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Una semana de duelo ininterrumpido

El fallecimiento de Álvarez Areces, Juan Cueto, Isaac del Rivero, Prendes Quirós y Gil Carlos Rodríguez deja al Principado sin cinco batalladores por la modernización asturiana

Una semana de duelo ininterrumpido

La tercera semana de enero de 2019 permanecerá en el calendario emocional y sentimental de los asturianos durante bastante tiempo. "Septimana horribilis", como ha escrito Francisco García en este periódico con preciso latinismo. Desde el pasado lunes 14, día en el que falleció Juan Cueto, hasta la mañana del pasado jueves, en que la muerte se llevó en apenas unas horas a Vicente Álvarez y Areces, Paco Prendes Quirós y Gil Carlos Rodríguez Iglesias, hemos estado en permanente estado necrológico. Luto y pesadumbre. Entre uno y otros óbitos, nos dejaba también el martes uno de los pioneros del cómic en el Principado, además de fundador de lo que es hoy el Festival Internacional de Cine de Gijón (FICX), Isaac del Rivero.

Cinco notables de la cultura, de la política y la jurisprudencia. El truncamiento de esas vidas, muy inesperado en algunos de los casos, es percibido no sin razón como el principio del final de una época regida por muchas de las ilusiones que puso en marcha, a partir de 1975, la transición española a la democracia. Entre el mayor y el más joven había doce años de diferencia, por lo que podemos decir que pertenecen a dos promociones de una generación que no participó en la Guerra Civil. Uno era un niño y los otros ni siquiera habían nacido todavía. Y los cuatro laboraron, sin repasamos sus respectivas biografías, por superar el error de la contienda y enmendar su consecuencia: el gran atraso español. Y en los cuatro se daba con intensidad, asimismo, un manifestado y elocuente amor por la ciudad en la que nacieron o que los acogió, Gijón, y por Asturias como idea de país inserto en la empresa universal de la cultura.

Es entendible así que uno de ellos, Juan Cueto (Oviedo, 1942), acuñara el término "glocal", una genialidad conceptual que explicaba sus preocupaciones y ocupaciones: de los heterodoxos asturianos al quietismo de Miguel de Molinos; de las pasiones catódicas y la televisión de pago, al sportinguismo horizontal en El Molinón. El autor de "Cuando Madrid hizo pop" fue despedido el martes en su ciudad natal, donde se le asoció a Jovellanos y a Clarín, o sea, a esa línea ilustrada que preside lo mejor de la creación y el pensamiento asturiano de los dos últimos siglos y pico.

Estos días se ha descrito a Juan Cueto, creador de una de las publicaciones españolas de referencia, "Los Cuadernos del Norte", como el profeta de la posmodernidad. Se ha hablado menos del costado crepuscular de sus últimos años, una etapa en la que matizaba mucho el optimismo que le llevó a estar atento a todas las novedades sociales y tecnológicas de un turbocapitalismo que ha acabado por sepultar muchas vertientes de la cultural universal que el polígrafo asturiano amaba. De ahí que dijera su mejor obra era su introducción a Miguel de Molinos.

Isaac del Rivero (Colunga, 1931) era también un apasionado de las imágenes. Murió el pasado martes 15, a los 87 años, como consecuencia de la enfermedad del Alzheimer. Fue uno de los pioneros del cómic en el Principado. Como novelista gráfico atendió a algunos de los grandes asturianos de las letras españolas: desde Jovellanos a Clarín o Armando Palacio Valdés. Entre sus muchos emprendimientos, además de los que cumplió como artista y editor, está el certamen cinematográfico de la infancia y la juventud que creó en 1963. Nadie discute hoy que fue la matriz del actual Festival Internacional de Cine de Gijón, una de las grandes citas culturales asturianas.

Dos fallecimientos que enlutaron Gijón y Asturias. Vendrían aún más horas de duelo. El pasado jueves, con apenas unas horas de diferencia, morían de manera inesperada Vicente Álvarez Areces (Gijón, 1943), Francisco Prendes Quirós (Gijón, 1939) y Gil Carlos Rodríguez Iglesias (Gijón, 1946). El primero, que tendrá hoy una despedida popular en la Laboral, donde comenzó su despegue como líder socialista tras una primera etapa vital de militancia en el PCE, fue un político a tiempo completo. Su mujer, Soledad Saavedra, ha sido quizás la persona que mejor ha descrito la capacidad del senador (su última responsabilidad) para enhebrar un proyecto con otro sin abandonar jamás la brega política: un "guerrero".

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Areces no perdió nunca una batalla electoral. Fue alcalde de Gijón durante tres mandatos seguidos y presidente del Principado otras tres legislaturas más. Hasta su principal adversario interno en las disputas de la Federación Socialista Asturiana (FSA), José Ángel Fernández Villa, otrora poderoso secretario general del sindicato minero SOMA, tuvo que inclinarse ante la evidencia de que Areces era el mejor candidato posible entonces del PSOE.

(Así es el gran acto de hoy para despedir a Tini Areces en la Laboral)

Alcalde y presidente, reinventó Gijón y trató de hacer lo mismo con Asturias. Como todo político de largos ejercicios en el poder, Areces suma luces y sombras. Parece poco discutible, no obstante, que muchas de sus obras y apuestas culturales contribuyeron a la modernización del Principado: del HUCA a la ampliación de El Musel, del Niemeyer o la Laboral a los museos.

El abogado y escritor Francisco Prendes Quirós era otro político de raza. Estuvo en Democracia Socialista Asturiana (DSA) con Pedro de Silva y fue la persona de confianza en Asturias de Enrique Tierno Galván, el "viejo Profesor", al frente del PSP. Tuvo un papel fundamental en el gobierno preautonómico asturiano, en el que era brazo derecho del presidente socialista Rafael Fernández. Prendes Quirós fue apartado y apartándose de la política. Ciudadano dialogante y memorioso, volcó sus muchas erudiciones gijonesas en artículos que publicaba en LA NUEVA ESPAÑA. Y jamás dejó de ser un republicano consecuente.

Gil Carlos Rodríguez, el jurista asturiano que alcanzó las más altas responsabilidades en Europa por la trascendencia social y legal de sus sentencias, falleció en Madrid a los 72 años. Nacido en Gijón en 1946 y criado en Sama de Langreo, llegó a ser presidente del Tribunal de Justicia de la Unión Europea. Una de sus grandes aportaciones fue su afán por acercar a los ciudadanos la justicia de los más altos tribunales.

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