En el silencio se oyó dar las once al reloj del edificio vecino de Liberbank y, casi, el "Asturias, patria querida" tocado a campanadas que suena a las horas en punto en la plaza de la Escandalera. Escuchado así, con nada más que el himno como banda sonora, el final del velatorio de Vicente Álvarez Areces en la Junta tenía sentido. El féretro fue cargado escaleras abajo desde la primera planta hasta el vestíbulo del palacio, donde estaba recién retirado el pasillo de coronas de flores que hasta unos minutos antes aún daba la bienvenida al edificio. A sus pies, la concurrencia cambió el respetuoso silencio de arriba por un aplauso que ya en la calle acompañó la salida de la comitiva hacia la siguiente estación del homenaje, en el Ayuntamiento de Gijón.

Tras la caja, los presidentes del Principado y de la Junta, Javier Fernández y Pedro Sanjurjo, habían bajado escoltando a la viuda de Areces. Soledad Saavedra no soltó las tres rosas rojas que durante la tarde del jueves y el arranque de la mañana de ayer habían reposado sobre el ataúd, cuya superficie compartían a medias una bandera de Asturias y otra de España. En el lazo blanco que anudaba el ramo decía solamente "Sol". La esposa, Marisol para Tini, que el jueves aguantó a pie firme la larguísima jornada de condolencias, cedió la primera parte de la recepción de ayer en Oviedo a su cuñado Miguel. Ella llegó después.

Cuando todo hubo terminado en la Junta, casi habían pasado nueve horas de condolencia constante en la sede del parlamento regional, las siete de toda la tarde del jueves y las dos de la mañana de ayer.

Antes de trasladar el homenaje al Ayuntamiento de Gijón, primero la autonomía y después el municipio, como remontando el tiempo en la extensa vida pública del político que fue primero doce años alcalde y después otros doce presidente del Principado, los últimos que ayer acudieron a rendirle tributo póstumo en la cámara arroparon a la familia con un cortejo nuevamente abundante de dirigentes políticos de distintos signos y rangos, con buena parte del peso del PSOE regional y con representantes de instituciones públicas heterogéneas. Algunos que no habían ido el día anterior y otros que volvían por segunda vez, entre éstos Javier Fernández, acompañado ayer por el expresidente de la Xunta de Galicia Emilio Pérez Touriño, que despidió a "un amigo de toda la vida" regresando de pronto hasta su primer encuentro con Areces en la etapa gallega del expresidente asturiano, entre las convulsiones de mayo del 68, en mitad del movimiento estudiantil antifranquista en Santiago de Compostela. No sólo él se equivocó y habló de Areces en presente. Hubo consejeros que pasaron la mañana entera en el salón Europa. Políticos curtidos en el fragor de la contienda dialéctica acabaron descompuestos por el dolor y la emoción. La titular de Servicios Sociales, Pilar Varela, abandonó la estancia visiblemente afectada; la de Hacienda, Dolores Carcedo, se demoró un rato más, casi sola en la sala vacía cuando la capilla ardiente había sido ya levantada.

Pedro Sanjurjo guió hasta la caja a Imelda Fernández, nombrada el jueves vicepresidenta de Servicios Sociales y Participación de la Organización Nacional de Ciegos, la Once. El presidente del Tribunal Superior de Justicia de Asturias, Ignacio Vidau, se acordó del presidente "simpático" y "buen conversador" de "trato exquisito con la administración de justicia" y Teresa Sanjurjo, directora de la Fundación Princesa de Asturias, del apoyo ilusionado que prestó a la institución.

Desde más cerca, Pablo García, presidente de honor de la Federación Socialista Asturiana, rescató de la memoria la "coherencia" y la "vitalidad" del expresidente.