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Una investigación de la Universidad de Oviedo que arroja luz sobre el calentamiento global

El hielo antártico inició el retroceso 14.000 años antes de lo estimado, revelan científicos asturianos

El geógrafo Jesús Ruiz y la geóloga Rosana Menéndez viajarán en enero al continente helado para ampliar las cincuenta dataciones de rocas que demuestran que la deglaciación comenzó en el Pleistoceno

El hielo antártico inició el retroceso 14.000 años antes de lo estimado, revelan científicos asturianos

El retroceso glaciar de la Antártida comenzó mucho antes de lo esperado: investigadores de la Universidad de Oviedo han descubierto que la pérdida de hielo en un sector del continente, las Islas Shetland del Sur, se inició hace más de 25.000 años y no hace 11.000 como se pensaba hasta ahora. Dicho con términos geológicos, la disminución de los glaciares empezó a finales del Pleistoceno y no en el Holoceno, que era la idea extendida entre científicos de todo el mundo debido a las escasas dataciones existentes. El revelador hallazgo se basa en 50 "edades" de isótopos cosmogénicos -son átomos que tienen el mismo número atómico, pero diferente masa atómica, que aparecen cuando la radiación cósmica atraviesa una roca- extraídos de la mayor área libre de hielo de la Antártida: la península Byers. Estos datos, que "tienen importantísimas implicaciones para el proceso de colonización vegetal y animal de estas zonas", invitan en reflexionar sobre el calentamiento global, según asegura el geógrafo asturiano Jesús Ruiz Fernández.

Por un lado, "el concepto de cambio climático es erróneo, porque el clima de la Tierra siempre está cambiando". Y por otro, "se habla de calentamiento, pero tenemos que saber que acabamos de salir del momento más frío de los últimos 11.000 años, denominado Pequeña Edad del Hielo. Fue un periodo que se extendió entre el siglo XIV y mediados del XIX, que significó un enfriamiento con respecto a la actualidad de aproximadamente un grado en la temperatura media de la Tierra". El descubrimiento, "totalmente inesperado", se enmarca dentro del proyecto "Cronoantar", que dirige el profesor Ruiz y que estudia el retroceso de los glaciares en las Islas Shetland del Sur desde 2015. La última expedición asturiana al continente helado llegará el próximo 18 de enero a la península Hurd, situada en la costa sur de la isla Livingston. Durante 21 días -hasta el 8 de febrero-, Jesús Ruiz y la geóloga Rosana Menéndez recogerán decenas de muestras de rocas libres de hielo para poder calcular su edad en el laboratorio. "No es tanto la cantidad como saber lo que cogemos; hay que leer en el relieve lo que vale y lo que no", afirma el geógrafo y director del Centro de Cooperación y Desarrollo Territorial de la Universidad de Oviedo.

El equipo científico, formado también por expertos de la Universidad Complutense de Madrid y la Autónoma de Barcelona, extraerá las muestras tanto de afloramientos rocosos erosionados por el paso de los glaciares -los especialistas los denominan "umbrales"- como de acumulaciones de sedimentos o morrenas, que después someterán a análisis físicos y químicos. "Todo ello requiere un trabajo de laboratorio importante", puntualiza la profesora titular y decana de la Facultad de Geología, Rosana Menéndez, que explica en qué consisten los isótopos cosmogénicos: "Cuando una roca está cubierta por el hielo no está expuesta a la radiación cósmica, pero cuando queda descubierta, sí, produciéndose cambios en los minerales en las capas superficiales".

Los resultados de estos cambios tardan en conocerse meses y es preciso utilizar un aparato "complejo", un acelerador espectrómetro de masas en Francia, que mide el isótopo Cloro 36, el cual produce casi cualquier roca. "En base a ello calculamos su edad", aclara Jesús Ruiz. Cada muestra cosmogénica tiene un precio comercial de 1.000 euros, que a la Universidad de Oviedo le sale por unos 450, puesto que son los propios integrantes del equipo los que realizan buena parte del tratamiento físico y químico. El proyecto "Cronoantar" tiene una financiación total de 89.000 euros.

Los investigadores asturianos, junto con José María Fernández, de la Facultad de Geografía de la Universidad Complutense de Madrid, trabajarán el próximo mes de enero en la península Hurd y en un campamento de Punta Barnard, un área todavía sin estudiar por la comunidad científica. "Las condiciones de trabajo en la Antártida cambian notablemente si se trabaja con el apoyo de una base científica o en un campamento. Es muy duro, aunque a mí me gusta. En Punta Barnard estaremos unos cinco días con el apoyo de guías de montaña del Programa Polar Español. El resto del tiempo lo pasaremos trabajando en las inmediaciones de la Base Antártica Española Juan Carlos I. En ella hay todo tipo de comodidades: servicio de comedor, de lavandería...", indica Jesús Ruiz. Para este profesor de Geografía, que en julio y agosto también estuvo en Groenlandia, ya será su quinta campaña en la Antártida; para Rosana Menéndez, en cambio, será la primera. "Espero que no se me haga muy duro, aunque no me asusta. Estoy mentalizada de que las condiciones de trabajo a veces serán incómodas. Más duro creo que será cuando haga mal tiempo y no podamos salir de la base", confiesa. Allí en enero será verano y los termómetros alcanzarán de máxima los 1,5 grados. Pero peor que el frío es el viento: son frecuentes las rachas de entre 100 y 200 kilómetros por hora.

La expedición la completan David Palacios, de la Universidad Complutense de Madrid, y Marc Oliva, de la Autónoma de Barcelona, quienes trabajarán en la península Fildes. A la vista de la importancia de los primeros resultados obtenidos en la investigación, Rosana Menéndez cree que el proyecto de la Universidad de Oviedo, que entra ahora en su fase final, dará "resultados reveladores". "Queda tanto por hacer que cualquier aportación, por mínima que sea, es interesante. Nosotros vamos a trabajar con una escala de tiempo muy larga, que ayudará a conocer mejor el clima", concluye.

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