Las estrategias aplicadas en los hospitales asturianos para reducir el consumo de sangre están dando resultado. La consecuencia es que, a lo largo del año pasado, la demanda disminuyó en la región en un 2,5 por ciento. Gracias a este descenso, no tuvo repercusión alguna la caída de la donación, que fue del 2,2 por ciento. Si en 2017 se habían recolectado 41.788 bolsas de sangre, en 2018 esta cifra se situó en 40.866.

"Ha sido un año sin sobresaltos, y con un gran equilibrio entre entradas y salidas", resumió ayer a este periódico Mª Carmen Muñoz, directora técnica del Centro Comunitario de Sangre y Tejidos de Asturias.

En realidad, ya van tres años consecutivos en los que bajan las peticiones de sangre de los centros hospitalarios de la región. Cae la demanda global, pero aumenta el consumo de plaquetas -en 2018 creció un 7,7 por ciento-, empleadas principalmente "para procesos de un alto nivel de complejidad, como tratamientos de leucemias, trasplantes de médula ósea o trasplantes hepáticos", señaló la doctora Muñoz.

La donación de sangre en Asturias tocó techo en 2015, con 44.447 bolsas, después de una crisis de reservas que generó una avalancha de donaciones. Desde entonces, la recogida de bolsas ha bajado de forma continuada. "Hay una inercia de caída de la donación, pero en cuanto activamos una alerta por escasez de sangre la gente responde muy bien", indicó la directora técnica del Centro Comunitario de Sangre y Tejidos.

En rigor, el objetivo de fondo no consiste en recolectar sangre sin ton ni son, pues se trata de un elemento con fecha de caducidad. El reto básico se está cumpliendo: dar respuesta a las necesidades de los hospitales. Sin embargo, "estamos adoptando medidas para no ir tan justos", explicó Mª Carmen Muñoz.