Si juegas a la lotería y no te toca ni lo puesto debes pensar que has hecho una labor social importante. Porque para que le toque el gordo a alguien tiene que haber miles y miles y miles de personas a las que no les toque ni lo puesto. Así funciona la lotería. Es curioso que a veces se nos olvide.

Y también lo de la probabilidad. Cuando, en tantas ocasiones, caen premios en una de esas administraciones mastodónticas como Doña Manolita o la Bruixa d'Or, la gente se apresura a comprar allí un décimo o lo que sea pensando en que, si tanto toca, quizá les caiga un pico a ellos. Y muchos lo hacen, estoy seguro, sin darse cuenta de que el premio cae en esas administraciones porque juegan muchísimos números y, en consecuencia, tienen más probabilidades de que les caiga. Pero si tú te llevas un solo número tienes las mismas probabilidades de que te toque si lo compras allí o en Casa Josín, el chigre de Culolmundo de Abajo.

Y después está el efecto llamada de los premios. Recuerdo cuando tocó la lotería en Molleo. Al año siguiente, la asociación vendió en quince días todas sus participaciones, y habían comprado el doble que el año anterior. Si toca en un lugar la gente va allí a comprar. Y entonces toca en otro y van allí a comprar. Y después en otro lugar y en otro y la gente sigue yendo detrás.

Es esa maravillosa irracionalidad que nos asalta, que hace que miembros de la misma especie que ha tendido puentes sobre el mar y construido máquinas que surcan el aire se olvide de que para que te toque el gordo que vendió la peña de bolos de Sograndio tienes que haber comprado una participación antes del sorteo, y que si la compras después -para el sorteo del Niño o para Navidad del año siguiente- tienes la misma probabilidad de que te toque que si se la compras a la peña de petanca de O Grove. Es así de sencillo.

Pero no se puede pedir sensatez ni coherencia ni templanza, porque este es un juego muy loco. Lo normal es que no te toque un carajo, o que tengas unas pocas pedreas que te compensen el enorme gasto que hiciste en busca de ese premiaco que te hizo soñar con el safari fotográfico en Madagascar o el Ferrari color verde cantimplora. Pero siempre le toca a alguien, y ese alguien puedes ser tú. Y eso es irresistible para mucha gente.

Yo no soy jugador, y especialmente en diciembre me pongo en plan budista y me digo que la felicidad consiste más en desear poco que en tener mucho. Por eso, solo compro participaciones por colaborar, y sin mucha esperanza. Es quizá un poco gris, lo reconozco. Este año no me tocó ni lo puesto. Una tristeza.