, que tiene mucho de artística, bastante de artesana y algo de industrial, salen esas 25 cruces latinas de oro con un peso de 14,4 gramos, otras 65 cruces de oro de 6 gramos y una tirada de 600 cruces de plata, de tamaño más pequeño, que serán distribuidas por LA NUEVA ESPAÑA a partir del próximo día 18 de noviembre.

La totalidad del oro empleado es asturiano. La Fundación Valdés Salas, soporte del Aula Valdés Salas de la Universidad de Oviedo, lo adquirió a la empresa Orovalle. El oro fue refinado por una empresa especializada en Madrid y toma forma en Asturias, como homenaje a un rey de inmensa importancia histórica. El primer peregrino a Santiago, fundador del Camino Primitivo; el guerrero que llegó hasta Lisboa y dio el primer gran paso de reconquista más allá de la cordillera Cantábrica, el monarca que mandó construir San Julián de los Prados? y el hombre que mantuvo relaciones diplomáticas con el imperio carolingio, convencido de la trascendencia de Carlomagno y su corte de Aquisgrán.

Los posibles beneficios de la puesta en el mercado de las 690 cruces de oro y de plata irán destinados a la mejora del Camino de Santiago en Asturias. La Fundación Valdés Salas, patrocinadora del Aula del mismo nombre, está compuesta por seis patronos: Plácido Arango, Francisco Rodríguez, la familia Cosmen, la Fundación Sabadell Herrero, Telecable y Liberbank.

Una obligación moral

La fundación trabaja para que el Camino de Santiago a su paso por Asturias no quede en mero recurso turístico. "Tenemos la obligación moral de preservar los contenidos espirituales y culturales del Camino", señala Lorences. En ese contexto se enmarca la convocatoria del premio literario de los Diarios del Camino. Dos ediciones ganadas por un francés y una italiana, peregrinos por Asturias que conectan con el perfil de quienes transitan por ese Camino Primitivo. "Gente culta, mucho extranjero, al que no le preocupa tanto el estado de la senda como la calidad de los albergues, el que se les garantice higiene, calor y descanso. Y peregrinos con capacidad para ver y disfrutar de una tenada, una fuente, un bosque de hayas o la sonrisa de un paisano", explica el vicepresidente de la Fundación Valdés Salas.