El 17 de junio de 2013, hace cinco años y medio, el velatorio de una abuela terminó a palos entre dos facciones de una familia en el tanatorio Ciudad de Oviedo. Al parecer, la inquina que hay entre estas dos partes de la familia viene de antiguo y ya han protagonizado otros enfrentamientos que acabaron ante el juez. Nadie suelta prenda sobre qué motivó ese odio visceral entre las dos ramas del mismo árbol. Al parecer no tiene nada que ver con el dinero, y sí con la química, el odio personal. Ayer, esta familia, procedente de Tineo, volvió a juntarse en el Juzgado de lo penal número 3 de Oviedo, pero exhibieron mejores formas que aquel día de junio, aunque no cruzaron palabra alguna. Finalmente aceptaron las penas que solicitaba el ministerio público y evitaron un juicio que hubiese exhibido las razones de tanta animadversión.

Hasta diez personas se sentaron en el banquillo. Por un lado, la hija de la fallecida y su marido -que llegó apoyándose en un bastón-, así como las tres hijas del matrimonio. Esta facción fue la primera en llegar al tanatorio. Del otro lado, el hijo de la mujer fallecida y sus tres hijos, que llegaron más tarde al velatorio. Y además, comparecieron ante el juez dos jóvenes, excompañeros del colegio de Loyola de una de las hijas del primer matrimonio, y que habían acudido al tanatorio Ciudad de Oviedo para dar ánimos a su amiga.

Estos dos últimos jóvenes acababan de llegar al velatorio cuando observaron cómo, en el interior del edificio, los familiares estaban pegándose. El cabeza de familia que había llegado en segundo lugar y sus dos hijos varones estaban dando puñetazos en la cara al cuñado del primero.

Los dos jóvenes que no tenían que ver con la familia dicen haber entrado solo a separar a los contendientes, pero al final han salido escaldados. El fiscal les acusaba de un delito de lesiones, al considerar que habían golpeado al cabeza de familia que había llegado en segundo lugar y a su hijo, causando al primero una subluxación del hombro izquierdo y contusión en zona esternal, y al segundo una contusión facial, otra escapular y una tercera cervical.

Fue difícil convencerles de que se declarasen culpables. Consideraban que se les acusaba sin razón alguna, y que solo habían tratado de evitar que los familiares siguiesen pegándose. Peor el fiscal se mostró inflexible y no retiró los cargos. Al fin y al cabo, había unas lesiones que había que resarcir. Finalmente entraron en razón y aceptaron una condena de multa de tres meses, a razón de seis euros diarios, un total de 540 euros. Una hija del cabeza de familia que llegó en segundo lugar al tanatorio también fue condenada a la misma pena, porque había pegado a una de sus primas, causándole una contractura cervical con enrojecimiento y erosiones en cuello, en la parte posterior del hombro derecho y un pequeña herida en el pulgar izquierdo. Estos tres acusados y los demás implicados tendrán que pagarse indemnizaciones entre sí de entre 900 y 150 euros. Todo por no guardar el debido respeto a una difunta.