El encuestador pregunta quién preferiría que fuese el próximo presidente del Gobierno y en Asturias más de cuatro de cada diez consultados contestan que ninguno, una respuesta que ni siquiera formaba parte de las opciones. La situación política en España es "muy mala" para más del 42 por ciento, y la suma de "mala" o "muy mala" alcanza a casi siete de cada diez. Los dos son los segundos porcentajes más altos de España, sólo por detrás del nivel de descontento de Cataluña. La cuarta parte que confiesa que no votaría si ahora hubiese elecciones generales lidera la clasificación por autonomías. En el último barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), los resultados de Asturias toman una fotografía del estado de opinión que a unos meses de las elecciones limita peligrosamente con la desafección.

El CIS ha cogido la costumbre, desde que lo dirige el socialista José Félix Tezanos, de desagregar por autonomías las conclusiones de sus mediciones mensuales de opinión pública. Cuando baja al detalle regional, la muestra está lejos de ser representativa -para el barómetro de diciembre sólo se hicieron 75 entrevistas en el Principado-, pero en el resto de las comunidades pasa lo mismo, objeta el politólogo Óscar Rodríguez Buznego, y en Asturias es posible además detectar una cierta coherencia con los resultados de estudios anteriores, con grupos de encuestados diferentes.

El profesor invoca la prudencia en el análisis, pero cruza datos, toma el de la intención de voto y llama la atención sobre la certeza de que aunque la muestra pueda ser pequeña, tiene otras características que la hacen valiosa, entre otras la que confirma que representa a la Asturias políticamente movilizada: "La mayoría de los encuestados dice haber votado en las últimas elecciones generales". La mayor parte de ellos, al PSOE, pese a que el resultado real fue entonces favorable al PP, pero el caso es que los consultados "no son personas completamente desentendidas de la vida política" y que sin embargo traslucen, pregunta a pregunta y trazando la comparación con los resultados de otras autonomías, un desencanto, desarraigo, desinterés y distanciamiento de las instituciones y actividad política que contempladas en conjunto configuran lo que la ciencia política cobija bajo el paraguas de la "desafección".

Tiene Rodríguez Buznego una teoría que puede explicar los motivos, y que establecería vínculos con el rastro de asignaturas pendientes y problemas irresueltos que Asturias ha arrastrado por la legislatura o con una percepción de la "improductividad" del parlamento y del gobierno autonómicos. La foto fija de conjunto preocupa por lo que pueda anticipar, a cuatro meses escasos de la campaña electoral, respecto a un riesgo de deserción masiva de las urnas.

El desencanto no sólo se percibe en el desmenuzado del resultado más reciente, hay una cierta trazabilidad en un descontento perceptible desde los estudios anteriores. En el barómetro de octubre, la valoración negativa de la situación política alcanzaba al 84 por ciento de los entrevistados, el porcentaje descendió en el estudio de noviembre y ha repuntado en el último estudio del año hasta volver a magnitudes de entre las más elevadas del país. El promedio de asturianos que también evalúan como negativa la situación económica es del 64 por ciento -el más alto de España- y supera en más de trece puntos la media nacional. Si ahora hubiera elecciones generales, uno de cada cuatro encuestados no votaría. Es el porcentaje más alto de España, casi triplica el promedio estatal del nueve, cuadruplica a los de otras comunidades y se eleva al 28 por ciento cuando la pregunta es sobre las elecciones europeas.

Casi la mitad de los que afirman que no votarían se justifica argumentando que "no sirve para nada" y tres de cada cuatro, que no simpatizan con ninguno de los partidos existentes. La respuesta "ninguno" es la opción mayoritaria en Asturias a la pregunta con nombres de líderes sobre a quién se prefiere como presidente del Gobierno. "Asturias es una comunidad tradicionalmente abstencionista", analiza Buznego, asombrado sin embargo porque "la diferencia respecto a otras autonomías es enorme".

Los asturianos son tras los aragoneses y valencianos los españoles que menos confían en su parlamento autonómico -un 4,1 sobre diez-y los cuartos, con un 3,7, que suspenden con peor nota al Congreso, sólo por delante de catalanes, vascos y aragoneses.

Únicamente se salva, y tampoco del todo, la evaluación de los gobiernos. Teniendo en cuenta que se pide un indicador de confianza, y no de gestión, el Ejecutivo estatal recibe en Asturias un 3,8 y el autonómico un 4,4, en ambos casos por encima de la media en un resultado probablemente "contaminado", deduce Buznego, por la mayoría socialista de la muestra.

El panorama empeora cuando se enjuicia la percepción del votante sobre la influencia de su voto y se descubre que un abrumador 56 por ciento de los encuestados se dice poco o nada de acuerdo con que "a través del voto, la gente puede influir en la política". El porcentaje está más de veinte puntos por encima de la media nacional.

La parte variable del barómetro, dedicada esta vez a la UE, no mejora la desafección asturiana. Si la pregunta es si "cree que España debería tener más influencia en las decisiones de Europa", el 34,7 por ciento de asturianos contesta que no sabe. Es más del doble que la media nacional y sólo está por detrás el dato de La Rioja y por si hace falta un refrendo más, sólo los vascos confían menos que los asturianos en la UE: Asturias le da una nota de 4,7 donde la media española es un 5,3.

La visión global da un resultado desalentador que a los ojos de Buznego revela "un estado de ánimo político previo a las elecciones caracterizado por la desafección". Comprobando que en los datos de Asturias se detecta "una cierta coherencia de unas respuestas con otras", comparando lo que se dice aquí con otras autonomías, resalta "una cultura política que contrasta mucho con el mito de la Asturias politizada que heredamos de la Transición. Vemos una sociedad políticamente apagada, decepcionada y distanciada de la vida política".

Aventura la influencia de algunos hitos clave de la legislatura, el retraso en la conclusión de los grandes proyectos pendientes, la aparición de nuevos problemas con el cierre de algunas empresas -el fin del carbón, Alcoa- y "quizá la improductividad del Gobierno y del parlamento asturianos, de un Ejecutivo en minoría que no ha podido desplegar su programa y de una Junta fragmentada que ha dificultado la convivencia entre los grupos". Todo eso, infiere el experto, profesor de Ciencia Política y Sociología de la Universidad de Oviedo, "los asturianos lo han visto".