Con los ojos abiertos como platos y una sonrisa permanente en el rostro, Aleyda observa el mundo con atención desde la mochila en la que pasea por las calles de Gijón. A diferencia de lo que dice el refrán, ella no ha llegado con un pan, sino con un informe de alta bajo el brazo. Su madre, Rebeca Miguélez, tenía 15 años y una marcada afición al deporte: equitación, lucha, patinaje... Un día se cayó del caballo y comenzó a dolerle una pierna de forma persistente. “Me salió un pequeño bulto en la rodilla y los médicos no sabían la causa”, relata. Los especialistas del Hospital de Cabueñes, de Gijón, consiguieron dar con el origen del problema: un osteosarcoma (un tipo de cáncer) en la tibia. Vuelco total a una vida aún muy joven. Fue enviada a Oviedo, al Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA), y allí se sometió a un larguísimo proceso de curación: “Estuve ingresada un año entero: seis meses de tratamiento, la operación y otros seis meses de quimioterapia”. Era el año 2000 y principios de 2001.

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