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La importancia de una buena nutrición para el estudio: Aliméntate bien y razonarás mejor

Investigadores y nutricionistas explican a los escolares las repercusiones de una buena alimentación para la actividad cerebral "Es clave concienciar a los niños, porque el cerebro se desarrolla hasta los 21 años"

El efecto de la alimentación en el cerebro de los niños

El efecto de la alimentación en el cerebro de los niños

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El efecto de la alimentación en el cerebro de los niños Pablo ÁLVAREZ | Amor DOMÍNGUEZ

Comer bien ayuda a pensar mejor, a razonar con más agilidad, a concentrar más la atención... Lo que comemos no sólo repercute sobre nuestro estómago; no se traduce únicamente en kilos de más o de menos. La alimentación impacta sobre todo el organismo, y también sobre el cerebro. La obesidad y las dietas excesivamente calóricas se asocian con una disminución del volumen cerebral, una merma de las conexiones entre neuronas y una predisposición a padecer ansiedad, depresión y ciertas enfermedades neurodegenerativas, como párkinson. Todo esto es importante, y los niños y adolescentes tienen que saberlo.

Estas evidencias científicas han impulsado a un grupo de jóvenes investigadores del Instituto de Neurociencias del Principado de Asturias (Ineuropa), en colaboración con la Fundación de ayuda a la investigación del daño cerebral (Aindace), a explicar a los escolares las consecuencias de una mala alimentación. Hasta la fecha, las sesiones se han desarrollado en varios colegios e institutos de Oviedo, pero la idea es extenderlas al resto de Asturias.

"Nuestro objetivo prioritario es hacer ver a los niños y adolescentes la importancia de las funciones cerebrales y de cómo alimentarse correctamente para favorecerlas", explica Sara García Higarza, graduada en Biología y doctoranda de la Universidad de Oviedo. Además de ella, en este programa divulgativo participan tres integrantes de Ineuropa: Jorge L. Arias Pérez, presidente del Instituto; Marta Méndez López y Cristina Fernández Baizán.

Y es que el desarrollo del cerebro no concluye hasta que el individuo cumple 20 o 21 años. Lo que hagamos hasta entonces puede favorecer o entorpecer nuestras funciones cognitivas; puede protegernos frente a determinadas enfermedades, o predisponernos a padecerlas.

El proyecto busca la difusión de hábitos saludables en la infancia y adolescencia a través de actividades lúdicas, con el propósito de que los niños comprendan la importancia de los hábitos saludables para su cerebro. "Explicamos qué es el cerebro y las enfermedades cerebrales más comunes", indica Cristina Fernández Baizán.

En las sesiones, los escolares de Secundaria y de los cursos superiores de Primaria son instruidos acerca del impacto de la alimentación sobre su salud cerebral, y también sobre su capacidad cognitiva, su poder de concentración, su memoria... El programa en colegios viene a ser la pata divulgativa de un proyecto de investigación que desarrolla el Ineuropa, cuyas actividades están sufragadas por el Ministerio de Economía y Competitividad y por el Principado.

En este proyecto de composición multidisciplinar, Ineuropa cuenta con la colaboración de la Fundación de ayuda a la investigación del daño cerebral (Aindace), creada a finales de 2015. Juan Álvarez Barragán, presidente y fundador de esta entidad, destaca la necesidad de "dar visibilidad a una cuestión tan importante como la alimentación, y de concienciar a los niños a este respecto". Sarah Cueva Delgado, trabajadora social de la fundación, explica a los escolares "algunas claves de las enfermedades cerebrales más frecuentes". En las sesiones también intervienen la nutricionista Verónica Sánchez y la voluntaria Cristina Díaz.

Sara García Higarza pone el acento en una palabra que a muchos sonará nueva: psicoexposoma. "Hace referencia a todos los factores ambientales que influyen sobre nuestro cerebro y, por lo tanto, sobre nuestra conducta. Tiene mucha importancia en la infancia y la adolescencia, porque a esas edades nuestro cerebro es muy plástico y muy moldeable a los cambios", explica.

Aunque el cerebro se desarrolla rápidamente durante los dos primeros años de vida, el progreso funcional del hipocampo y del lóbulo frontal -regiones implicadas en la memoria y el control cognitivo- continúa. En su maduración requieren nutrientes específicos: vitaminas B y D, algunos tipos de ácidos grasos insaturados, hierro y cinc... Investigaciones recientes ponen de relieve que una alimentación sana provee de los sustratos necesarios al cerebro, modula la microbiota intestinal y mantiene el balance energético. Por el contrario, una dieta altamente calórica puede dar lugar a alteraciones a largo plazo a nivel estructural y cognitivo.

"Las respuestas de los profesores y los alumnos son muy positivas", enfatiza Cristina Fernández Baizán. Sobre esta base, el objetivo se centra ahora en difundir por toda Asturias las claves de una buena alimentación para el cerebro. Se trata de hacerlo cuando aún se está a tiempo de tomar decisiones favorables para la salud, antes de que sea demasiado tarde.

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