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"Hoy el consenso no existe, hacen falta acuerdos como los del 78"

En la conmemoración de los cuarenta años de autonomía dejó un mensaje de confianza en "la capacidad transformadora de la política"

Areces, junto a Antonio Trevín, durante el acto de hace tres semanas en el RIDEA. FERNANDO RODRÍGUEZ

Fiel a sí mismo, Vicente Álvarez Areces dejó tras de sí un mensaje optimista. "No es verdad que Asturias esté sumida en la postración". "De las crisis se sale si hay voluntad de salir". "La política tiene una capacidad de transformación importante, y no todo es dinero". La política puede conseguirlo, en fin, "si se suman voluntades en la dirección correcta". En el salón de actos del Real Instituto de Estudios Asturianos (RIDEA), el pasado 20 de diciembre, la ocasión era propicia para hacer un balance del pasado y una proyección de futuro. Tres expresidentes socialistas del Principado se habían reunido para pasar revista a los cuarenta años de la autonomía y Areces, que gobernó el periodo más amplio de ella, tiró de la experiencia para mirar al frente y pedir por encima de todo consensos. "Asturias ha salido adelante" otras veces, ya se ha zafado de otras crisis, "y no tan deteriorada como se dice", afirmó en el que desde ayer puede servir como un buen encabezamiento de su testamento político. Para salir de ésta, subrayó, hace falta algo que a su vista ha desaparecido del mapa, el consenso.

"Hoy no existe el consenso en la política española", lamentó Álvarez Areces, a la mesa con Antonio Trevín y Juan Luis Rodríguez-Vigil. La política, remarcó, "necesita acuerdos como los de hace cuarenta años, que han quebrado", aquellos en los que actores distintos "llegamos a la conclusión de que había que entenderse". Y sí, remató, "hubo renuncias". En el auditorio escuchaban unos pocos de los que seguramente serán sus herederos en la primera línea de la política regional cuando el expresidente cerró una de sus últimas intervenciones con una admonición que decía que "lo importante es lo que quieras conseguir, no con quién pactes", y que para el éxito de la empresa "no siempre se necesitan recursos, sobre todo hacen falta voluntades".

Fue su respuesta a la petición de consejo que desde la primera fila de butacas había hecho el candidato socialista a presidir el Principado, Adrián Barbón. Antes había compuesto una, no por conocida menos significativa, enmienda a la totalidad de la posición del PSOE regional sobre el asturiano. Se dijo "identificado con lo que dice el Estatuto de Autonomía sobre el bable" y comprometido con el desarrollo de la vigente ley de uso y promoción, orgulloso de haber sido el primer presidente del "bable nes escueles" y radicalmente contrario a la cooficialidad: "Me gustaría que se definiese qué se va a conseguir con una cooficialidad blanda o amable, que tiene el riesgo de provocar una confrontación" social, dijo después de criticar que en el último congreso de los socialistas asturianos esa cuestión se diese por sentada con el debate "en una comisión, y no en el pleno".

Sin perder el optimismo, Areces había atravesado los cuarenta años de la autonomía y sus doce de Gobierno presumiendo de lo bien que durante sus mandatos se ejecutaron los traspasos de competencias, particularmente el de la educación, y buscando en el pasado un impulso para enfrentarse a un porvenir con "nubarrones", dijo al llegar a la industria. Pero "Asturias tan mal no está", advirtió. Remarcó que "las crisis no han limado una potencialidad industrial" que permanece por encima del veinte por ciento del PIB y pidió para la política industrial "prudencia, y prudencia es flexibilidad. En el territorio de la transición energética, remató, "no podemos destruir lo que tenemos antes de proporcionar alternativas de cambio realistas".

El discurso de Areces venía aquella tarde directamente desde 1978, cuando él era todavía, contó, profesor del instituto Doña Jimena y un destacado dirigente comunista. Volvió al principio de todo, a la triple ambición de "libertad, amnistía y estatuto de autonomía". Al origen del estado autonómico de cuya construcción él estaba llamado a ser protagonista principal.

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