Eran las 11 y de la mañana cuando Javier Ledo Ovide entraba en la vivienda de la calle San Francisco de Navia donde el 13 de febrero de este año causó la muerte de la gijonesa Paz Fernández. "Irreconocible", ha asegurado una mujer al verle entrar esposado en la casa, rodeado de agentes de la Guardia Civil.

Ledo estaba completamente rapado, sin la barba que exhibió hace unos meses en el juicio que le condenó por malos tratos. El objeto de esta prueba es reconstruir el crimen. Después irá al embalse de Arbón, donde arrojo el cadáver.

Javier Ledo Ovide, el autor confeso del crimen de la mujer gijonesa, dejó la cárcel de Villahierro, en Mansilla de las Mulas (León) -allí lleva desde septiembre-, para participar en la reconstrucción de los hechos ocurridos a principios de año, tal y como ha ordenado la magistrada del Juzgado de Violencia contra la Mujer de Gijón, encargada de instruir esta causa declarada compleja.

En la reconstrucción están participando el propio Ledo junto a su abogado, el letrado de la acusación particular, el abogado del Estado y una veintena de agentes de la Guardia Civil, así como agentes judiciales y forenses. Todos ellos están reviviendo los pasos que supuestamente dio Javier Ledo para cometer el crimen y hasta deshacerse del cadáver de Paz Fernández, que apareció flotando en el embalse de Arbón, en el límite entre los concejos de Villayón y Coaña, el pasado 6 de marzo.

Ledo, que antes de su arresto defendió públicamente su inocencia, terminó confesando el crimen después de ser detenido por la Guardia Civil, aunque contando su propia versión de lo sucedido, pese a que la autopsia indicó desde un inicio que Paz Fernández sufrió una muerte atroz, con varios golpes en la cabeza que le produjeron fracturas en el cráneo.

La confesión y versión de Ledo

Sin embargo, tras confesar que fue él quien se deshizo del cadáver de la mujer gijonesa, Ledo aportó una versión de los hechos menos violenta. "Paz iba muy borracha y se cayó dos veces por las escaleras", aseguró a la jueza el presunto asesino de la gijonesa Paz Fernández Borrego.

El coañés, que había negado en todo momento su relación con crimen, cambió de tercio tras encontrar los investigadores rastros de sangre en una fregona de la vivienda de su familia en Navia. Al verse descubierto admitió que la mujer había muerto en su casa, tras caerse dos veces por las escaleras y golpearse la cabeza contra un mueble. Para explicar las lesiones de defensa que presentaba la mujer en manos y brazos, indicó que había forcejeado con ella después de que le quitase un sobre con dinero y le había pegado con un amasador.