La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

"Cuando vi que era en la casa de Pedro no me lo podía creer"

"Oímos golpes y voces y nos tiramos a las ventanas", relatan los vecinos del inductor del crimen: "Esto nos ha dejado aplanados"

A la derecha, la vivienda de Erandio en la que se detuvo a J. B. M. En el círculo, agentes de la Guardia Civil durante el operativo. ÁNGEL GONZÁLEZ

Eran las seis de la mañana cuando los vecinos del grupo Zubipunte de Amorebieta se despertaron sobresaltados al escuchar fuertes golpes y grandes voces. "¡Abre la puerta!", gritaba alguien, aseguran. "Nos tiramos todos a las ventanas y es cuando vimos a los guardias civiles con pasamontañas, abriendo la puerta a golpes. Yo pensé que era el vecino de al lado, que siempre anda en problemas, pero cuando vi que era la casa de Pedro no me lo podía creer", aseguró una vecina mientras paseaba al perro, mientras trataba de eludir a una nube de periodistas. Los agentes no querían que se filtrasen imágenes y fueron expeditivos. "Decían: 'Venga, todos para adentro', no querían que la gente estuviese en las ventanas", continúa la misma vecina. "Pensé que era algo realmente gordo, aunque no una operación antiterrorista, aquí ya no hay ningún problema con eso", añadió.

En el número 26 de esta urbanización de adosados, la puerta estaba quebrada a golpes. A primera hora de la tarde pasó un cerrajero, pero la puerta estaba inservible, sacada de sus goznes. Dentro estaba, literalmente atrincherada, la esposa de Pedro Luis N. A., acompañada de sus hermanas y sus hijos. A uno de ellos, de unos veinte años, se le vio salir del adosado junto a su novia. Otro joven salió al umbral. Al ver que quien había llamado era un periodista, contestó con un escueto: "No, tío, no", y cerró la desvencijada puerta. La familia ha sufrido tal impacto que solo quiere encerrarse en casa.

Otra vecina se expresaba con voz trémula, totalmente sobrepasada. "Esto nos ha dejado aplanados, nunca lo hubiese esperado de Pedro y su mujer. No sé cómo voy a ir a trabajar, ha sido muy fuerte. Pedro es muy buena persona, no puedo creerlo", aseguró. "Con ellos coincido por aquí paseando al perro, tienen dos mascotas. Son gente normal, nunca han dado que hablar", dijo otro vecino.

"Yo no me meto en la vida de los demás", era la frase que más se podía escuchar ayer en Amorebieta, Erandio o el barrio bilbaíno de Otxarkoaga, los tres escenarios de las detenciones. El silencio vasco, se podría decir, la más terrible herencia de los años de plomo. Nadie conoce a nadie, y si lo conoce, se opta por cerrar la boca. Como en Erandio, donde J. M. B. fue arrestado a primera hora de la mañana en el número 5 de la calle Jado, que da a la ría del Nervión. "Tenía alquilado un piso desde hace un año, según dicen. Yo solo sé que era gordo y calvo y que tenía un perro que sacaba a pasear, y que vivía con una chica también con sobrepeso. Lo habré visto dos veces pero nunca crucé una palabra con él", aseguró un hostelero de la calle, en plena zona de copas de Erandio.

La detención del supuesto cómplice de Pedro Luis N. A. también supuso una auténtica conmoción para los vecinos. Los agentes irrumpieron, como en Amorebieta, con fuertes golpes en la vivienda, situada en un segundo piso. Una vecina pensó que estaban entrando a robar en una vivienda y llamó a la Policía Local, que se encontró con los guardias y dio media vuelta. A la calle Jado se desplazaron dos vehículos patrulla, con dos furgonetas y un coche camuflado, según aseguran los testigos presenciales. El operativo de los agentes se prolongó durante cerca de cuatro horas. Finalmente, sacaron a J. M. B. con la cabeza cubierta, camino del cuartel de Llanes. Los guardias terminaron desayunando en el bar de enfrente, el "Korroka". "Aquí, trabajando", decían a quienes les preguntaban qué estaban haciendo.

La tercera detención, la del argelino Djelila B., se produjo en el barrio de Otxarkoaga, en el número 21 de la calle Lozoño. Es un conjunto de abigarradas colmenas, pisos obreros de los sesenta, donde hoy conviven familias menesterosas, personas mayores, numerosos inmigrantes, familias gitanas... Aquí, al parecer, no hizo falta reventar la puerta. El detenido, con antecedentes por tráfico de drogas, convive con una española, vecina del barrio de toda la vida, que no quiso hacer ninguna declaración.

Compartir el artículo

stats