En Asturias habitan más de 400.000 vacas que contribuyen a fomentar el efecto invernadero con sus emisiones de metano. Una forma de paliar los efectos que provocan estos gases en la atmósfera sería modificar la dieta de las reses y reducir el consumo de proteínas. La semilla y la harina de girasol son dos alimentos que pueden conseguirlo.
Así lo indica un trabajo llevado a cabo por investigadores del Grupo de Producción Animal de la Escuela Técnica Superior de Ingeniería Agronómica, Alimentaria y de Biosistemas de la Universidad Politécnica de Madrid. Los científicos han probado "in vitro" que frente a la idea tradicional de que la generación de metano está ligada al consumo de fibra en la dieta, el gas se produce también por la fermentación de las proteínas.
La semilla y la harina de girasol ayudan a reducir las emisiones al ser muy degradables y ricas en aminoácidos azufrados. Esto, unido a que en España el nivel de productividad del girasol en condiciones de secano es alto, hizo que gran parte de los estudios realizados se centraran en la semilla y la harina de girasol.
Teniendo en cuenta estos resultados, y con el objetivo de reducir las emisiones contaminantes que producen estos animales, los investigadores han estudiado los efectos que produce en la digestión de los rumiantes la reducción de los contenidos de proteína degradable en sus dietas.
El tratamiento de protección desarrollado por el grupo de investigación consiste en tratar el alimento con una solución ácida y calor. "El ácido málico es el que ha proporcionado mejores resultados y tiene la ventaja de que es un ácido que también se utiliza como aditivo para mejorar la eficiencia de uso de los alimentos", según señala la investigadora Dolores Carro.