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El deseo cumplido de Julio

El quirosano que volvió a su pueblo gracias a la ayuda de una fundación solidaria recuerda "sólo a ratos" el día de "la felicidad absoluta"

Julio Viejo, junto a su hija Montserrat, en su residencia de Oviedo. I. COLLÍN

Julio Viejo tenía un deseo, pero a ratos se le olvidaba. La culpa de que su cerebro le deje la mente en blanco más de lo que él quisiera la tiene una demencia senil que llegó a su vida hace poco más de un año y que le vacía la memoria por momentos. Pero Julio Viejo sigue viviendo en Quirós. Allí, a su pueblo, le conduce su enfermedad cada día. "¿Cómo andarán por Tene?", le pregunta a su hija desde la habitación de su residencia en Oviedo. Si Julio pudiera pedir un deseo a sus 96 años, si pudiera hacerlo de forma racional, sería volver a su pueblo. "Mi padre siempre quiso volver a Tene, pero ahora se nos hacía muy difícil, por eso cuando vi en la tele que había una fundación que se dedicaba a cumplir estos deseos cogí el teléfono y llamé", explica Montserrat Viejo, una de sus seis hijos.

Ella no quiere colgarse medallas, pero lo cierto es que Julio ha vuelto a su pueblo, a tomar un culín de sidra y a respirar el aire de La Mortera porque su hija se puso en contacto con la Fundación Ambulancia del Deseo. "Les expliqué que mi padre está en silla de ruedas y que tiene una demencia. Ellos, desde el primer momento, me dijeron que iban a intentarlo y lo hicieron. Se pusieron en contacto con la empresa de ambulancias Transinsa y la colaboración fue absoluta". El de Julio fue el quinto deseo que la fundación cumplió en España.

Y así, como un niño que pide con fuerza un regalo para Reyes y ve cumplirse su deseo la noche del 5 de enero, logró Montserrat volver a llevar a su padre a respirar el aire de Quirós. "Fue maravilloso. Nos acompañaron cuatro profesionales sanitarios y también íbamos mi hermana, mi marido y yo. Ese día se lo di libre a mi padre, tomó un poco de sidra y fue feliz", concreta su hija, que sabe interpretar los gesto de Julio, aunque la demencia intente complicarlo. "Sé que fue feliz, no dejaba de sonreír", asegura Montserrat emocionada.

El recorrido se hizo desde Oviedo en una ambulancia convencional hasta Caranga de Arriba, en Proaza, para visitar la capilla de la Virgen de Los Remedios, que construyó Julio Viejo, y desde allí, a Tene. "En el pueblo viven sus hermanos, que se emocionaron muchísimo al ver a mi padre. Cuando estaba bien, él siempre subía a su casa, nunca se olvidó del pueblo, y eso que lleva sesenta y un años viviendo en Oviedo", concreta su hija Montserrat. Julio Viejo ejerció como policía local en la capital del Principado toda su vida, una profesión que combinaba con la de carpintero, "éramos ocho bocas para comer en casa", explica su hija.

Es difícil saber hasta qué punto Julio Viejo recuerda ese viaje a Tene, y aunque sólo hayan pasado unos días quizás le cueste volver allí. Pero su hija sabe que el esfuerzo ha merecido la pena. "Papá, vas a salir en el periódico porque subiste a Tene en ambulancia", le dice Montserrat mientras le aprieta el hombro con cariño. "Sí. Ahora se puede subir bien a Tene y a La Mortera, antes no se podía", responde su padre, y entrelaza sus dedos de carpintero mientras mira al final del pasillo.

"Ese día fue la felicidad absoluta, soy consciente de que mi padre lo recuerda poco, pero yo me siento completamente satisfecha", asegura su hija.

Hay deseos que deben cumplirse. El de Julio Viejo era uno de ellos. Volver a Tene, volver a sonreír.

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