Sonó, para empezar, "Grândola, vila morena", la canción que en el Portugal de 1974 fue la señal de salida para una revolución pacífica, la banda sonora sentimental de la contienda incruenta "de los claveles". Se vio, para terminar, un vídeo en el que el mismo Vicente Álvarez Areces, quién si no, proclamaba que "la batalla en la vida es un placer. (?) Si combates, aunque pierdas, siempre avanzas. Siempre se consigue algo, y otros continuarán en esa batalla". El propio protagonista despidió así con su epitafio su homenaje póstumo, el acto civil público en el teatro de la Laboral en el que Gijón y Asturias dijeron adiós al "guerrero" Tini, evocado así estos días por su viuda; al político que nunca se retiró y que fue más tiempo que nadie alcalde de Gijón y presidente del Principado, y al padre al que su hijo menor, Alberto, hizo una promesa engarzable con el perfil vitalista y expansivo, "irreductible" y tenaz que ayer se volvió a trazar del senador. Antes de que el llanto pusiese fin a su intervención, dijo: "recojo el testigo de tu pasión por la vida y por el conocimiento. Te prometo, papá, que en tu honor nunca daré una batalla por perdida".

Más de 1.500 personas, con todo el PSOE asturiano y un abundante acompañamiento, desbordaban todo el espacio disponible en el teatro de la Laboral, en un evento a la medida del finado y en un escenario coherente, el descomunal edificio rehabilitado para ser el estandarte, o uno de ellos, de los mandatos expansivos del Areces presidente. Después de cuatro días de larga despedida pública al político que falleció de pronto en la madrugada del jueves, el final fue ayer una suerte de multitudinario funeral laico con palabras, vídeos y música, con recuerdos hablados de sus dos hijos y de amigos y compañeros de batalla política. Con una banda sonora que partió de "Grândola" -que era "su canción" y el emblema de su compromiso democrático en la Transición- y cerraron, en las voces de los coros de La Calzada y La Camocha, primero el "Gijón del alma", himno oficioso de la ciudad de la que fue doce años alcalde, y después el "Asturias, patria querida", emblema oficial de la autonomía que mandó otros doce. Entre medias, los músicos de la Orquesta Sinfónica del Principado (OSPA) escogieron la "Fanfarria" del compositor francés Henri Tomasi, justo ésta por el compromiso social que distinguió a su autor, adujeron.

Hablaron a distancia, en audio, en vídeo o por carta, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez y sus dos antecesores socialistas, Felipe González y José Luis Rodríguez Zapatero, los exvicepresidentes Alfredo Pérez Rubalcaba y María Teresa Fernández de la Vega y el expresidente de Galicia y amigo de juventud Emilio Pérez Touriño. En la hora y media larga de homenaje a una personalidad desbordante, los intervinientes fueron subrayando lo mismo del perfil político que del temperamento personal del fallecido. Las dos dimensiones se solapan. Ambas caben juntas en la enumeración que utilizó el presidente del Principado, Javier Fernández, para destilar de la forma de ser del compañero "la honda convicción democrática, la cercanía, la ambición, la tenacidad" y la negativa "no ya a dar por perdida, sino a esquivar cualquier pelea". Dirigiéndose a él, como si no estuviera sólo en la foto que llenaba el decorado del teatro, Fernández estiró la referencia religiosa para proclamar que "si en el principio fue el verbo, en tu caso la acción fue el principio. Y el final. Y todo". Es el político que fue "más durante más tiempo que nadie", y el que transformó Gijón -"lo afirmo yo, con mi escepticismo racional cargándome los hombros"-. Es la frontera de "una autonomía anterior y posterior a tus mandatos".

De sus grandes hitos citó tres "criticados hasta el hartazgo", el HUCA, la ampliación del Musel y el centro Niemeyer; de su actitud como presidente de acción destacó la vitalidad del político "contumaz" que a pie de obra parecía que fuera "a la vez peón, ingeniero y empresa del proyecto". Recordó que siempre mezclaba "el cóctel Areces de ambición, insistencia y energía expansiva" y que "nunca te acostumbraste a la crítica acerba ni al afán dañino de la mala política". El remate del retrato se topó con la capacidad del homenajeado para "encontrar postura en las coaliciones" mediante "cesiones que no salían de la flojera, sino del pragmatismo", y acabó desembocando de frente otra vez en el elogio de la firmeza. "A ti te sobraba energía", terminó antes de llegar al "hasta siempre", "tanta que sólo ese exceso pudo pararte".

Paz Fernández Felgueroso, la alcaldesa receptora de la herencia política de Areces en el Ayuntamiento, terminó llamándole "alcalde perpetuo de Gijón" al final de un elogio fúnebre que volvió a "las reuniones clandestinas en Quintes, en la farmacia de Daniel (Palacio), mi marido", y a las batallas compartidas con ella en la alcaldía y él en la presidencia del Principado. Se recordó a sí misma como "madrina de la boda" de Tini y a Tini como oficiante de "la boda de una de mis hijas". Desmenuzó parte de lo mucho dicho en estos cuatro días sobre un "guerrero gigante de la política", sobre el "volcán Areces", sobre el alcalde que sacó a Gijón "del negro al color", y acabó otorgándole oficiosamente el título de regidor eterno de la ciudad.

Los dos hijos de Areces completaron la silueta trazada a varias manos con la dimensión personal del "entusiasmo" y las "ganas de hacer cosas" de "un fuera de serie", de un hombre capaz de "abrir nuevas perspectivas y horizontes a problemas que parecían complejos" hasta "acabar convenciéndote de que había una solución". Así era Areces a los ojos de su hijo mayor, Manuel Carlos. El menor, Alberto, estudiante de Astrofísica en Canarias, relató con emocionante aplomo "el viaje más difícil de mi vida", el muy apresurado que tuvo que emprender el jueves por la mañana, nada más recibir la noticia de la repentina muerte de su padre. Al llegar a casa, contó, encontró sobre su mesa un libro de ciencia sin abrir, uno de los regalos que Areces acostumbraba a hacerle para compartir con él la pasión común de ambos.

Después de volver con la memoria hasta los álbumes de cromos y al Gijón de su infancia, habló con temple en presente de la herencia de Areces, dijo que "lo veía y lo veo, lo sentía y lo siento como referente" y no se le quebró la voz hasta que al final prometió honrar a su padre renunciando a rendirse ante ninguna batalla. Justo antes había aportado al retrato colectivo el recuerdo de "Tini, mi padre", como "alguien con el que se podía contar. Le habría gustado vivir varias vidas, y todas con la misma pasión y dedicación con las que vivió ésta".

La parte de José Manuel Pazos, "amigo entrañable" desde la etapa de estudiante de Areces en Santiago de Compostela, exaltó la capacidad de seducción del hombre que "cambió mi vida en 1977", cuando ambos eran compañeros en el instituto Doña Jimena de Gijón y las dotes persuasivas del expresidente "consiguieron que dejara mi puesto para formar parte de su equipo y pasar a trabajar más por menos". Del Tini de entonces, y del de antes, del luchador antifranquista en las filas del Partido Comunista y de su tránsito al PSOE, había hablado también Marcelino Martínez, "Santi", presidente de la federación de coros de Asturias y veterano compañero de aquel tiempo convulso, que resumió su parecer enlazando dos de los tristes fallecimientos de esta semana trágica en Asturias y definiendo a Areces como "el mejor ejemplo de lo 'glocal'", el término que acuñó Juan Cueto y que en la versión del expresidente del Principado equivaldría a "una capacidad de análisis que le permitía enlazar cualquier problema con un planteamiento global de sociedad".