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MARISA FANJUL | Bailarina, profesora y coreógrafa

"Me frustró no hacer carrera de bailarina, pero formé a jóvenes e hice coreografías"

"Mi padre, que temía que anduviera por esos mundos de Dios, me hizo prometer que daría clases, pero me decidió que no estaba preparada para las zancadillas"

Marisa Fanjul Laura Caraduje

Marisa Fanjul Argüelles nació en Caborana de Aller y vivió en Oviedo, Madrid y Cannes (Francia). En Asturias es muy conocida como profesora de ballet clásico y fue introduciendo otras modalidades como el baile español, la aeróbic danza, la danza moderna, el Pilates... Llegó a tener doce profesores y quinientos alumnos.

- Se licenció con Rosella Hightower en Cannes y...

-Estudié en la escuela del Royal Ballet y soy "teacher". Fui a Nueva York de la mano de Luis Fuente, bailarín estrella del Joffrey Ballet. En Nueva York estuve dos meses porque mi hermana Fany vivía en New Jersey, casada con un americano, cerebrito de la ITT. Iba al ballet de Martha Graham.

- ¿Por qué regresó a Oviedo?

-Mi padre lloraba cuando me veía bailar porque tenía sensibilidad para el arte, pero temía que fuera por esos mundos de Dios y me hizo prometer que pondría una escuela de danza. Yo pensaba para mí: ya veremos. Estaba dispuesta a hacer mucho sacrificio por ingresar en el Ballet de Cannes, pero no estaba prepara psicológicamente para zancadillas e historias que pasan cuando un coreógrafo se fija en ti.

- ¿Esa lucha no forma parte de la danza?

-Sí, pero tuve que elegir entre quedarme y morir o venir y realizarme en otros aspectos. Me frustró mucho. La enseñanza no me gustaba, pero veía que podía formar a bailarines y crear coreografías. De niña, después de las oraciones, imaginaba coreografías.

- ¿Chocó volver a Oviedín?

-Sí. De la libertad y las posibilidades de Francia no había nada, pero estaba en mi mundo interior. La vida mundana me gusta en algunos ambientes. Vine con mi madre, que había construido el edificio donde vivimos. No fue más emprendedora porque mi padre no la dejaba invertir. Gracias a ella tenemos herencia; mi padre repartía todo.

- Abrió estudio en 1969.

-Y un dinero que me dejó mi madre, alquilé un local grande en Uría 44 porque soy muy lanzada. Se llenó de niños y estudiantes. Mi primer alumno varón adulto fue el actor Etelvino Vázquez, que tenía condiciones, voluntad y tesón.

- ¿Tenía usted novio?

-Seguía bajo el control de mi hermana. Un día, donde la Jirafa, se me acercó un chico, Vicente, catalán, me encantó y me dijo "me gustaría conocerte". Me invitó a comer, le dije que no, que me esperaba mi madre y lo despedí en el portal. A los dos minutos sonó el timbre, abrió mi madre y era él. Le dijo que era mi admirador, que me dejara comer con él. A mi madre le gustó y me fui a comer con él. Afortunadamente, no estaba mi hermana Vicen, aunque hubiera accedido porque le gustaban los hombres guapos.

- ¿Cuándo conoció al que fue su marido?

-A los 22 años, en Málaga. Se llamaba Luis, era gaditano y fue mi primer novio. Tuvimos un noviazgo de dos años. Mi hermana me interceptaba las cartas. Me casé con él por la oposición tan grande que tuve. Trabajaba en Campsa y pidió el traslado.

- Tuvieron un hijo.

-Tuve más, pero los perdí. Decían los ginecólogos que la danza no me perjudicaba, pero no era así. Para tener a Sergio hice reposo y me preparé psicológicamente para no tener estrés en mi matrimonio. Llegó mi esperado hijo y me separé.

- ¿Cuánto llevaba casada?

-Mucho para lo que viví. Mi madre era muy compasiva con él, que era alcohólico, pero me dijo: "No quiero verte sufrir, sepárate, no puedes vivir así". Era 1983 y el divorcio aún estigmatizaba. Me sentí felizmente sola. Con el tiempo añoré la compañía.

- ¿Le cambió mucho la vida?

-Cogí una chica fija para poder trabajar. Aprovechaba los fines de semana para mi hijo: le inventaba cuentos, salíamos al campo con amigos... una época muy bonita.

- ¿Tuvo más relaciones?

-Sí. Ahora no. Me faltaron afinidades y tiempo, y hubo falta de madurez por ambas partes.

- Usted, coreógrafa.

-Me gustaba innovar, hacer mis creaciones: Rasputín, la Regenta, la noche de San Juan, el Réquiem de Mozart, Drácula... Doña Julia, la directora del colegio de la Gesta, era muy fan. Había una escena erótica de Rasputín y las bailarinas llevaban una malla de color carne con unas ramificaciones en rojo desde el pubis a los pechos que llamaban "el furor uterino". En el autobús, doña Julia se santiguaba y decía: "¡Ay, qué atrevida... pero qué bien!".

- ¿Había aprendido coreografía en alguna parte?

-En mi época no se enseñaba. Hay que ser recreativo. La técnica es la base, pero todos mis montajes tienen trama argumental y se entiende con la danza.

- ¿Lo primero que hizo?

-"La noche de San Juan", con música de Benito Lauret. El pintor Alfonso Iglesias llegó a mi camerino llorando y se ofreció para hacerme escenografías. Hizo unos bocetos para "La ayalga" y Prima Loreto los realizó. Fuimos amigos y nos veíamos en el Copín. Luis Antonio Suárez me propuso recuperar sus madreñettes y su fabada en el Día de América, y el Joven Ballet estaba dispuesto, pero el presupuesto dio para brasileñas y no para Alfonso.

- Vamos con las compañías.

-Formé al Ballet Drama de la Universidad. Empezamos con "Carmina Burana", un éxito, y monté con ellos tres o cuatro cosas. Jesucristo Superstar y Margarita y Armando, la dama de las Camelias. Esa pandilla de Emilio Sagi, Nacho Martínez y Luis Antonio Suárez a principios de los años ochenta fue una de las etapas más divertidas de mi vida.

- Joven Ballet Contemporáneo de Asturias, 1979.

-Para formarlo, mis sobrinos me trajeron un montón de chicos del Alfonso II. Era difícil por el prejuicio de la danza y la homosexualidad. Aunque no hubiera importado, ninguno lo era. Hacía veladas de danza antes de un estreno e invitaba a las fuerzas vivas, al rector, al alcalde... Ahora tengo una tertulia porque echo de menos la actividad cultural que había en el estudio.

- Salieron al extranjero.

-Representamos a España en el Festival de Música y Danza de Aberdeen y fueron quince días exhaustivos y muy gratificantes porque las ciudades de Escocia nos solicitaban porque éramos el primer ballet español. En el "Majestic" teníamos que representar cinco minutos una pieza. Les pedí que lo dieran todo y los vi con los vellos de punta. El director que seleccionaba no movía un músculo y pensé que no le había gustado, pero había quedado impresionado porque había entendido el argumento sin conocerlo. Nos pidió que lo hiciéramos entero.

- ¿Qué tal cree que la trató la vida hasta ahora?

-Profesionalmente, bien; estoy satisfecha del trabajo, aunque no lo hice hasta donde deseaba, por obstáculos, zancadillas y porque formé a bailarines, que cuando están en el momento álgido se van, se casan o encuentran trabajo, y no había "crescendo", siempre era volver a empezar. Con mi hijo, muy bien, me ha dado pocos disgustos y es una buena persona. En las relaciones sentimentales me fue regular. No nos enseñan para la escuela de la vida en valores, empatía e inteligencia emocional, y me irrita que a estas alturas de la evolución aún haya que aprender de los errores. Dice Maquiavelo que el que aprende de los errores es inteligente, pero el que aprende observando los errores de los demás es un genio. Hasta los 10 años deberíamos vivir en estado lúdico, ahora que vivimos tanto.

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